Aquí yacen en silencio, bajo montones de piedras,
pulsiones derramadas con el último delirio;
al final, los sueños serán ceniza
como los hombres que los soñaron.
Largas fueron las auroras, breve el ocaso,
infinito el cielo sin estrellas
oscuridad sin tiempo, voluntad traicionada,
habremos de morir cuando se haya agotado el amor
y no alcancemos a escuchar su voz,
su eco será el lamento de los días
confundido entre las huellas que deje el viento.
Un ángel de polvo cubrirá los nombres,
mantendrá en secreto palabras dichas
y el ansia malograda de las que debieron decirse.
La vida llega desnuda, también se irá desnuda,
el deseo y la muerte son una misma paradoja.
Jules Etienne
La ilustración corresponde a una fotografía de Onkel Wart.
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