Roma, 24 de enero del año 41
La chanza no le alegró la expresión. En aquel tercer día de juegos palatinos, 24 del mes de enero, acababa de dar comienzo la pausa del mediodía. En la arena, los mozos arrastraban los cadáveres con las puntas de unos largos ganchos y recubrían con tierra limpia los regueros de sangre. Una tropa de enanos hacía gansadas. De las gradas populares, donde todos se quedan en sus puestos por miedo a no recuperarlos, brotaban carcajadas. La masa color de barro de esos espectadores pobres ascendía hasta el remate del gigantesco edificio.
Calígula pensó con amargura que había soñado con reconstruir Roma con aquel légamo. Los dioses no necesitaban a los hombres. O se era dios o no se era nada.
Paul-Jean Franceschini y Pierre Lunel (Francia, 1947)
La ilustración corresponde a la portada del libro en la edición de Anne Carriére.
La ilustración corresponde a la portada del libro en la edición de Anne Carriére.
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