"... apareció la luna, enorme, roja, recortando primero los campanarios..."
(Fragmento)
Estaba la
noche clara y fría. Mientras subían la ladera hacia el alto de la Vela apareció
la luna, enorme, roja, recortando primero los campanarios, los alzados
irregulares de las paredes más altas, y, allá atrás, el rebaje del monte que
tantos trabajos causó y tanta pólvora había consumido. Y Baltasar dijo, Mañana
voy a ver cómo está la máquina, han pasado seis meses desde la última vez, Iré
contigo, No vale la pena, salgo temprano, si no tengo mucho que remendar estaré
de vuelta por la noche, es mejor ir ahora, después empiezan las fiestas de la
consagración, y si le da por llover quedan imposibles los caminos, Ten cuidado,
No te preocupes, a mí no me asaltan ladrones ni me muerden lobos, No hablo de
ladrones ni de lobos, Entonces, de qué, Hablo de la máquina, Siempre me dices
que vaya con cuidado, más cuidado no puedo tener, Tengámoslo todos, no te
olvides, Calma, mujer, que mi día no ha llegado aún, No me calmo, porque ése es
día que llega siempre.
Habían subido
a la gran explanada ante la iglesia, cuyo cuerpo rompía la línea del suelo,
cielo arriba aislado de la restante obra. Lo que había de ser palacio era
todavía, y apenas, piso de tierra a un lado y otro, donde se ven unas
construcciones de madera que servirán para las ceremonias que allí van a
celebrarse. Parecía imposible que tantos años de trabajo, trece, mostraran tan
poco resultado, una iglesia inacabada, un convento que, en las dos alas, está
levantado hasta el segundo piso, el resto poco más que la altura de los
portales del primero, en total cuarenta celdas acabadas, en vez de las
trescientas que hay que hacer. Parece poco y es mucho, si no demasiado. Una
hormiga va a la era y coge una pajita. De allí al hormiguero hay diez metros,
menos de veinte pasos de hombre. Pero quien va a llevar la paja es una hormiga,
no un hombre. Pues bien, el mal de esta obra de Mafra es haber puesto en ella
hombres a trabajar y no gigantes, y si con estas y otras obras pasadas y
futuras se quiere probar que también el hombre es capaz de hacer trabajo de
gigantes, entonces acéptese que tarde el tiempo que tardan las hormigas, todas
las cosas tienen que ser entendidas en su justa proporción, los hormigueros y
los conventos, la losa y la pajita.
José Saramago (Portugués fallecido en España, 1922-2010).
Obtuvo el premio Nobel en 1998.
(Traducido al español por Basilio Losada).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario