Los tres mosqueteros en la estación Alexandre Dumas del metro de París.
Julio Cortázar jamás negó su particular inclinación por la novela de Dumas al grado de que visitaba sus páginas con regularidad. En una entrevista aseguraba: "Casi nunca releo la gran literatura, aunque confieso la relectura periódica de Los tres mosqueteros y de mis Julio Verne preferidos."
El alguna ocasión, se refirió a su infancia como una época estimulada por el universo ficticio que le obsequiaba la literatura: "Yo pienso que eso también puede venir de una ilusión infantil. Mis recuerdos son muy claros en este sentido: a los siete, ocho o nueve años, la lectura de un libro, de una novela, sucedía en otra época, en otro tiempo, con otras costumbres, y en una geografía totalmente distinta de la argentina. Yo la vivía, la absorbía con una tal pasión que creo que eso era una especie de gimnasia mental que me desligaba, durante el tiempo de la lectura, de una manera absoluta, de la circunstancia que me rodeaba. Un niño que en el pueblo de Banfield está en quinto año de la escuela primaria se encuentra de tal manera absorbido, sometido y entregado a la acción de la novela, hay una tal empatía y tal contacto con la lectura que cada vez que oía la voz de una tía que gritaba "Julio, vení que es la lección de piano", o "Julio, andá a bañarte", experimentaba un sentimiento de pérdida, de desencanto. En ese momento yo tenía que cerrar el libro y abandonar a los personajes con los que había estado: D'Artagnan, Athos, Aramís. Yo estaba metido en ese mundo de Los tres mosqueteros, absolutamente fascinante."
Al final de su novela Los premios aparece una nota que advierte: "Por último, sospecho que este libro desconcertará a aquellos lectores que apoyan a sus escritores preferidos, entendiendo por apoyo el deseo y casi la orden de que sigan por el mismo camino..." Más tarde ampliaría la explicación recurriendo, de nueva cuenta, al ejemplo de Los tres mosqueteros:
"Sí, hay un cierto tipo de lector que espera siempre de un novelista que continúe incluso una línea argumental, de la misma manera que algunos lectores de Alejandro Dumas esperaban siempre una especie de continuación de la aventura de Los tres mosqueteros. Es la gente a la que no le gustan las sorpresas y quiere estar siempre en terreno conocido. Como escritor, siempre me he rebelado contra esa idea. Porque soy el primero en no estar satisfecho con una especie de continuación o variaciones sobre el mismo tema. La experimentación y el cambio para mí, en todo caso, son fundamentales."
De tal manera que resulta congruente el hecho de que las alusiones tanto a la obra como de sus célebres protagonistas, se hayan repetido en diversas ocasiones en los textos autoría del propio Cortázar. Como es el caso de Clone, que forma parte de Queremos tanto a Glenda:
"Yo te entiendo, suspira Lucho, es cierto, es cierto, el canto y la vida y hasta los pensamientos eran una sola cosa en ocho cuerpos. ¿Cómo los tres mosqueteros, pegunta Paola, todos para uno y uno para todos?"
Con el mismo tono coloquial los vuelve a referir en el capítulo 29 de su novela Los premios:
" - Y así ocurrió que los tres mosqueteros, que esta vez no eran cuatro, fueron por popa y volvieron trasquilados -dijo Paula-. Cuando usted quiera, Nora, nos damos una vuelta nosotras dos y en todo caso agregaremos a la novia de Presutti para componer un número sagrado. Seguro que no paramos hasta las hélices."
Cabría aquí una breve digresión, ya que, en efecto, siempre se ha cuestionado que la novela llevase el título de Los tres mosqueteros, cuando junto con D'Artagnan sumaban cuatro, como se establece en el capítulo introductorio de El club Dumas, de Arturo Pérez Reverte:
"El juez volvió a echarle otra ojeada al cadáver. El agente de las huellas digitales se levantaba con el libro en las manos.
- Es curioso lo de esa página.
El policía alto se encogió de hombros.
- Yo leo poco —dijo—. Pero el tal Porthos era uno de esos personajes, ¿no?… Athos, Porthos, Aramis y d’Artagnan —contaba con el pulgar sobre los dedos de una mano y al concluir se detuvo, pensativo—. Tiene gracia. Siempre me he preguntado por qué se les llama los tres mosqueteros, si en realidad eran cuatro."
"El juez volvió a echarle otra ojeada al cadáver. El agente de las huellas digitales se levantaba con el libro en las manos.
- Es curioso lo de esa página.
El policía alto se encogió de hombros.
- Yo leo poco —dijo—. Pero el tal Porthos era uno de esos personajes, ¿no?… Athos, Porthos, Aramis y d’Artagnan —contaba con el pulgar sobre los dedos de una mano y al concluir se detuvo, pensativo—. Tiene gracia. Siempre me he preguntado por qué se les llama los tres mosqueteros, si en realidad eran cuatro."
Ya para concluir, este párrafo que corresponde al texto Un Julio habla de otro Julio, en el volumen de relatos La vuelta al día en ochenta mundos:
"Cosas como ésa le han ocurrido muchas a Julio, pero mi estima se basa sobre todo en la forma en que se posesionó poco a poco de un excelente piso situado nada menos que en una casa de la rue de Beaune donde vivieron los mosqueteros (todavía pueden verse los soportes de hierro forjado en los que Porthos y Athos colgaban las espadas antes de entrar en sus habitaciones, y uno imagina a Constance Bonacieux mirando tímidamente, desde la esquina de la rue de Lille, las ventanas de las cuales D’Artagnan soñaba quimeras y herretes de diamantes)."
Cortázar radicó la mayor parte de su vida y murió en París. Era entonces, por decirlo a la manera de Dumas, una especie de mohicano -o cronopio- de París.
Jules Etienne
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