Regresa la primavera a Vancouver.

sábado, 28 de octubre de 2023

Eclipse solar: ALBA DEL NIHILISMO, de Jean Paul

"... en aquel vacío cielo nocturno busqué el sol y creí que un eclipse lo ocultaba. Los sepulcros estaban abiertos..."
 
Lamentación de Shakespeare muerto, en la iglesia, rodeado de oyentes muertos, en donde se proclama que Dios no existe
 
(Fragmento)

De joven, muchas veces oí que a las once de la noche, cuando estamos sumergidos en un profundo sueño, los muertos se levantan del sepulcro y remedan en la iglesia el oficio divino de los vivos; por eso yo, en aquellos días, cuando se hacía tarde contemplaba de muy mala gana los altos ventanales de la iglesia y el resplandor de la luna que relucía en ellos.
 
- Ahora quiero contar un sueño que tuve; y es que yo creo en los sueños: es como si los sueños hiciesen llegar nuestra mirada a riberas lejanas, cubiertas de nubes, como si nos elevasen, separándonos del fragor de la cascada que ruge ahí abajo, hasta quietas alturas desde las cuales contemplar, de nivel en nivel, tanto el silencioso fluir de la vida como el cielo, que está por encima de la vida y también dentro de ella.
 
Soñé que me despertaba en un camposanto. Oí moverse los engranajes del reloj de la torre y dar las once -y en aquel vacío cielo nocturno busqué el sol, y creí que un eclipse lo ocultaba-. Los sepulcros estaban abiertos, así como las puertas de hierro del osario; sobre los muros vagaban sombras que nadie proyectaba, y otras sombras se erguían en el aire. A veces, un fulgor relampagueante iluminaba los ventanales de la iglesia y dos notas disonantes, vibrando incesantemente, luchaban en su interior, pretendiendo en vano armonizarse. Sin darme cuenta, me vi empujado a la iglesia, en la que, tras el altar, resonaba, viviente, una voz honda y solitaria. Vi figuras descono- cidas, acuñadas por siglos antiguos, estremecidas: las más lejanas trepidaban con mayor violencia, deshaciéndose en sombras descoloridas; y tras el altar había una oscuridad vibrante, en la que las sombras se despedazaban -la asamblea de los muertos iba siendo progresivamente succionada por la oscuridad, que acababa por devorarlos-. En sarcófagos descubiertos yacían difuntos que dormían, como con el rostro invadido por vívidos sueños, y que a veces sonreían; pero quienes estaban despiertos no sonreían en absoluto. Muchos de ellos, expectantes, se volvieron hacia mí, entreabriendo los párpados; pero detrás de ellos no tenían ojos, y en la parte izquierda del pecho, en el sitio del corazón, había un agujero -estos seres, con un esfuerzo derrotado, querían aferrar algo en el aire, con lo que su brazo, alargándose, acababa por desgajarse y partirse en pedazos. En lo alto de la iglesia estaba colocado el cuadrante de la eternidad, en el que no había números ni manecillas, y que giraba sobre sí mismo; y, sin embargo, un dedo negro apuntaba a él, y los muertos se esforzaban por ver allí el tiempo.


Jean Paul: Johann Paul Friedrich Richter (Alemania, 1763-1825).

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