"Era la luna llena, roja sobre su palidez, que surgía de las olas como una flor gigantesca..."
(Fragmento del capítulo XI)
(Fragmento del capítulo XI)
- ¡Mira qué hermosura! -exclamó Gertrudis una tarde, al ocaso, en que estaban sentados frente al mar.
Era la luna llena, roja sobre su palidez, que surgía de las olas como una flor gigantesca y solitaria en un yermo palpitante.
Era la luna llena, roja sobre su palidez, que surgía de las olas como una flor gigantesca y solitaria en un yermo palpitante.
- ¿Por qué le habrán cantado tanto a la luna los poetas? -dijo Ramiro-; ¿por qué será la luz romántica y de los enamorados?
- No lo sé, pero se me ocurre que es la única tierra, porque es una tierra... que vemos sabiendo que nunca llegaremos a ella .... es lo inaccesible... El sol no, el sol nos rechaza; gustamos de bañarnos en su luz, pero sabemos que es inhabitable, que en él nos quemaríamos, mientras que en la luna creemos que se podría vivir y en paz y crepúsculo eternos, sin tormentas, pues no la vemos cambiar, pero sentimos que no se puede llegar a ella... Es lo intangible...
- Y siempre nos da la misma cara..., esa cara tan triste y tan seria..., es decir, siempre ¡no!, porque la va velando poco a poco y la oscurece del todo y otras veces parece una hoz...
- Sí -y al decirlo parecía como que Gertrudis seguía sus propios pensamientos sin oír los de su compañero, aunque no era así––; siempre enseña la misma cara porque es constante, es fiel. No sabemos cómo será por el otro lado..., cuál será su otra cara...
- Y eso añade a su misterio...
- Puede ser..., puede ser... Me explico que alguien anhele legar a la luna..., ¡lo imposible!..., para ver cómo es por el otro lado..., para conocer y explorar su otra
cara...
- La oscura...
- ¿La oscura? ¡Me parece que no! Ahora que esta que vemos está iluminada la otra estará a oscuras, pero o yo sé poco de estas cosas o cuando esta cara se oscurece del todo, en luna nueva, está en luz por el otro, es luna llena de la otra parte...
- ¿Para quién?
- ¿Cómo para quién?
- Sí, que cuando el otro lado alumbra, ¿para quién?
- Para el cielo, y basta. ¿O es que a la luna la hizo Dios no más que para alumbrarnos de noche a nosotros, los de la tierra? ¿O para que hablemos estas tonterías?
- Pues bien, mira, Tula...
- ¡Rosita!
Y no le dejó comentar la intangibilidad y la plenitud de la luna.
Miguel de Unamuno (España, 1864-1936).
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