La luna roja, el viento, tu color
de mujer del Norte, la extensión de nieve...
Mi corazón está en estas praderas,
en estas aguas anubladas por las nieblas.
He olvidado el mar, la grave
caracola que alientan los pastores sicilianos,
las cantilenas de los carros por los caminos
donde el algarrobo tiembla en el humo de los rastrojos,
he olvidado el paso de las garzas y las grullas
en el aire de verdes altiplanos
por las tierras y los ríos de Lombardía.
Pero el hombre grita dondequiera la suerte de una patria.
Y ya nadie me llevará al sur.
Oh, el Sur está cansado de arrastrar muertos
a la orilla de los pantanos de malaria,
cansado de soledad, cansado de cadenas,
cansado de su boca
por todas las blasfemias de todas las razas
que han aullado muerte con el eco de sus pozos,
que han bebido la sangre de su corazón.
Por eso sus chiquillos regresan a los montes,
apremian a los caballos bajo mantos de astros,
comen flores de acacia en las huellas
de nuevo rojas, todavía rojas, todavía rojas.
Y ya nadie me llevará al Sur .
Y esta tarde cargada de invierno
es aún nuestra, y te repito
mi absurdo contrapunto
de dulzura y de furores,
un lamento de amor sin amor.
Salvatore Quasimodo (Italia, 1901-1968). Obtuvo el premio Nobel en 1959.
(Traducido al español por Marco Antonio Campos).
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