Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

viernes, 14 de febrero de 2020

Febrero: PAÍS DE NIEVE, de Yasunari Kawabata


(Fragmento que alude al Festival de los Pájaros, el 14 de febrero)

Lo primero que había atraído la atención de Shimamura al bajar del tren era ese manto plateado que cubría las laderas de la montaña. A lo lejos parecía un espejo de agua que reflejaba la luz de la tarde. Ya estoy aquí, había pensado él al contemplarlo. Pero los manojos que cargaban aquellas campesinas parecían de una clase completamente diferente. Los largos tallos bamboleantes casi ocultaban a sus portadoras y sus penachos parecían peinar las rocas que se alzaban a la vera del camino. En la luz exangüe de la recepción, vio una polilla enorme desovando en el perchero de laca negra y oyó el repiquetear de los insectos contra las paredes de papel de los faroles. Ése era el sonido del atardecer en aquella época del año.

Komako llegó tarde y lo contempló largamente desde la entrada de la habitación.

- ¿Para qué has vuelto?

- He venido para verte.

- No es cierto. Por eso me disgusta la gente de Tokio: porque siempre está mintiendo. -Cuando se sentó pareció suavizarse un poco. - Nunca más despediré a alguien. No puedo explicarte lo que fue para mí verte partir.

- La próxima vez me iré sin avisarte.

- No me refiero a eso. Me refiero a ir a la estación.

- ¿Qué pasó con Yukio?

- Murió, qué te pensabas.

- ¿Mientras estabas despidiéndome?

- Pero ésa no fue la causa. No tenía idea de que podía detestar tanto las despedidas.

Shimamura asintió en silencio.

- ¿Dónde estabas el 14 de febrero? Te estuve esperando. La próxima vez sabré no dar crédito a tus palabras.

El 14 de febrero se celebraba el Festival de los Pájaros, una fiesta infantil tradicional en los pueblos de montaña. Durante los diez días anteriores al festival, los niños de cada aldea tallaban pequeños bloques de nieve y construían con ellos un palacio de seis metros de lado y casi cuatro metros de alto. Como el Año Nuevo se festejaba allí a comienzos de febrero, los ornamentos tradicionales seguían colgando de todas las puertas de la aldea. El día 14 los niños los retiraban y los quemaban en una gran hoguera delante del palacio de hielo. Se deslizaban desde el resbaladizo techo, saltaban, jugaban y cantaban la Canción de los Pájaros, y luego pasaban la noche dentro del palacio. La celebración terminaba a la mañana siguiente, cuando volvían a trepar al techo y cantaban la Canción de los Pájaros otra vez.

Era la época de más nieve y Shimamura le había prometido a Komako estar para el festival.

- Me tomé una pequeña vacación para esas fechas. Estaba segura de que vendrías, al menos para el 14, y volví expresamente. Podría haberme quedado a cuidar mejor de ella si hubiese sabido que no venías.

- ¿Quién se enfermó?

- La maestra de música. Se pescó una neumonía en la costa. En cuanto me llegó el telegrama partí a cuidarla.

- ¿Y se curó?

- No.

- Lo lamento —dijo Shimamura ambiguamente. Sus palabras podían aludir a la enferma o a su promesa incumplida, y no hizo nada para aclararlo.

Komako sacudió la cabeza con un movimiento ausente y luego pasó su pañuelo por la mesa. Una nube de minúsculos insectos muertos cayó al piso. Varias polillas aleteaban en torno a la lámpara y muchos insectos más cargaban el aire nocturno afuera.


 Yasunari Kawabata (Japón, 1899-1972). Obtuvo el premio Nobel en 1968.

(Traducido al español por Juan Forn).

La ilustración corresponde a Yukinori en la prefecura de Niigata, conocida como "la  espalda de Japón".

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