"Sus pensamientos volvieron a los días de septiembre de tres años atrás."
(Fragmento del capítulo VI)
Pero tan sólo contempló todo aquello sin profundizar en ello, sin que le importara demasiado. Súbitamente le acometió el recuerdo claro y fuerte del tiempo en que sus conejillos correteaban aún entre la hierba del jardín. Sus pensamientos volvieron a los días de septiembre de tres años atrás. Era la víspera de la conmemoración de Sedan.
August había ido a verle y le llevó una bandera. Y ambos habían subido al tejado, habían colocado el asta blanca y recta, y en ella izaron la bandera. Aparte de eso, nada más había sucedido, pero bastó para que los dos mantuvieran durante toda la jornada su ilusión de fiesta y su gran alegría. Las banderas ondeaban al viento. Anna hizo un pastel, y al anochecer encendieron en la cumbre vecina el fuego de Sedan. Hans no sabía por qué en aquel instante le acometían los recuerdos de aquella noche, ni tampoco por qué eran tan claros, tan hermosos y le entristecían tanto. No sabía que eran su niñez y sus años de muchacho los que se alzaban nuevamente ante él, ocultos con el ropaje de aquellos recuerdos, para decirle adiós y dejarle el aguijón de una felicidad pasada que nunca más volvería. Tan sólo percibió que aquellos recuerdos no estaban de acuerdo con el pensamiento en Emma y de la noche anterior y de que en su interior se había despertado algo que no era compatible con aquella lejana felicidad. Creyó ver de nuevo los pliegues brillantes de la bandera, escuchar otra vez las risas de su amigo August y oler el aroma del pastel recién hecho, y todo aquello era tan risueño y alegre y al mismo tiempo le parecía ya tan lejano que se apoyó en el tronco del abeto más alto y rompió en un sollozo desesperanzado que por el momento le dio consuelo y le concedió salvación.
Hermann Hesse
(Alemán nacionalizado suizo, 1877-1962). Obtuvo el premio Nobel en 1946.
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