Viví una vida célibe de Navidad al martes
de Carnaval. No fue por precaución. Lo que pasase de puertas adentro no era un
asunto de nadie más que de los participantes conscientes. Pero Rodney había
advertido ya que dejaría la obra en año nuevo, pasándole su papel a Fred
Martins. Le habían invitado a una especie de representación experimental de Heartbreak
House de Shaw, en
Manchester, para un papel que la mayoría consideraba totalmente inadecuado, el
de capitán Shotover… papel que le fascinaba, sin embargo, y que estaba decidido
a ensayar. Val intentó hacer un patético regreso a mi vida, pues su amigo de
entonces le parecía tiránico y mezquino, pero rechacé con firmeza sus
insinuaciones. No estaba solo, ni mucho menos: tenía mi trabajo, tenía a mis
amigos del teatro.
La nueva comedia me abrió un campo
inesperado. Cuando le enseñé el borrador del primer acto a J. J. Mannering, éste
me echó su crónico olor a puro y dijo:
- Muchacho, esto es una comedia musical.
- Ni hablar.
- Claro que sí. Mira; historias de amor
paralelas, esa gente podría romper a cantar en un coro, este personaje de borracho
es típico de la farsa cómica. Dios santo, hasta los parlamentos sugieren letras
de canciones. ¿Nunca has escrito letras de canciones?
- Bueno, escribí poesía en el colegio.
- En realidad la letra de las canciones
de las comedias musicales es eso mismo, muchacho… la poesía que escribías en el
colegio. Drury Lane, métete eso en el coco, un escenario grande, abierto, que respire
la cosa, baile, canciones, ponte a trabajar en seguida. Dúos, diálogos
cantados, coros. Empiezas con un coro y terminas con otro. Dos actos. El
segundo acto en Montecarlo, en Biarritz, en algún sitio frívolo y extranjero.
Tienes que hacer que las letras, tú conoces la expresión, tienes que combinar
las letras con el libreto, tienen que surgir del libreto como, tú conoces la
expresión…
Anthony Burgess (Inglaterra, 1917-1993).
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