"Recuerdo una hermosa tarde del mes de septiembre. Vagabundeaba por la ciudad..."
(Fragmento inicial del capítulo VI, segundo libro)
Recuerdo
una hermosa tarde del mes de septiembre. Vagabundeaba por la ciudad, pues
conmigo no se permitían el lujo de obligarme a estudiar tirándome de las orejas
como hacían con Glébotchka, quien lo único que ganaba con ello era un aumento
de testarudez en su pereza. Mi alma se entristecía pensando en el verano que
había pasado tan de prisa y parecía tener que durar eternamente, prometiendo la
realización de mil planes maravillosos; mi alma se afligía por no tener nada en
común con todos aquellos que pasaban por la calle, con cuantos regateaban en el
mercado o hacían de mirones ante los escaparates de las tiendas.
Cada
cual tenía sus asuntos y sus problemas, y todos ellos llevaban su existencia
acostumbrada de adultos, ¡tan diferente a la del colegial solitario y
melancólico que todavía no había conseguido identificarse como ellos con
aquella clara y apacible tarde, repleta de abundancia otoñal! Únicamente
experimentaba, aunque de una manera vaga, la sensación de esa abundancia; la
ciudad reventaba de riquezas y de multitudes; era rica, puesto que comerciaba
todo el año con Moscú, el Volga, Riga y Reval. En aquel entonces todavía era
mayor su opulencia porque el campo vertía en ella, día y noche, todas sus cosechas;
desde la mañana a la noche se descargaba el grano por todas partes, y en
mercados y plazas se amontonaban los frutos de la tierra.
A
cada momento se encontraba uno mujiks que caminaban apresuradamente por el
centro de la calle, hablando en voz alta como hombres descansados, contentos de
haber acabado con todos sus asuntos en la ciudad, de haber vendido y comprado
todo lo necesario, habiendo ya echado un trago y, ya de regreso a sus hogares,
secándose los labios con el revés de la manga, a guisa de servilleta.
También
parloteaban con animación, deambulando por las aceras, todos cuantos se habían
pasado el día estafando a aquellos mujiks: comerciantes al por mayor,
pequeños burgueses curtidos y polvorientos, siempre animosos, que salían de
buena mañana de la ciudad al encuentro de los campesinos, disputándoselos entre
ellos y llevándoselos seguidamente, cada cual por su lado, a los mercados y
tiendas; también ellos descansaban ahora, dirigiéndose hacia los cafetines a
tomar el té.
Iván Bunin (Ruso fallecido en Francia, 1870-1953).
Obtuvo el premio Nobel en 1933.
(Traducido al español por Renato Lavergne).
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