Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

sábado, 12 de octubre de 2013

Exilio: EXILIADOS, de James Joyce


(Fragmento del tercer acto)

Richard (Pasa una página): ¡Ah, sí, aquí está! Un irlandés distinguido. (Comienza a leer con voz bastante elevada y áspera). No es uno de los menos fundamentales de los problemas con los que se enfrenta nuestra patria plantearse qué actitud adoptar para con aquellos de sus hijos que, habiéndola abandonado en su hora crítica han sido llamados de nuevo ahora a ella, en vísperas de su tan largamente esperada victoria; a ella, a quien por fin han aprendido a amar en la soledad y en el exilio. Hemos dicho en el exilio, mas nos vemos obligados a hacer una distinción. Existe un exilio económico y otro espiritual. Hay quienes la abandonaron para procurarse el pan que sustenta a los hombres, y hay otros, sí, sus hijos más favorecidos, que la abandonaron para buscar en otras tierras ese alimento del espíritu que mantiene viva a una nación de seres humanos. Quienes evoquen la vida intelectual del Dublín de hace una década, tendrán muchos recuerdos del señor Rowan. Algo de aquella fiera indignación que laceraba el corazón...

 
James Joyce (Irlanda, 1882-1941)

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