"Empezaba el otoño y el fin de los dorados meses."
(Fragmento del capítulo IX)
La mañana era magnífica, y algo en la atmósfera advertía el fin del largo verano de Venecia: una suave brisa marina agitaba las flores del jardín y extendía su soplo agradable hasta el palacio, menos cerrado y sombrío ahora que en vida de Juliana. Empezaba el otoño y el fin de los dorados meses. Con ellos terminaba también mi experimento, o terminaría al cabo de media hora, cuando tuviera la certeza de que en realidad mis sueños habían quedado reducidos a cenizas. Después de eso, sólo me restaría encaminarme a la estación; porque no podía considerar siquiera la posibilidad de quedarme allí, para actuar de guardián de una desvalida solterona. Si no había salvado los papeles, ¿qué obligación tenía yo hacia ella? Un poco perplejo, me pregunté hasta qué punto tendría que agradecer y en qué forma recompensar su gentileza, en el caso de que los hubiera salvado. ¿No me obligaría un servicio tal a su custodia? Si la perspectiva no me inquietó demasiado fue por considerar sumamente improbable tal eventualidad. En el caso de que Juliana no hubiera destruido ya su tesoro la noche que me sorprendió frente a su escritorio, lo habría hecho sin duda al día siguiente.
Henry James (Estadounidense nacionalizado inglés, 1843-1916).
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