(Párrafo que alude al invierno en el mes de febrero)
Los dos hombres se pusieron a tratar de su asunto. Leo había llevado a Salzman al único sitio claro del cuarto, una mesa junto a una ventana que miraba a la ciudad alumbrada por los faroles. Estaba sentado junto al agente, pero de cara a éste, intentando reprimir, con un acto de voluntad, el desagradable cosquilleo que notaba en su garganta. Salzman abrió impaciente su cartera y quitó una floja cinta de goma de un paquetito de tarjetas muy manoseadas. Al separarlas y examinarlas, ademán y ruido que molestaron físicamente a Leo, el estudiante aparentaba no mirar, absorto en lo que se veía a través de la ventana. Pese a estar todavía en febrero, el invierno iba a concluir, hecho que advertía por primera vez en muchos años. Veía ahora, con la boca medio abierta, que la pálida y redonda luna atravesaba, en lo alto del cielo, una nube parecida a un corral, donde una gallina gigantesca la engullía para devolverla luego como el ave que pone un huevo. Aunque fingía estar ocupado en leer tarjetas a través de los cristales de sus gafas, que se había calado un momento antes, Salzman lanzaba miradas de cuando en cuando, con disimulo, al noble rostro del joven, contemplando con agrado la nariz larga y severa del estudiante, los ojos pardos cargados de saber, los labios a la vez ascéticos y sensuales, las hundidas y morenas mejillas. Paseó la vista por las estanterías llenas de libros y soltó un suave suspiro de contento.
Bernard Malamud (Estados Unidos, 1914-1986).
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