"No se preocupen, (...) Por más que estemos en el noveno mes, tengo entendido que mañana es el equinoccio."
(Fragmento del capítulo 50)
Puerta corrediza
Se oyeron los sonidos de los guardianes que abrían la
puerta y se marchaban. Cuando oyó que los demás hombres entraban y se tendían,
pidió que acercaran su carruaje a las puertas dobles. Entonces tomó en brazos a
la muchacha y la subió al vehículo. Sus damas de honor estaban horrorizadas.
¡Aquello era demasiado repentino!
- Pero, mi señor
-protestaron-, ¡es el noveno mes!* ¡Eso no está bien! ¿Qué está haciendo?
La monja Ben no
había previsto que él pudiera comportarse así, y se sentía muy ofendida, pero
hizo lo que pudo por tranquilizar a las mujeres.
- Es evidente
que su señoría tiene sus propios planes -les dijo-. No se preocupen, por
favor. Por más que estemos en el noveno mes, tengo entendido que mañana es el
equinoccio -era el decimotercer día del mes.
- Ahora no puedo
ir contigo -le dijo ella-. La princesa podría enterarse de que he estado en la
Ciudad, y sería una extremada falta de tacto por mi parte que regresara sin
decírselo.
- Preferiría que
te disculparas más tarde -insistió el comandante, azorado al pensar que alguien
pudiera informar tan pronto a la princesa-. Además, necesitaré tu ayuda cuando
estemos allí. ¿Me hará también alguien más el favor de venir? -añadió.
La monja subió
al carruaje con Jijû, que tenía una intimidad especial con su señora. El aya,
la muchacha paje que había ido con Ben y las demás se quedaron atrás, llenas de
asombro.
Ben supuso que
no irían muy lejos, pero resultó que se dirigían a Uji. El comandante había
convenido un cambio de bueyes a mitad del camino. Al amanecer abandonaron la
orilla del río Kamo y llegaron al Hôshôji. Ahora que, a la luz del amanecer,
Jijû distinguía mejor al comandante, el necesario decoro no impidió que le
mirase sin recato, pasmada de admiración.
En cuanto a la
joven, yacía de bruces, aturdida por la conmoción del inesperado viaje.
Murasaki Shikibu (Japón, siglo XI. Probablemente 978-1014).
* Según la tradición, se le consideraba un mes adverso para contraer matrimonio.
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