"En una ocasión, con motivo de un eclipse, estuvo a punto de morir."
(Fragmento del capítulo 3: Salambó)
(Fragmento del capítulo 3: Salambó)
Su
padre no había querido que ella entrase en el colegio de las sacerdotisas y
mucho menos que conociese los ritos de la Tanit popular. La reservaba para
algún enlace que pudiera servir a su política; de modo que Salambó vivía sola,
en medio de aquel palacio, pues su madre había muerto hacía ya mucho tiempo.
Se
había criado entre abstinencias, ayunos y purificaciones, rodeada siempre de
cosas exquisitas y graves, saturado el cuerpo de perfumes, el alma llena de oraciones.
Jamás había probado el vino, ni comido carne, ni tocado a bestia inmunda, ni
puesto los pies en casa de ningún muerto.
Ignoraba
los ritos obscenos, pues manifestándose cada dios en formas diferentes, cultos
a menudo contradictorios atestiguaban a la vez el mismo principio, y Salambó
adoraba a la diosa en su manifestación sideral. La influencia de la luna
gravitaba así sobre la virgen: cuando el astro iba menguando, Salambó se
debilitaba. Lánguida durante todo el día, se reanimaba por la noche. En una
ocasión, con motivo de un eclipse, estuvo a punto de morir.
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