Regresa la primavera a Vancouver.

lunes, 28 de febrero de 2011

¿La última nevada?


La tarde del sábado empezó a caer la nieve y así continuó hasta el domingo por la mañana. Como en esta ciudad en la que vivo son muy pocos los días del año que tenemos oportunidad de disfrutarla -el clima de Vancouver es más bien tipo Mediterráneo, mientras que en el resto del país se asemeja al de la península escandinava-, me parece que esta podría ser la última ocasión en este invierno en que veremos nieve en las calles de la ciudad.

Casualmente, por la tarde me visitó una joven chilena, Gabriela Céspedes, a quien junto con otros paisanos suyos les renté un departamento el año pasado, hasta que tuvieron que regresar a su tierra. Ahora que ya está aquí de nuevo, vino por la correspondencia que sigo recibiendo en el buzón del que fuera su domicilio. Y de pronto me quedó muy claro porqué la mayoria de los poetas hispanoamericanos suelen ser más bien tacaños en sus referencias a la nieve, mientras que los chilenos, por el contrario, la mencionan casi con la misma frecuencia que los europeos. Durante el invierno austral, que va de junio a septiembre, toda la cordillera andina y lugares aledaños, reciben la nieve que hizo a Neruda preguntarse ¿Por qué para esperar la nieve se ha desvestido la arboleda? y exclamar:

Oh Chile, largo pétalo
de mar y vino y nieve.

En otro de sus poemas, dedicado a la muerte de Tina Modotti, decía:

A mi patria te llevo para que no te toquen,
a mi patria de nieve para que a tu pureza
no llegue el asesino...

También la describe Gonzalo Rojas en Crecimiento de Rodrigo Tomás:

Tu alta dinastía se remonta al resplandor de la nieve.
A las noches en que tu madre quería verte tras nuestra única ventana
y allá afuera la nieve era un diálogo ardiente
entre mi desesperación y el bulto vivo que contenía tu relámpago.
...
Te di para tu libertad la nieve augusta y el lucero.
...
Primogénito mío: tu casa era lo alto de la nieve de Chile.
De la cobriza sierra te bajé hasta las islas polares.

Para continuar de manera majestuosa:

Tierra para tu sangre. Mar y nieve
para tu entendimiento, y Poesía
para tu lengua.

De Gabriela Mistral -quien no es una poeta que acostumbro a leer-, esta es la estrofa inicial de Mientras baja la nieve:

Ha bajado la nieve, divina criatura,
el valle a conocer.
Ha bajado la nieve, mejor que las estrellas.
¡Mirémosla caer!

Vicente Huidobro del que, por el contrario, suelo visitar su obra con frecuencia, menciona a la nieve en su poema Noche:

Sobre la nieve se oye resbalar la noche

La canción caída de los árboles
y tras la niebla daban voces

De una mirada encendí mi cigarro

Cada vez que abro los labios
inundo de nubes el vacío

En el puerto
los mástiles están llenos de nidos

Y el viento
gime entre las alas de los pájaros.

Para concluir, este fragmento del discurso que leyó Neruda al recibir el premio Nobel de literatura, en diciembre de 1971:

"A veces seguíamos una huella delgadísima, dejada quizás por contrabandistas o delincuentes comunes fugitivos, e ignorábamos si muchos de ellos habían perecido, sorprendidos de repente por los glaciares a manos del invierno, por las tremendas tormentas de nieve que, cuando en los Andes se descargan, envuelven al viajero, lo hunden bajo siete pisos de blancura.

A cada lado de la huella contemplé, en aquella salvaje desolación, algo como una construcción humana. Eran trozos de ramas acumulados que habían soportado muchos inviernos, vegetal ofrenda de centenares de viajeros, altos túmulos de madera para recordar a los caídos, para hacer pensar que los que no pudieron seguir se quedaron allí para siempre debajo de las nieves. También mis compañeros cortaron con sus machetes las ramas que nos tocaban las cabezas y que descendían sobre nosotros desde la altura de las coníferas inmensas, desde los robles cuyo último follaje palpitaba antes de las tempestades de invierno. Y también yo fui dejando en cada túmulo un recuerdo, una tarjeta de madera, una rama cortada del bosque para adornar las tumbas de uno y otro de los viajeros desconocidos."



La ilustración corresponde a una fotografía del atardecer en la cordillera andina.

1 comentario:

  1. hola don Julio! le escribo desde un rincon de la cordillera de los andes, a orillas del rio Chillan, es un lugar magico, ver a los condores sobrvolar es magnifico... por aqui todavia es verano, pero se aproxima un invierno de los que se transformara en otro buen recuerdo...

    le dejo un poema de mi poeta o como se denomina el mismo, como un anti-poeta.

    Don Nicanor Parra y su poema llamado "La Mujer"

    le dejo el link del poema:

    http://www.poesiaspoemas.com/nicanor-parra/la-mujer


    saludos desde Chile! un abrazo!

    Alonso

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