Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

jueves, 22 de octubre de 2015

Venecia: LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell

"Venecia al alba, vista desde el puente del barco que me llevará hasta Chipre..."

Rumbo a un desprendimiento de tierras en el este
 
(Primeros párrafos)

Los viajes, como los artistas, nacen, no se hacen. Contribuyen a ellos un millar de distintas circunstancias, muy pocas de las cuales han sido deseadas o determinadas por la voluntad... a pesar de lo que podamos pensar al respecto. Surgen en forma espontánea de las exigencias de nuestra naturaleza, y los mejores nos conducen, no sólo hacia afuera, hacia el espacio, sino también hacia adentro. Los viajes pueden ser una de las formas más compensatorias de la introspección...
 
Estos pensamientos nacen en Venecia al alba, vista desde el puente del barco que me llevará hasta Chipre por entre las islas; una Venecia quebrada en mil reflejos del agua, fresca como una jalea. Era como si algún gran maestro enloquecido hubiese arrojado su caja de colores contra el cielo para cegar el ojo interno del mundo. Nubes y agua se mezclaban chorreando colores, fundiéndose, superponiéndose, licuándose, con agujas y techos y balcones flotando en el espacio, como los fragmentos de alguna vidriera de colores vistos a través de una docena de velos de papel de arroz. Fragmentos de historia rozados por los colores del vino, el alquitrán, la tierra ocre, el ópalo de fuego y el cereal maduro. Y el todo lavado a la vez en los bordes, con suavidad, para confundirse con el cielo del alba, tan tenue y circunspecta, azul como un huevo de paloma.
 
Lo retuve todo en el espíritu, con suavidad, como una pintura abstracta, acunándolo en mis pensamientos: todo el campamento de catedrales y palacios, sobre el nítido fondo del rostro de Stendhal, sentado para siempre en una silla de duro respaldo, en Florian, bebiendo sorbitos de vino; o sobre el de un Corvo, que revolotea como algún gigantesco murciélago sobre estas callejas hechizadas por la luz...
 
Las palomas invaden los campamentos. Oigo sus alas, al otro lado del agua, como el susurro de abanicos en un gran salón de baile de verano. También palpita el vaporetto del Gran Canal, con dulzura, como un pulso humano, vacilando y renovándose luego de cada vacilación que señala la etapa de un desembarco. Los palacios de vidrio de los Dogos son machacados en un mortero de cristal, filtrados a través de un prisma. En Chipre, Venecia nunca estará lejos de mí, porque el león de San Marcos sigue atravesando el aire húmedo de Famagusta, de Kirenia.

 
Lawrence Durrell (Inglés nacido en India y fallecido en Francia, 1912-1990)
 
(Traducido al español por Floreal Mazía)  

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