"... tu boca, tu vientre y tu dorso están abiertos para nosotros. En presencia nuestra, nunca tocarás tus senos: el corsé los levanta para indicar que nos pertenecen."
(Fragmento del capítulo I: Los amantes de Roissy)
- Aquí estarás al servicio de tus amos. Durante el día, harás las labores que te ordenen para la buena marcha de la casa, como: barrer, ordenar los libros, arreglar las flores o servir a la mesa. No serán más pesadas. Pero, a la primera palabra o a la primera señal, dejarás de hacer lo que estés haciendo para cumplir con tu primera obligación, que es la de entregarte. Tus manos no te pertenecen, ni tus senos, ni mucho menos ninguno de los orificios de tu cuerpo que nosotros podemos escudriñar y en los que podemos penetrar a placer. A modo de señal, para que tengas siempre presente que has perdido el derecho a rehusarte, en nuestra presencia, nunca cerrarás los labios del todo, ni cruzarás las piernas, ni juntarás las rodillas (como habrás observado que se te ha prohibido hacerlo desde que llegaste), lo que indicará a tus ojos y a los nuestros que tu boca, tu vientre y tu dorso están abiertos para nosotros. En presencia nuestra, nunca tocarás tus senos: el corsé los levanta para indicar que nos pertenecen. Durante el día, estarás vestida, levantarás la falda si se te ordena y podrá utilizarte quien quiera a cara descubierta -y como quiera- pero sin hacer uso del látigo. El látigo no te será aplicado más que entre la puesta y la salida del sol. Pero, además del castigo que te imponga quien lo desee, serás castigada por la noche por las faltas que hayas cometido durante el día: es decir, por haberte mostrado poco complaciente o mirado a la cara a quien te hable o te posea: a nosotros nunca debes mirarnos a la cara. Si el traje que usamos por la noche deja el sexo al descubierto no es por comodidad, que también podría obtenerse de otra manera, sino por insolencia, para que tus ojos se fijen en él y no en otra parte, para que aprendas que éste es tu amo, al cual están destinados, ante todo, tus labios.
Pauline Réage: Anne Cécile Desclos (Francia, 1907-1998).
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