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sábado, 21 de octubre de 2023

Eclipse solar: DIVINA COMEDIA, de Dante Alighieri

"Si fuese cierto, se manifestaría en los eclipses de Sol, porque la luz de éste pasaría a través de la Luna..."
 
Paraíso
 
(Fragmento del Canto II)
 
- Verás de un modo cierto que tu creencia está basada en una idea falsa, si escuchas bien el argumento que voy a oponerte. La octava esfera os muestra muchas luces, las cuales puede verse que presentan aspectos diferentes así en calidad como en cantidad. Si esto fuera efecto solamente del enrarecimiento y la densidad, en todas ellas habría una sola e idéntica virtud, aunque distribuida en más o menos abundancia y proporcionalmente a sus respectivas masas. Siendo diversas las virtudes, necesariamente han de ser fruto de principios formales; y éstos, menos uno, quedarían destruidos por tu raciocinio. Además, si el enrarecimiento fuese la causa de aquellas manchas acerca de las cuales me preguntas, entonces o el planeta estaría en algunos puntos privado de su materia de parte a parte, o bien del modo que en un cuerpo alternan lo graso y magro, así el volumen de éste se compondría de hojas diferentes. Si fuese cierto lo primero, se manifestaría en los eclipses de Sol, porque la luz de éste pasaría a través de la Luna, como atraviesa por cualquier cuerpo enrarecido. Esto no es así; por lo tanto hemos de examinar el otro supuesto; y si llego también a anularlo, verás demostrado lo falso de tu opinión. Si ese cuerpo enrarecido no llega de un lado a otro de la Luna, es preciso que termine en algún punto donde su contrario no deje pasar la luz, y que el otro rayo reverbere desde allí, como el color se refleja en un cristal que está forrado de estaño. Pero tú dirás que el rayo aparece aquí más oscuro que en otras partes, porque se refracta desde mayor profundidad. De esta réplica puede librarte la experiencia, si haces uso de ella alguna vez, por ser la fuente de donde manan los arroyos de vuestras artes. Toma tres espejos: coloca dos de ellos delante de ti a igual distancia, y el otro un poco más lejos: después fija tus ojos entre los dos primeros. Vuelto así hacia ellos, dispón que a tu espalda se eleve una luz que ilumine los tres espejos, y vuelva a ti reflejada por todos; entonces, aun cuando la luz reflejada sea menos intensa en el más distante, verás que resplandece igualmente en los tres. Desvanecido ya el primer error de tu entendimiento, como a impulso de los cálidos rayos se desvanecen el color y el frío primitivos de la nieve, quiero mostrarte ahora una luz tan viva, que apenas aparezca sentirás sus destellos. Dentro del Cielo de la divina paz se mueve un cuerpo, en cuya virtud reside el ser de todo su contenido. El Cielo siguiente, que tiene tantas estrellas, distribuye aquel ser entre diversas esencias, distintas de él y que en él están contenidas. Los demás cielos, por varios y diferentes modos, disponen para sus fines aquellas cosas distintas que hay en cada uno, y sus influencias. Estos órganos del mundo van así descen- diendo de grado en grado, como ahora ves, de suerte que adquieren del superior la virtud que comunican al inferior. Repara bien cómo voy por este camino hacia la verdad que deseas, a fin de que después sepas por ti solo vencer toda dificultad. El movimiento y la virtud de las sagradas esferas deben proceder de los bienaventura- dos motores, como del artífice procede la obra del martillo. Aquel cielo, al que tantas luces hermosean, recibe forma y virtud de la inteligencia profunda que lo mueve, y se transforma en su sello. Y así como el alma dentro de vuestro polvo se extiende a los diferentes miembros, aptos para distintas facultades, así la inteligencia despliega por las estrellas su bondad multiplicada, girando sobre su unidad. Cada virtud se une de distinto modo con el precioso cuerpo a quien vivifica, y en el cual se infunde como en vosotros la vida. Por la plácida naturaleza de donde se deriva, esa virtud mezclada a los cuerpos celestes brilla en ellos, como la alegría en una pupila ardiente. De ella procede la diferencia que se observa de luz a luz, y no de los cuerpos densos y enrarecidos; ella es el principio formal que produce lo oscuro y lo claro, según su bondad.
 
Dante Alighieri (Italia, 1265-1321).

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