Ahora que me encuentro inmerso en la lectura del ensayo de Michel Lamy sobre la simbología de la obras de Verne y su pertenencia a la Sociedad de la Niebla, la masonería y los rosacruces, me he animado a releer algunos pasajes de sus novelas más célebres y también he emprendido la lectura de otras que desconocía. Una de éstas es París en el siglo XX, la cual he disfrutado plenamente.
Los antecedentes de la misma, indican que fue escrita por Verne en 1863, después de Cinco semanas en globo, y fue rechazada por Hetzel, su editor, por considerar que la visión futurista que presentaba del París de 1960, era demasiado negativa. La carta en la que Hetzel le expresa su opinión ha sido plenamente difundida e incluso algunas ediciones de la novela la incluyen en el prólogo. La califica como periodismo menor, dice que el tema que aborda no es nada afortunado y en términos generales la acusa de ser una propuesta fallida producto de su inmadurez literaria. Le sugiere un nuevo intento por abordar el tema, cuando hubiesen transcurrido veinte años.
A diferencia de la novela rescatada de Dumas, que ya he mencionado en otra ocasión, esta obra de Verne nunca estuvo perdida ni tampoco fue póstuma. Permaneció guardada junto con otros manuscritos, en un baúl que fue heredado por una generación tras otra, hasta que a Jean Verne, bisnieto del autor -quien lo había recibido a la muerte de su padre, Jean Jules, en 1980-, contrató a un cerrajero para que lo abriera. En su interior sólo encontró papeles, los cuales procedió a guardar en una bolsa de plástico suponiendo que eran de su abuelo. Por fin, en 1991, se decidió a revisarlos y cayó en la cuenta de que pertenecían a su bisabuelo, por lo que los llevó con un experto en la obra de Verne, quien le confirmó que, en efecto, se trataba de la novela que Hetzel se había negado a editar y así fue como apareció publicada por primera vez en 1994. Más de un siglo después de haber sido concebida.
París en el siglo XX es un prodigio de anticipación -dicho esto sobre una obra de Verne no debería de parecernos excepcional-, pero en este caso más allá de sus habituales predicciones respecto a la tecnología, que nunca acaban de asombrarnos, le concede mayor importancia a su visión pesimista del futuro cultural de la humanidad. El desplazamiento de las artes y la filosofía abrumadas por una sociedad altamente tecnificada, provoca que los autores clásicos del siglo XIX, como Víctor Hugo o Balzac, sean ignorados, unos completos desconocidos en la Francia que retrata Verne.
Esta novela estaría emparentada con Farenheit 451, de Ray Bradbury y en ciertos momentos es reminiscente del cementerio de los libros olvidados que aparece en La sombra del viento, de Ruiz Zafón. Como novela de anticipación, no deja de recordarme El mundo feliz, de Huxley, otra de mis lecturas favoritas de la juventud.
Valdrá la pena que más adelante también me ocupe de enumerar las fantasías que Verne imagina en esta novela -menos conocida que sus viajes a la luna, al centro de la tierra, al fondo del mar o alrededor del mundo-, y que acabaron formando parte de la realidad cotidiana.
Jules Etienne
La ilustración corresponde a una de las serigrafías de Francois Schuiten,
creadas para la publicación de París en el siglo XX, por la Editorial Hachette.
La lectura de París en el siglo XX es posible en:
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