El emperador romano Julio César fue asesinado un 15 de marzo, durante los idus de marzo, en el año 44, previo a la era cristiana. Este episodio histórico engendró una descendencia literaria prolífica y variada. Desde el relato de su muerte en La vida de los doce césares, de Suetonio, y la célebre tragedia de William Shakespeare, hasta la novela epistolar Los idus de marzo, de Thornton Wilder, otra novela que recurre al mismo título, del italiano Valerio Massimo Manfredi, además de que en la extensa saga sobre Roma de Colleen McCullough también se aborda este crimen en El caballo de César.
En el clásico drama shakespeareano un adivino le advierte a César que sea cauto con los idus de marzo. Más tarde, cuando éste le inquiere la fecha a Lucio: "¿No serán mañana los idus de marzo?", tras consultar el calendario le responderá: "Señor, estamos a catorce de marzo". Desde entonces la advertencia del agorero ha servido como metáfora y punto de partida para diferentes parábolas sobre el poder.
Suetonio llena su crónica de presagios: "En un sepulcro que guardaba, según decían, los restos de Capys, fundador de Capua, encontraron una plancha de bronce que conservaba en caracteres y palabras griegas la siguiente inscripción: Cuando se descubran las cenizas de Capys, un descendiente de Iulo perecerá a manos de sus deudos, pero no tardará en ser vengado por las desgracias de Italia y para que no se crea que esto es fábula inventada a capricho, citaré en mi apoyo a Cornelio Balbo, intimo amigo de César. Pocas fechas antes de su muerte supo que los caballos consagrados por él a los dioses antes de pasar el Rubicón, y que habían dejado vagar sin amo, se negaban a comer y lloraban; por su parte, el arúspice Spurinna le advirtió, durante un sacrificio, que se guardase del peligro que le amenazaba para los idus de marzo."
Esta es la carta que escribe Calpurnia* a su hermana Lucía precisamente el 15 de marzo, en la novela Los idus de marzo, de Thornton Wilder:
Cada día, antes de su marcha, se hace más preciado. Me da vergúenza no haber comprendido antes más claramente la fortaleza que requiere la vida de la mujer de un soldado.
Ayer por la tarde comimos con Lépido y Sextilia. Cicerón estaba allí y la reunión fue muy alegre. Más tarde, mi marido dijo que nunca había sentido tanta amistad por Cicerón, ni había notado tanto la que Cicerón le tenía; y eso, a pesar de que se hostigaban mutuamente con tal agudeza que Lépido ya no sabía adónde mirar. Mi marido hizo un relato de la revolución de Catilina como si hubiera sido una revolución de ratones contra un gato aburrido llamado Cicerón. Se levantó de la mesa y recorrió la habitación buscando en los rincones donde no había nada. Sextilia se rió tanto que le dio dolor de costado.
Encuentro cada día un marido nuevo.
Nos marchamos pronto, antes de oscurecer. Mi marido me preguntó si le permitía mostrarme algunos lugares a los que tenía cariño. Como puedes figurártelo, me asustaba ir por las calles, pero he aprendido a no acuciarle para que tome precauciones. Sé que se da perfecta cuenta del peligro y que se arriesga con pleno conocimiento de causa. Iba andando al lado de mi litera, seguido por unos pocos guardias. Llamé su atención hacia un etíope enorme que parecía también irnos siguiendo. Me explicó que había prometido a la reina de Egipto que nunca haría objeción alguna a la presencia de ese acompañante, que, desde entonces, aparece y desaparece misteriosamente; a veces se pasa toda la noche delante de nuestra casa y a veces le sigue durante tres días seguidos. En verdad, es una figura aterradora, pero mí marido parece tenerle mucha afición y continuamente le iba dirigiendo observaciones.
Se levantó mucho viento que pronto había de convertirse en tormenta. Bajamos la colina hasta el Foro, deteniéndonos, querida Lucía, aquí y allá para recordar algún momento de la Historia o de su propia vida... ¡Cómo apoya las manos en las cosas que ama y cómo me mira a los ojos para estar seguro de que estoy compartiendo sus recuerdos! Entramos en más de una calleja oscura, y apoyó la mano en la casa en que estuvo viviendo diez años de joven. Estuvimos parados al pie del Capitolio. Hasta cuando estalló la tormenta, y las gentes que pasaban volaban ante nosotros como hojas, él no quiso apresurar el paso. Me hizo beber agua de la fuente de Rea (que tenía fama de asegurar la fecundidad). ¿Cómo puedo ser la más feliz de las mujeres y, al mismo tiempo, estar tan llena de presentimientos?
Nuestro viajecito no fue cuerdo. Ambos pasamos una noche angustiosa. Yo soñé que el frontón de la casa se había desprendido en la tormenta y había caído sobre el pavimento. Al despertar, le encontré a mi lado gimiendo. Despertó, me abrazó y pude oír el latir precipitado de su corazon.
¡Ay, que los dioses inmortales velen sobre nosotros!
Esta mañana no se siente bien. Estaba ya completamente vestido y pronto a salir para el Senado cuando cambió de opinión. Volvió a su escritorio durante un momento y allí se quedó dormido, cosa que sus secretarios me dicen no le ha ocurrido nunca.
Ahora, despertó y se ha marchado después de todo.
Al final de su carta confiesa que se avergüenza de la misma por ser "tan de mujer". En cuanto a la novela de Manfredi, es así como describe el asesinato de Julio César:
Era la segunda y definitiva señal. Casca, que se había colocado detrás de César, asestó el golpe.
César dio un grito.
El rugido del león herido retumbó en la sala y en el exterior.
Gritó: «¡Es un ataque!» y antes de que el puñal lo golpeara torció el busto empuñando el estilo para traspasar el brazo del atacante. La mano de Casca tembló y el segundo golpe le hirió solo de refilón. Pero no tenía ya escapatoria: hacia dondequiera que César se volviese veía un puñal esgrimido contra él.
Todo el Senado se encendió de gritos.
La saga sobre Roma de la escritora australiana Colleen McCullough comprende siete títulos, de los cuales el sexto, The October Horse, según su traducción El caballo de César, publicado en 2002, es el que comprende este famoso pasaje histórico.
A manera de colofón, la película con el título original en inglés Los idus de marzo -que es tal como se le conoce en España, en tanto que en México se le rebautizó Poder y traición y Secretos de estado en Argentina-, dirigida, protagonizada y coescrita por Gorge Clooney, se basa en una pieza escénica: Farragut North, de Beau Willimon. Su adaptación, al igual que la obra que la inspira, se ubica en un contexto contemporáneo y tampoco se relaciona con el asesinato de Julio César. Decidieron aprovechar el célebre diálogo en la tragedia de Shakespeare con una clara intención alegórica.
Jules Etienne
* Calpurnia Pisonis fue la tercera y última esposa de Julio César.
La ilustración corresponde a La muerte de Julio César (1798), de Vincenzo Camuccini.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario