Regresa la primavera a Vancouver.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Tu boca: LA ESPOSA DEL VENGADOR, de José Echegaray

"Yo vi su dulce sonrisa, y pensé en aquel momento (...) ¿si en tu boca así es la risa, qué será en tu boca un beso?"

(Fragmento de la escena IV del primer acto)

Parreño: ¿Y es eso todo? ¡Ilusiones
de enamorado mancebo!

Carlos: Eso es todo, porque es vida,
y es esperanza, y es cielo.
Escúchame y no te burles.
Suponme presa de un sueño,
poblado de mil fantasmas,
de la calentura engendro,
e imagina que, por fin,
tras largo luchar, despierto,
corro al balcón, y de un valle
perfumado, alegre, fresco,
sobre mi abrasada frente
brisas matinales siento.
¿Comprendes la sensación
de bienestar, de consuelo,
que hubiese experimentado
mi ser en aquel momento?
Pues esto mismo sentí
cuando mis ojos lo vieron.
Meditando en mi venganza,
ante mí pasando tercos
el cadáver de mi padre
y la espada de Pacheco,
alumbrados de esa luz

por los últimos reflejos,
marchaba yo por las calles
soñando más que despierto,
cuando la vi de repente
tan de cerca, que su aliento
sobre mi abrasado rostro
sentí perfumado y fresco.
Yo vi su frente purísima,
a la que rubios cabellos
coronaban, como suele
con sus dorados reflejos
coronar el sol que nace
monte de nieve cubierto.
Yo vi sus ojos azules,
que en verdad me parecieron
más celestiales que aqueste
bellísimo firmamento,
que al fin este cielo es uno
y aquellos eran dos cielos.
Yo vi su dulce sonrisa,
y pensé en aquel momento
con la rapidez del rayo,
y del rayo con el fuego,
¿si en tu boca así es la risa,
qué será en tu boca un beso?
Y al ver tan divina mezcla,
y conjunto tan perfecto,
de cuanto hay de más hermoso
en la tierra y en el cielo,
sentí... yo no sé, ¡Dios mío!,
lo que sentí; sólo siento
que hay más luz en el espacio,
más aromas en el suelo,
más frescura en el ambiente,
y que están los aires llenos
de divinas armonías
y celestiales conciertos.


Parreño: ¡Buena ocasión es, don Carlos,
de pensar en devaneos!
iPobre Marqués de Quirós!


Carlos: ¡Calla, calla!...

Parreño: ¡Pobre dueño!
Tú descansas bajo el mármol
desgarrado el noble seno,

el que te arrancó la vida
su triunfo goza, soberbio,
y el hijo que tanto amabas,
aquí, do cayó tu cuerpo,
celestiales armonías
está sin cesar oyendo.
¡Bien haya por la ventura
que goza, el noble mancebo!


Carlos: Dije que será esta noche.

Parreño: ¿Me lo juras? 

Carlos: Lo prometo.
 

(Sale de la iglesia Fernando y camina con lentitud).



José Echegaray (España, 1832-1916).
Obtuvo el premio Nobel en 1904 compartido con Frédéric Mistral.

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