Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

sábado, 15 de diciembre de 2012

Páginas ajenas: EN DEFENSA DE LA ENVIDIA, de Sealtiel Alatriste


Crónica de la verdadera muerte de Lupe Vélez

(Fragmento inicial)

Mi único instante de gloria es un recuerdo o, si se quiere, un recuerdo que proyectado hacia el futuro resulta glorioso, pues yo, Uriel Eduardo Alatriste, como todos los mortales tuve un primer amor, pero al contrario de muchos mortales, el mío fue con un mito, con la Afrodita azteca, con The Mexican Spitfire, nada más y nada menos que con Lupe Vélez.

Ahora todo el mundo sabe que Lupe fue una envidiosa de lo peor, pero entonces, cuando se inició nuestro romance, nadie tenía la menor idea de que un cuerpecito tan redondo y suculento como el de ella fuera capaz de almacenar tanta envidia. Tengo una foto en la que (sentada frente a un tocador, vestida con un camisón transparente, de espaldas a la cámara, su rostro se refleja en un espejito de mano) muestra su portentosa anatomía. La dedicatoria es un insulto y prueba que, además de envidiosa, en los años en que dejé de verla se dejó crecer en vanidad sin límites: “Para que veas lo que te perdiste”. Alude a nuestro romance, cuando todavía se llamaba Guadalupe Villalobos y no era famosa; cuando nos íbamos dizque a platicar a la sombra del ahuehuete que estaba en la esquina de casa de su abuelito, y yo le sobaba los senos mientras ella me contaba la película que había visto esa tarde, mezclando la anécdota con descripciones casi pornográficas de los hombres que habían aparecido en la pantalla, y, para variar, terminábamos haciéndonos promesas de matrimonio, pidiéndonos que no nos fijáramos ni en otros hombres ni en otras mujeres, medio jadeantes, sin que yo hubiera acabado de comprender nada de lo que me había contado.


Sealtiel Alatriste (México, 1949)

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