"Luego, por hilos invisibles y sueltos en el aire como una cabellera, descienden copos de pluma, copos de espuma."
¡Cae la noche sobre la nieve!
Todos hemos pensado alguna vez
o alguien -yo mismo- lo piensa ahora
por quienes no sabe que un día lo pensaron ya,
que las sombras que forman la noche de todos los días
caen silenciosas, furtivas, escondiéndose
detrás de sí mismas, del cielo:
copos de sombra.
Porque la sombra es la nieve oscura,
la impensable callada nieve negra.
¡Cae la nieve sobre la noche!
¡Qué luz de atardecer increíble,
hecha del polvo más fino
llena de misteriosa tibieza,
anuncia la aparición de la nieve!
Luego, por hilos invisibles
y sueltos en el aire como una cabellera,
descienden
copos de pluma, copos de espuma.
Y algo de dulce sueño,
de sueños sin angustia,
infantil, tierno, leve
goce no recordado
tiene la milagrosa
forma en que por la noche
caen las silenciosas
sombras blancas de nieve.
¡Cae la noche sobre la nieve!
Todos hemos pensado alguna vez
o alguien -yo mismo- lo piensa ahora
por quienes no sabe que un día lo pensaron ya,
que las sombras que forman la noche de todos los días
caen silenciosas, furtivas, escondiéndose
detrás de sí mismas, del cielo:
copos de sombra.
Porque la sombra es la nieve oscura,
la impensable callada nieve negra.
¡Cae la nieve sobre la noche!
¡Qué luz de atardecer increíble,
hecha del polvo más fino
llena de misteriosa tibieza,
anuncia la aparición de la nieve!
Luego, por hilos invisibles
y sueltos en el aire como una cabellera,
descienden
copos de pluma, copos de espuma.
Y algo de dulce sueño,
de sueños sin angustia,
infantil, tierno, leve
goce no recordado
tiene la milagrosa
forma en que por la noche
caen las silenciosas
sombras blancas de nieve.
Xavier Villaurrutia (México, 1903-1950).
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