"... mi idea de ir a Niza a ver el carnaval es ridícula, casi indecente."
(Fragmento del capítulo 8: Donde la Espingarda se deja tirar de la lengua, y donde Maigret se decide por fin a cambiar de adversario)
«Ayer
me reí mucho. G… estaba en mi habitación, no para lo que te imaginas, sino para
hablarme del plan que yo le había contado la víspera de ir a pasar dos días a
Niza.
»A
esta gente le horrorizan los viajes. Sólo han salido de Francia una vez en su
vida. Su único viaje al extranjero se remonta a la época en que el padre aún
vivía y fueron a Londres los tres. Parece ser que además se marearon todos y
tuvo que atenderles el médico del barco.
»Pero
no iba por ahí la cosa. Cuando les comento algo que no les gusta, no me
contestan enseguida. Se callan y, como suele decirse, se oye pasar un ángel.
»Luego,
más tarde o al día siguiente, G… se presenta en mi habitación, con cara de
apuro, empieza andándose por las ramas y acaba soltando lo que lleva dentro.
Total, que parece que mi idea de ir a Niza a ver el carnaval es ridícula, casi
indecente. No me ha ocultado que su madre está escandalizada y me suplica que
renuncie a mi proyecto.
»Bueno,
pues resulta que el cajón de mi mesita de noche se había quedado entreabierto.
G… lo miró maquinalmente y de pronto vi que se ponía palidísimo.
»“¿Qué
es eso?”, balbució señalándome la pequeña automática con culata de nácar que
compré durante mi viaje a Egipto.
»¿Te
acuerdas? Ya te lo comenté entonces. Me habían dicho que una mujer sola no está
segura por aquellos países. No sé por qué la metí en aquel cajón. Contesté
tranquilamente:
»“Es
una pistola”.
»“¿Está
cargada?”.
»“No
me acuerdo”.
»“La
cogí y miré el cargador. No había balas”. “¿Tienes munición?”.
»“Estará
en algún sitio”.
»Una
hora más tarde se presentó mi suegra con un pretexto, porque no entra nunca en
mi habitación sin algún motivo. Se pasó un buen rato también dando rodeos y al
final me explicó que no era decente que una mujer tuviera un arma.
»“Pero
si es más un juguete que otra cosa”, repliqué. “Lo guardo como un recuerdo,
porque la culata es bonita y están grabadas mis iniciales. Además, creo que es
más bien inofensiva”.
»Acabó
cediendo. Pero no hasta que accedí a entregarle la caja de balas que estaba en
el fondo del cajón.
»Lo
más gracioso es que, apenas se marchó, encontré en uno de mis bolsos otra caja
de balas que se me había olvidado. No se lo dije…».
Georges Simenon (Bélgica, 1903-1989)
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