Es de
suponerse que una mujer con la energía y el temperamento de Lupe Vélez no fuera
capaz de pasar mucho tiempo en la inactividad que demanda la lectura. Sin
embargo, lo que resulta curioso es la frecuencia y facilidad que tuvo para
relacionarse con escritores. Ya en un texto previo, Los poetas enamorados de Lupe Vélez, he dejado testimonio de su romance con el poeta José Gorostiza y de
la manera en que otros poetas mexicanos le expresaron su admiración,
como sería el caso de Ermilo Abreu Gómez.
Valdría
la pena consignar su romance con el novelista alemán Erich María Remarque,
autor de Sin novedad en el frente
-cuya adaptación al cine resultó, por cierto, afortunada y exitosa-. La
propia fundación que lleva el nombre del escritor, en sus apuntes biográficos
señala que la relación entre ambos tuvo lugar entre el 8 de septiembre de 1941
y el 26 de marzo de 1942, etapa en la que Lupe involucró a Remarque en su
afición por las peleas de box y acudían con frecuencia a presenciarlas. Si se
toma en cuenta que una de sus grandes pasiones fue la también actriz Paulette
Goddard, ex esposa de Chaplin, con quien permaneció casado los últimos años de
su vida, la intimidad con Lupe no resulta ninguna sorpresa. De hecho, en
su obra Erich María Remarque: el último
romántico, su biógrafo Tims Hilton asegura que Lupe Vélez
ejercía sobre el escritor el mismo efecto tonificante que Goddard, porque el
carácter de ambas poseía una vivacidad similar.
En las
obras de algunos escritores hispanos se encuentran, como sería de suponerse,
referencias a Lupe Vélez. Por ejemplo, en Diana o la cazadora solitaria, de Carlos Fuentes: “Garbo duró mucho y se retiró a tiempo. Anna
Sten no duró nada, la retiraron a tiempo. Lupe Vélez duró mucho pero no supo
retirarse a tiempo. A Valentino, lo retiró la muerte a los treinta años...”
O también
en Este domingo, del
chileno José Donoso: “Su padre se ponía furioso cuando le tomaba
las lecciones. Por mucho que Álvaro estudiara nada se le quedaba en la cabeza.
La Violeta jamás le dijo estudie, mire que va faltando poco para los exámenes y
va a salir mal y va a tener que repetir el curso. No. Le decía, en cambio,
oiga, don Alvarito, vamos al teatro, que están dando una de la Lupe Vélez, para
que se distraiga de tantos numeritos que deben estar saltándole adentro de la
cabeza, porque yo le digo, de salir bien va a salir bien, se lo aseguro yo, no
se preocupe. Y sus ojos brillaban y sus carrillos colorados brillaban con una
sonrisa y Álvaro le decía ya, bueno, ya está, vamos, pero si salgo mal en el examen
es culpa tuya y te acuso con mi mamá.”
He preferido pasar por alto el fallido relato de Sealtiel Alatriste, con un peculiar sentido del humor, que lleva por título En defensa de la envidia (Crónica de la verdadera muerte de Lupe Vélez).
En un volumen que reúne los cuentos completos de F. Scott Fitzgerald traducidos al español, esta es la presentación que corresponde a Domingo loco (Crazy Sunday):
"Fitzgerald
escribió Domingo loco (American Mercury, octubre de 1932) después de escribir
en 1931 para la MGM el guión de La pelirroja, que nunca seria rodado. Estando
en Hollywood, bajo la inspiración del alcohol, Fitzgerald interpretó una
canción humorística en una fiesta que daban Irving Thalberg y Norma Shearer, y
John Gilbert y Lupe Vélez lo abuchearon. El Post no aceptó el relato porque «ni
pretendía ni probaba nada» y porque el final lo convertía en «difícil» para
ellos, la revista de Hearst, Cosmopolitan, lo rechazó para evitar el riesgo de
ofender a personalidades de Hollywood, aunque Fitzgerald insistía en que «había
mezclado distintos personajes para que nadie pudiera ser reconocido, salvo,
quizá, King Vidor, que se hubiera reído mucho con la historia». Harold Ober se
vio impotente para colocar el relato en otra revista de gran difusión, debido a
su contenido erótico y a su extensión. Fitzgerald se negó a escribir un final
distinto y se lo vendió al American Mercury por 200 dólares. Lo incluyó en Taps at Reveille.
Con los siguientes párrafos concluye la primera parte de mi novela Una serenata para Lupe:
"El pasado existía nada más en su memoria y el futuro ya tampoco le importaba, sólo quedaba un presente insoportable en que lo único que buscaba era su propia muerte como excusa para cancelar las cuentas pendientes con su conciencia y las de los demás con respecto a ella. De pronto se encontraba a sí misma con la fatiga de vivir agazapada más allá de sus ojos, también en la voz, la sonrisa y en la piel desgastada por el vaivén de tantos amoríos, empecinada en saldar cuentas con las veinticuatro mentiras por segundo, una por cada hora del día, que contaba el cine.
La muerte ignora el pasado y anula el futuro. Es la voluntad de nada. No se arrepentía de lo que había vivido, sino de lo que estaría por vivir. Si la muerte es el silencio del tiempo, la realidad no sería más que el espejo de la verdad."
Jules Etienne
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