"Mi ánimo variaba con el sol de marzo y con las nubes indecisas."
(Fragmento)
Reuní mis notas, las leí; el resultado no era
satisfactorio. Volví a releerlas. No había nada que no hubiera podido extraerse
de libros ajenos, salvo quizá la historia de la batalla en el puerto. Las
aventuras de un vikingo habían sido noveladas ya muchas veces; la historia de
un galeote griego tampoco era nueva y, aunque yo escribiera las dos, ¿quién
podría confirmar o impugnar la veracidad de los detalles? Tanto me valdría
redactar un cuento del porvenir. Los Señores de la Vida y la Muerte eran tan
astutos como lo había insinuado Grish Chunder. No dejarían pasar nada que
pudiera inquietar o apaciguar el ánimo de los hombres. Aunque estaba convencido
de eso, no podía abandonar el cuento. El entusiasmo alternaba con la depresión,
no una vez sino muchas en las siguientes semanas. Mi ánimo variaba con el sol
de marzo y con las nubes indecisas. De noche, o en la belleza de una mañana de
primavera, creía poder escribir esa historia y conmover a los continentes. En
los atardeceres lluviosos percibí que podría escribirse el cuento, pero que no
sería otra cosa que una pieza de museo apócrifa, con falsa pátina y falsa
herrumbre. Entonces maldije a Charlie de muchos modos, aunque la culpa no era
suya.
Rudyard Kipling
(Británico nacido en India y fallecido en Inglaterra, 1865-1936). Obtuvo el premio Nobel en 1907.
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