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viernes, 20 de junio de 2014

Espejos (50): LOS CAMINOS DE LOS ALREDEDORES DE PISA, de Isak Dinesen

"...en un centenar de espejos, cada uno de los cuales deforma y pervierte tu cara y tu figura..."
 
I. El pomo de perfume
 
(Fragmento)

Cuando era estudiante, mis amigos solían reírse de mí porque tenía la costumbre de mirarme en los espejos, y de decorar con espejos mis habitaciones. Lo atribuían a mi vanidad personal. Pero en realidad no era eso. Me miraba para ver cómo era. El espejo le dice a uno la verdad sobre sí mismo. Recordó, con un estremecimiento de repugnancia, cómo de niño lo habían llevado a visitar la sala de los espejos del Panoptikon de Copenhague, donde te ves reflejado a derecha e izquierda, en el techo e incluso en el suelo, en un centenar de espejos, cada uno de los cuales deforma y pervierte tu cara y tu figura de maneras diferentes -acortándola, alargándola, ensanchándola, comprimiéndola, y conservando, no obstante, cierta semejanza-, y pensó cuán parecida a eso era la vida real. Tu propio yo, tu personalidad y existencia, se reflejan en el espíritu de cada una de las personas con las que te relacionas y convives a la manera de un retrato, de una caricatura de ti mismo que se nutre de tu verdad y, en cierto modo, pretende encarnarla. Incluso un retrato favorecedor es una caricatura y una mentira. Un espíritu amistoso y comprensivo como el de Karl, pensó, es como un espejo veraz para el alma, y eso es lo que hace tan preciosa para mí su amistad. Y el amor debería serlo aún más. Significaría, en los caminos de la vida, la compañía de otro espíritu en el que se reflejarían tus propias venturas y desventuras, probándote que no todo es ensueño. La idea del matrimonio ha sido para mí la presencia en mi vida de alguien con quien poder hablar mañana de las cosas que sucedieron ayer.
 
 
Isak Dinesen: Karen Blixen (Dinamarca, 1885-1962)

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