Lolita, de Vladimir Nabokov, se publicó por primera vez en 1955. En la indispensable recopilación de ensayos literarios La verdad de las mentiras, de Mario Vargas Llosa, se encuentra un capítulo dedicado a Lolita, escrito en enero de 1987, es decir, cuando el libro recién había rebasado los treinta años de su aparición gracias a la editorial parisina Olympia Press que, como explica el autor al principio de su crónica: "publicaba libros en inglés y se había hecho célebre por el número de juicios y decomisos de que había sido víctima, acusada de obscenidad y de atentar contra las buenas costumbres. (Su catálogo era un disparatado entrevero de pornografía barata y genuinos artistas como Henry Miller, William Borroughs y J. P. Donleavy). La novela apareció en 1955 y un año después fue decomisada por el ministro francés del Interior. Para entonces ya había circulado profusamente -Graham Greene dasató una polémica proclamándola el mejor libro del año- y la rodeaba esa aureola de de la que nunca se ha podido desprender y que, en cierto sentido, pero no en el que habitualmente se entiende, merece ."
Vargas Llosa señala entre sus méritos el que en muy poco tiempo logró universalizar el término "lolita", aplicable a "la niña-mujer emancipada sin saberlo y símbolo inconsciente de la revolución de las costumbres contemporáneas." Y luego aclara sobre el concepto acuñado por Nabokov: "La nínfula (término que por una razón acústica carece de toda la ambigüedad perversa e incitante del neologismo original: the nymphet) no nació con el personaje de Nabokov. Existía, qué duda cabe, en los sueños de los pervertidos y en las ansias, ciegas y trémulas, de las niñas inocentes, y la evolución de los hábitos y la moral la iba cuajando, irresistiblemente. Pero gracias a la novela, perdió su semblante vago y se corporizó, abandonó su clandestinidad nerviosa y ganó derecho de ciudad."
El propio Nabokov lo expresa de esta manera en la novela: "Ahora creo llegado el momento de presentar al lector algunas consideraciones de orden general. Entre los límites de los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o más veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica (o sea demoníaca); propongo llamar «nínfulas» a esas criaturas escogidas."
Vargas Llosa también ubica similitudes entre las obras que define como esencialmente literarias de Nabokov y de Jorge Luis Borges, por el hecho de que las construyeron "a partir de las literaturas preexistentes y de un exquisito refinamiento intelectual y verbal." Lo que da paso a una reflexión posterior: "Yo no estoy seguro de que Nabokov haya inventado esta historia con intenciones simbólicas. Mi impresión es que en él, como en Borges, había un escéptico, desdeñoso de la modernidad y de la vida, a las que ambos observaban con ironía y distancia desde un refugio de ideas, libros y fantasías en el que permanecieron amurallados, distraídos del mundo gracias a prodigiosos juegos de ingenio que diluían la realidad en un laberinto de palabras y de imágenes fosforescentes. En ambos escritores, tan afines en su manera de entender la cultura y practicar el oficio de escribir, el arte eximio que crearon no fue una crítica de lo existente sino una manera de descarnar a la vida, disolviéndola en un fulgurante espejismo de abstracciones."
Lolita, que "era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita", tenía más de treinta años cuando Vargas Llosa se dio a la tarea de analizarla, y hoy, tomando como punto de partida el ya lejano 1955, tiene 57 años, con los sesenta a la vuelta de la esquina.
Concluía entonces Vargas Llosa: "Sí, cumplidos los treinta, Dolores Haze, Dolly, Lo, Lolita, sigue fresca, equívoca, prohibida, tentadora, humedeciendo los labios y acelerando el pecho de los caballeros que, como Humbert Humbert, aman con la cabeza y sueñan con el corazón."
Jules Etienne