Hoy es 8 de marzo, día internacional de la mujer, y además es viernes. Asegura Isabel Allende en Afrodita: "El viernes se supone que es el día de la mujer, los otros seis pertenecen al hombre". Y es que su etimología indica que proviene del latín, Veneris dies, el día de Venus, la diosa del amor y la belleza según la mitología romana, equivalente de la griega Afrodita, que es precisamente el título de la ecléctica obra referida.
Decía Karen Blixen -o Isak Dinesen, que al fin y al cabo era su seudónimo literario-, nacida a finales del siglo antepasado, en 1885, que sería glorioso el día en el que las mujeres fuesen reconocidas como seres auténticos y tuviesen el mundo a su disposición, le faltó rematar precisando: tal y como les sucede a los hombres. Sin duda se refería a la necesidad de las mujeres, durante la época en que le tocó vivir, de tener una presencia masculina a su lado para adquirir respetabilidad. Por eso las jóvenes huérfanas Lucan y Zosine, protagonistas de su novela Vengadoras angelicales, asumen que deberán mantenerse de pie "contra todo el mundo".
Ya Sor Juana Inés de la Cruz, desde el siglo XVII, señalaba la necedad masculina en aquella famosa redondilla: "Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón,/ sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis". Poema que satiriza la insistencia de los hombres cuando tratan de seducir a una mujer sin admitir su cuota de responsabilidad, para después culparla por la ligereza de haber accedido a sus peticiones.
Margaret Atwood en su novela Tengo hambre de ti, describe a un hombre que se ha casado con su esposa porque "suponía una huída de las mujeres polifacéticas, suntuosas, arteras y contradictorias", y explica la razón: "Quería transparencia, certeza, fidelidad". La descripción viene al caso no sólo por la reconocida postura feminista de dicha autora canadiense, sino porque Alfonsina Storni, aun cuando transcurrieron siglos, recogió en un poema, publicado en 1918, el mismo viejo reclamo de Sor Juana, seguramente dedicado a un hombre que buscaba lo que el personaje de la novela de Atwood:
Tú me quieres blanca
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
-Dios te lo perdone-,
me pretendes casta
-Dios te lo perdone-,
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:
Habla con los pájaros
y llévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
Esta fecha coincide también con el aniversario del natalicio de Juana de Ibarbourou (marzo 8 de 1892), la poeta uruguaya a quien se le conocía de manera coloquial como Juana de América. Originalmente pensé en su poema titulado Marzo, el cual se incluye en la segunda parte (Claros caminos de América) del volumen La rosa de los vientos. Sin embargo, este otro titulado precisamente Mujer, en el que lamenta los límites de la condición femenina en sus tiempos -la primera mitad del siglo XX-, me parece más oportuno.
Si yo fuera hombre ¡qué hartazgo de luna
de sombra y silencio me había de dar!
¡Cómo, noche a noche, solo ambularía
por los campos quietos y por frente al mar!
Si yo fuera hombre ¡Qué extraño, qué loco,
tenaz vagabundo había de ser!
Amigo de todos los largos caminos
que invitan a lejos para no volver!
Cuando así me acosan ansias andariegas
¡Qué pena tan honda me da ser mujer!
Jules Etienne
La ilustración corresponde a Venus y las ninfas tomando un baño (1776),
de Louis Jean Francois Lagrenée
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