Regresa la primavera a Vancouver.

jueves, 31 de marzo de 2022

Día de reyes: DÉCIMOSEGUNDA MAÑANA, o LO QUE QUIERAS, de Elizabeth Bishop

"... el mundo es una perla, y yo, soy yo..."

Como una primera capa de cal cuando está húmeda
la fina niebla gris deja traslucir todo:
al pequeño negro Baltasar, una valla, un caballo,
una casa hundida,

-cemento y vigas que sobresalen desde una duna.
(La Compañía trata de pasar estas blancas pero desgastadas
dunas como césped) "Naufragio", decimos; tal vez
esto es un casaufragio.

El mar está en alguna parte, sin hacer nada. Escucha.
Un aliento expulsado. Y débil, débil, débil
(o estás escuchando cosas), el llanto desgarrador
de los pájaros lavandera.

La cerca, tres hilos de alambre de púas, todo óxido puro
tres líneas punteadas, avanzan con suerte
a través de los lotes; lo piensan mejor; doblan
en una especie de esquina...

No le preguntes al gran caballo blanco: ¿Se supone que debes
estar dentro o fuera de la cerca? Todavía está
dormido. Incluso despierto, es probable
que siga dudando.

Es más grande que la casa. La fuerza de
la personalidad, ¿o la perspectiva se adormece?
Un caballo color peltre, una mezcla antigua,
estaño, plomo y plata,

él brilla un poco. Pero un galón puede
acercarse a la cabeza de Baltasar
sigue destelleando que el mundo es una perla, y yo,
soy yo

¡su punto culminante! Puedes escuchar el agua ahora,
adentro, golpeando. Baltasar está cantando.
“Hoy es mi aniversario”, canta,
“el Día de Reyes”.

Elizabeth Bishop (Estados Unidos, 1911-1979).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

Es posible leer el poema en inglés en The New York Review donde apareció originalmente el 2 de abril de 1964.
Pasado mañana, sábado, se cumplirán 58 años de su publicación.

miércoles, 30 de marzo de 2022

DÍA DE REYES, de José Lezama Lima


Es el día, como decía Baudelaire, en que todos se ríen con dientes de igual blancura. Los reyes con sus mazorcas de oro y el buey con su tibio aliento, se hacen de la flor del homenaje para el niño. ¿Quién no recuerda la medianoche del Día de Reyes? despiertos, jadeantes, cuando los tres reyes apretaron nuestra mano, cambiaron sonrisas, volcaron su cornucopia de halagos y nos dejaron el recuerdo de la monarquía universal de la bondad, la bruñida estrella de la alegría compartida e interpretada.

Publicado en el Diario de la Marina, en La Habana, el 6 de enero de 1950.

José Lezama Lima (Cuba, 1910-1976).

La ilustración corresponde al castillo de los tres reyes magos del Morro, en La Habana, Cuba.

martes, 29 de marzo de 2022

Día de reyes: LA ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS, de Manuel Mujica Láinez

"El señor Fernando VII enviaba el tapiz, tejido según un cartón de Rubens..."

Hace buen rato que el pequeño sordomudo anda con sus trapos y su plumero entre las maderas del órgano: A sus pies, la nave de la iglesia de San Juan Bautista yace en penumbra. La luz del alba -el alba del día de los Reyes- titubea en las ventanas y luego, lenta, amorosamente, comienza a bruñir el oro de los altares.

Cristóbal lustra las vetas del gran facistol y alinea con trabajo los libros de coro casi tan voluminosos como él. Detrás está el tapiz, pero Cristóbal prefiere no mirarlo hoy.

De tantas cosas bellas y curiosas como exhibe el templo, ninguna le atrae y seduce como el tapiz de La Adoración de los Reyes; ni siquiera el Nazareno misterioso, ni el San Francisco de Asís de alas de plata, ni el Cristo que el Virrey Ceballos trajo de Colonia del Sacramento y que el Viernes Santo dobla la cabeza, cuando el sacristán tira de un cordel.

El enorme lienzo cubre la ventana que abre sobre la calle de Potosí, y se extiende detrás del órgano al que protege del sol y de la lluvia. Cuando sopla viento y el aire se cuela por los intersticios, muévense las altas figuras que rodean al Niño Dios.

Cristóbal las ha visto moverse en el claroscuro verdoso. Y hoy no osa mirarlas.

Pronto hará tres años que el tapiz ocupa ese lugar. Lo colgaron allí, entre el arrobado aspaviento de las capuchinas, cuando lo obsequió don Pedro Pablo Vidal, el canónigo, quien lo adquirió en pública almoneda por dieciséis onzas peluconas. Tiene el paño una historia romántica. Se sabe que uno de los corsarios argentinos que hostigaban a las embarcaciones españolas en aguas de Cádiz, lo tomó como presa bélica con el cargamento de una goleta adversaria. El señor Fernando VII enviaba el tapiz, tejido según un cartón de Rubens, a su gobernador de Filipinas, testimo- niándole el real aprecio. Quiso el destino singular que en vez de adornar el palacio de Manila viniera a Buenos Aires, al templo de las monjas de Santa Clara.

El sordomudo, que es apenas un adolescente, se inclina en el barandal. Allá abajo, en el altar mayor, afánanse los monaguillos encendiendo las velas. Hay mucho viento en la calle. Es el viento quemante del verano, el de la abrasada llanura. Se revuelve en el ángulo de Potosí y Las Piedras y enloquece las manti1las de les devotas. Mañana no descansarán los aguateros, y las lavanderas descubrirán espejismos de incendio en el río cruel. Cristóbal no puede oír el rezongo de las ráfagas a lo largo de la nave, pero siente su tibieza en la cara y en las manos, como el aliento de un animal. No quiere darse vuelta porque el tapiz se estará moviendo y alrededor del Niño se agitarán los turbantes y las plumas de los séquitos orientales.

Ya empezó la primera misa El capellán abre los brazos. y relampaguea la casulla hecha con el traje de una Virreina. Asciende hacia las bóvedas la fragancia del incienso.

Cristóbal entrecierra los ojos. Ora sin despegar los labios. Pero a poco se yergue, porque él, que nada oye, acaba de oír un rumor a sus espaldas. Sí, un rumor, un rumor levísimo, algo que podría compararse con una ondulación ligera producida en el agua de un pozo profundo, inmóvil hace años. El sordomudo está de pie y tiembla. Aguza sus sentidos torpes, desesperadamente, para captar ese balbucir.

Y abajo el sacerdote se doblega sobre el Evangelio, en el esplendor de la seda y de los hilos dorados, y lee el relato de la Epifanía.

Son unas voces, unos cuchicheos,.desatados a sus espaldas. Cristóbal ni oye ni habla desde que la enfermedad le dejó así, aislado, cinco años ha. Le parece que una brisa trémula se le ha entrado por la boca y por el caracol del oído y va despertando viejas imágenes dormidas en su interior.

Se ha aferrado a los balaústres, el plumero en la diestra. A infinita distancia, el oficiante refiere la sorpresa de Herodes ante la llegada de los magos que guiaba 1a estrella divina.

- Et apertis thesaurus suis -canturrea el capellán- obtulerunt ei munera, aurum, thus et myrrham.

Una presión física más fuerte que su resistencia obliga al muchacho a girar sobre los talones y a enfrentarse con el gran tapiz.

Entonces en el paño se alza el Rey mago que besaba los pies del Salvador y se hace a un lado, arrastrando el oleaje del manto de armiño. Le suceden en la adoración los otros Príncipes, el del bello manto rojo que sostiene un paje caudatario, el Rey negro ataviado de azul. Oscilan las picas y las partesanas. Hiere la luz a los yelmos mitológicos entre el armonioso caracolear de los caballos marciales. Poco a poco el séquito se distribuye detrás de la Virgen María, allí donde la mula, el buey y el perro se acurrucan en medio de los arneses y las cestas de mimbre. Y Cristóbal está de hinojos escuchando esas voces delgadas que son como subterránea música.

Delante del Niño a quien los brazos maternos presentan, hay ahora un ancho espacio desnudo. Pero otras figuras avanzan por la izquierda, desde el horizonte donde se arremolina el polvo de 1as caravanas y cuando se aproximan se ve que son hombres del pueblo, sencillos, y que visten a usanza remota. Alguno trae una aguja en la mano; otro, un pequeño telar; éste lanas y sedas multicolores; aquél desenrosca un dibujo en el cual está el mismo paño de Bruselas diseñado prolijamente bajo una red de cuadriculadas divisiones. Caen de rodillas y brindan su trabajo de artesanos al Niño Jesús. Y luego se ubican entre la comitiva de los magos, mezcladas las ropas dispares, confundidas las armas con los instrumentos de las manufacturas flamencas.

Una vez más queda desierto el espacio frente a la Santa Familia.

En el altar, el sacerdote reza el segundo Evangelio.

Y cuando Cristóbal supone que ya nada puede acontecer, que está colmado su estupor, un personaje aparece delante del establo. Es un hombre muy hermoso, muy viril, de barba rubia. Lleva un magnífico traje negro, sobre el cual fulguran el blancor del cuello de encajes y el metal de la espada. Se quita el sombrero de alas majestuosas, hace una reverencia y de hinojos adora a Dios. Cabrillea el terciopelo, evocador de festines, de vasos de cristal, de orfebrerías, de terrazas de mármol rosado. Junto a la mirra y los cofres, Rubens deja un pincel.

Las voces apagadas, indecisas, crecen en coro. Cristóbal se esfuerza por comprenderlas, mientras todo ese mundo milagroso vibra y espejea en torno del Niño.

Entonces la Madre se vuelve hacia el azorado mozuelo y hace un imperceptible ademán, como invitándolo a sumarse a quienes rinden culto al que nació en Belén.

Cristóbal escala con mil penurias el labrado facistol, pues el Niño está muy alto. Palpa, entre sus dedos, los dedos aristocráticos del gran señor que fue el último en llegar y que le ayuda a izarse para que pose los labios en los pies de Jesús. Como no tiene otra ofrenda, vacila y coloca su plumerillo al lado del pincel y de los tesoros.

Y cuando, de un salto peligroso, el sordomudo desciende a su apostadero de barandal, los murmullos cesan, como si el mundo hubiera muerto súbitamente. El tapiz del corsario ha recobrado su primitiva traza. Apenas ondulan sus pliegues acuáticos cuando el aire lo sacude con tenue estremecimiento.

Cristóbal recoge el plumero y los trapos. Se acaricia las yemas y la boca. Quisiera contar lo que ha visto y oído, pero no le obedece la lengua. Ha regresado a su amurallada soledad donde el asombro se levanta como una lámpara deslumbrante que transforma todo, para siempre.

Manuel Mujica Láinez (Argentina, 1910-1984).

La ilustración corresponde a la Adoración de los magos (1629), de Peter Paul Rubens.

lunes, 28 de marzo de 2022

Día de reyes: CAMINO DE LA CRUZ, de Daphne du Maurier

"Pusieron en escena un encantadora Natividad, el año pasado -dijo-. Robin era uno de los tres Reyes Magos."

(Fragmento)

De pronto se le ocurrió una idea estupenda, y se volvió encantado hacia el reverendo Babcock.

- En vista de que ésta es la noche del decimotercer día de Nisan -dijo-, ¿no debe- ríamos bajar todos la colina, basta el Huerto de Getsemaní? No está muy lejos. Se lo pregunté al guía. Jesús y sus discípulos cruzaron el valle, pero nosotros no necesitamos hacerlo. Podemos imaginar que hemos retrocedido dos mil años en el tiempo, y que vamos a encontrarlos allí.

Incluso su abuela, que generalmente aprobaba cuanto él hacía, pareció un poco molesta.

- Realmente, Robin -exclamó- no creo que ninguno de nosotros se sienta muy dispuesto, después de cenar, a salir a dar tropezones en la oscuridad. Recuerda que esto no es la representación teatral de final de curso.

Se dirigió a Babcock.

- Pusieron en escena una encantadora Natividad, el año pasado -dijo-. Robin era uno de los tres Reyes Magos.

- Oh, ya -contestó Babcock-. Mis chicos de Huddersfield también hicieron una en el club. Tomando Vietnam como escenario. Resultó impresionante.

Robin le miraba con más intensidad de lo usual, y tuvo que hacer un esfuerzo para sostener el desafío.

Daphne du Maurier (Inglaterra, 1907-1989).

domingo, 27 de marzo de 2022

Día de reyes: DOS CARNAVALES DE EPIFANÍA, de Alejo Carpentier

"... había estallado el carnaval, el gran carnaval de Epifanía..."
 
Tal vez se deba a la influencia de haber crecido en Cuba donde se festeja el peculiar carnaval de la Epifanía durante el denominado día de los santos reyes, además del otro -tradicional en todo el mundo-, que precede al miércoles de ceniza, pero el caso es que Alejo Carpentier nos obsequia un par de vívidas y exuberantes descripciones, la primera de las cuales corresponde a su novela El reino de este mundo

Pero el día de su sepelio, un alegre estrépito de tambores llenaba la ciudad. Los negros, bien enterados de que algo había cambiado en Francia, habían pensado, aunque tardíamente, en celebrar su Carnaval de Epifanía, olvidado durante los años del ateísmo oficial. Desde temprano se habían disfrazado de Reyes y Reinas del África, de diablos, hechiceros, generales y bufones, echándose a las calles con calabazos, sonajas y cuanto pudiera golpearse y sacudirse en honor de Melchor, Gaspar y Baltasar. Los sepultureros, cuyos pies se agitaban impacientemente al compás de las músicas lejanas, cavaron a toda prisa una fosa exigua, donde metieron a empellones el ataúd de tablas rajadas, cuya tapa, además, estaba medio desclavada. A mediodía, mientras se bailaba en todas partes...

Y ahora un párrafo carnavalesco que tiene lugar en Venecia, el cual proviene de su maravillosa y breve alucinación Concierto Barroco: "había estallado el carnaval, el gran carnaval de Epifanía, en amarillo naranja y amarillo mandarina, en amarillo canario y en verde rana, en rojo granate, rojo de petirrojo, rojo de cajas chinas, trajes ajedrezados en añil, y azafrán, moñas y escarapelas, listados de caramelo y palos de barbería, bicornios y plumajes, tornasol de sedas metido en turbamulta de rasos y cintajos, turquerías y mamarrachos, con tal estrépito de címbalos y matracas, de tambores, panderos y cornetas, que todas las palomas de la ciudad, en un solo vuelo que por segundos ennegreció el firmamento, huyeron hacia orillas lejanas".
 
Después de eso, en cierto momento los protagonistas, el mexicano Montezuma (sic) y su criado cubano Filomeno, se encuentran en una sala de música con los mismísimos Vivaldi y Haendel, acompañados por una orquesta de huérfanas del Ospedale della Pietá, "y llegaban otras y otras más, trayendo perfumes en las cabelleras, flores en los escotes, zapatillas bordadas, hasta que la nave se llenó de caras jóvenes -¡por fin, caras sin antifaces!-, reidoras iluminadas por la sorpresa, y que se alegraron más aún cuando de las despensas empezaron a traerse jarras de sangría y aguamiel, vinos de España, licores de frambuesa y ciruela mirabel". Para que después de que Filomeno, al fin cubano, se tope con un cuadro en el que la serpiente está tentando a Eva, empiece a cantar "Mamita, mamita, ven, ven, ven. Que me come la culebra, ven, ven, ven". Y luego de hacer el ademán de que va a matar a la serpiente con un cuchillo, sigue: "La culebra se murió, calaba-són-son-son", y en un alarde de anacronismos, "Kábala-sum-sum-sum -coreó Antonio Vivaldi, dando al estribillo, por hábito eclesiástico, una inesperada flexión de latín salmodiado", de inmediato lo siguen Doménico Scarlatti, Jorge Federico Haendel y las setenta huérfanas: "Y, siguiendo al negro que ahora golpeaba la bandeja con una mano de mortero, formaron todos una fila, agarrados por la cintura, moviendo las caderas, en la más descoyuntada farándula que pudiera imaginarse -farándula que ahora guiaba Montezuma, haciendo girar un enorme farol en el palo de un escobillón al compás del sonsonete cien veces repetido. Kábala-sum-sum-sum".
 
Narración a la que sólo le faltaría la respectiva banda sonora. No en vano Carpentier tenía fama de ser un gran melómano -fue autor del ensayo La música en Cuba-, sino que se cuenta que solía escribir sus textos en la máquina de escribir, de esas que ahora ya no existen desplazadas por el ordenador: ¡en papel pautado!
 
Jules Etienne

Alejo Carpentier (Cubano nacido en Suiza y fallecido en Francia, 1904-1980).

sábado, 26 de marzo de 2022

Día de reyes: ELENA, de Evelyn Waugh

"... y la gran estrella se detuvo sobre vosotros. ¿Y qué hicisteis? Os detuvisteis para visitar al rey Herodes."

(Fragmento del capítulo XI: Epifanía)

Para la Epifanía recuperó fuerzas y la víspera partió para emprender en litera el accidentado camino de cinco millas hasta el templete de la Natividad. No había una gran muchedumbre de peregrinos. Macario y su gente celebraban la Epifanía en su propia iglesia. Sólo la recibió la pequeña comunidad de Belén y la llevó al cuarto que le habían preparado. Allí descansó dormitando hasta que una hora antes del amane- cer la llamaron y la llevaron bajo las estrellas a un establo-cueva donde le hicieron sitio en el lado de las mujeres de la pequeña y apretada congregación.

La baja cámara estaba llena de lámparas y el aire se había enrarecido. Unas argenti- nas campanadas anunciaron la llegada de tres monjes barbudos y revestidos que, como los reyes de otro tiempo, se postraron ante el altar. Entonces empezó una larga liturgia.

Elena sabía poco griego y sus pensamientos no estaban en las palabras ni en ningu- na otra parte de la escena inmediata. Olvidó hasta su búsqueda y estaba como muerta para todo excepto el niño en pañales, de hacía mucho tiempo, y los tres reyes magos que llegaron de tan lejos para adorarlo.

«Éste es mi día -pensó- y ésta es mi gente».

Tal vez percibía que su fama, como la de aquéllos, viviría en un histórico acto de devoción; que también ella había emergido de una especie de οντοπια o reino innominado y se esfumaría como ellos en el fuego encendido en un cuarto de niños y entre libros ilustrados y juguetes.

«Como yo -les dijo a los reyes magos-, tardasteis en venir. Los pastores, y hasta el ganado, llevaban ya mucho tiempo aquí y se habían unido al coro de ángeles mientras vosotros estabais en camino. Para vosotros se relajó la primordial disciplina de los cielos y brilló entre las desconcertadas estrellas una nueva luz desafiante... ¡Cuán laboriosamente vinisteis, tomando vistas y calculando, mientras que los pastores corrían descalzos! ¡Qué aspecto más raro teníais en el camino atendidos por libreas de tierras extrañas, cargados con regalos absurdos!... Al cabo llegasteis al fin de vuestra peregrinación y la gran estrella se detuvo sobre vosotros. ¿Y qué hicisteis? Os detuvisteis para visitar al rey Herodes. En vuestro fatal intercambio de cumplidos empezó aquella guerra no terminada del populacho y de magistrados contra el inocente... Con todo, vinisteis, y no os hicieron volver. También vosotros encontrasteis sitio ante el pesebre. Vuestros regalos no eran necesarios, pero fueron aceptados y puestos cuidadosamente porque fueron traídos con amor.

Evelyn Waugh
Arthur Evelyn St. John Waugh (Inglaterra, 1903-1966).

viernes, 25 de marzo de 2022

Día de reyes: OPUS NIGRUM, de Marguerite Yourcenar

"La tarta que Greete dejó en la secretaría el día de Reyes para que se lo entregaran a Zenón..."

(Fragmento del capítulo El acta de acusación)

Gilles no estaba muy seguro de que existiera un Dios bueno, en vista del mal estado en que se hallaba este mundo de aquí abajo. Las desgracias de Idelette le hicieron soltar algunas lágrimas: era una pena que no hubieran permitido vivir a una niña tan hermosa. La aventura de los Ángeles le parecía ridícula, aunque manifestaba que cada cual se divierte como puede y que no hay que juzgar ni sobre gustos, no sobre colores. Por su parte, le gustaban las mujeres, placer menos peligroso, pero caro, y que en ocasiones le costaba más de una pelea en su hogar. En cuanto a los asuntos públicos, le importaban un bledo. Zenón y él jugaban a las cartas; Gilles siempre ganaba. Zenón medicaba a la familia Rombaut. La tarta que Greete dejó en la secretaría el día de Reyes para que se lo entregaran a Zenón le apeteció a aquel bribón, quien lo confiscó en beneficio de los suyos. No le remordía la conciencia, puesto que el prisionero tenía ya demasiado que comer. Zenón nunca se enteró de que Greete le había dado aquella humilde prueba de fidelidad.

Marguerite Yourcenar* (Escritora francesa nacida en Bélgica, educada en Francia y afincada en Estados Unidos, donde falleció; 1903-1987).

* El apellido Yourcenar era un seudónimo literario, anagrama del verdadero apellido: Crayencour.
Su nombre completo fue Marguerite Antoinette Jeanne Marie Ghislain Cleenewerck de Crayencour,
al que podrían añadirse al final Cartier de Marchienne, sus apellidos maternos.

(Traducida al español por Emma Calatayud).

jueves, 24 de marzo de 2022

Día de reyes: VILLANCICO DEL REY MORENO, de Langston Hughes

"Trajeron finos regalos de especias y oro..."

De los tres Reyes Magos
Que vinieron a ver al Rey,
Uno era un hombre moreno,
Así lo cantan.

De los tres Reyes Magos
que siguieron a la Estrella,
Uno era un rey moreno
Que venía de muy lejos.

Trajeron finos regalos
De especias y oro
En cajas enjoyadas
De indecible belleza.

Hasta su humilde
pesebre llegaron
e inclinaron sus cabezas
en el nombre de Jesús.

Tres Reyes Magos,
Uno moreno como yo-
Parte de Su
Nacimiento


Langston Hughes (Estados Unidos, 1902-1967).

miércoles, 23 de marzo de 2022

Día de reyes: FARSA DE LOS REYES MAGOS, de Rafael Alberti

"Sobre la punta de un palo sube, tras el monte, una gran estrella roja de cinco puntas."

(Fragmento)

La muchacha: ¡Queremos ver la estrella de los Magos, señor cura!... Nos han dicho que es verde y que se la ve caminar por el cielo...

El cura (En voz baja): ¡Vaya conflicto!... Preguntan ahora por la estrella verde de los Magos, y el sacristán, lo está usted viendo, se ha olvidado ponerla sobre el monte ,como le dijimos. (Silba. Luego se dirige a los pastores). Sí, es una gran estrella... muy hermosa... (Vuelve a silbar). ¡Cabrón de sacristán!... Verde... Una grandísima estrella verde...

(Sobre la punta de un palo, sube, tras el monte, una gran estrella roja de cinco puntas).

El cura: ¿Qué? ¿Cómo?...

La muchacha: Esa estrella no es verde, señor cura...

El cura (Desfigurado por el miedo): No... no... no... es roja... Lo veo... roja... Ya lo véis... Se trata de un milagro... sin duda... de un gran milagro...

(Silencio, lleno de espanto las caras).

El abuelo: ¿Por qué calla la gente? ¿Que ha sucedido? ¿Es que ese renegado de yerno ha cometido alguna mala cosa?...

El cura: ¡Los Santos Reyes, que son muy milagrosos!... Hoy... llegan... de Oriente los benditos monarcas...

Primer pastor: ¿Usted los ha visto, señor cura?

El cura (Desconcertado): Sí... sí... qué duda cabe... A la madrugada puede vérseles...


Rafael Alberti (España, 1902-1999).

martes, 22 de marzo de 2022

Día de reyes: CONMEMORACIÓN DE LA MUERTE DE JUANA DE ARCO, de André Malraux

"... hablan de ella tal como los reyes magos, una vez en sus reinos, habían hablado de una estrella desaparecida..."

(Fragmento)

Todos habían conocido, o encontrado, a esta muchacha durante un año. Y aunque habían olvidado muchas cosas, no así la huella que les había dejado. El duque de Alençon la vio vestirse una noche cuando, con muchos otros, dormía sobre la paja: era bella, dice, pero ninguno se atrevió a desearla. Ante el escriba atento y respetuoso, el jefe militar tristemente vencedor evoca este minuto de hace veinte años, bajo la luz lunar… Recuerda también la primera herida de Juana. Ella había dicho: “Mañana mi sangre correrá, más arriba de mi seno”. Vuelve a ver la flecha que atraviesa el hombro, que sale por la espalda, y a Juana que prosigue el combate hasta la noche, que conquista finalmente la bastilla de Tourelles… ¿Vuelve a ver la coronación? ¿Creyó ella que coronaba a san Luis? ¡Ay! Para todos los testigos, es la dueña del tiempo en que los hombres vivieron según sus sueños y según su corazón, y desde el duque hasta el confesor y el escudero, todos hablan de ella tal como los reyes magos, una vez en sus reinos, habían hablado de una estrella desaparecida…

Orléans, fechado en Rúan el 31 de mayo de 1964.

André Malraux (Francia, 1901-1976).

lunes, 21 de marzo de 2022

Día de reyes: YO, JUDAS, de Taylor Caldwell

"Los tres sabios, que eran astrólogos, familiarizados con las conjunciones peculiares que anunciaban su nacimiento, también habían seguido la estrella gloriosa..."

(Fragmento del capítulo 6: El taumaturgo)

¿Y ahora le has visto? Sonrió con benignidad.

- ¡Oh!, le vi por primera vez en el pesebre de Belén, cuando seguí la gloriosa estrella que anunció su nacimiento. Y esto no fue todo, pues con mis propios ojos vi las dos humildes bestias de carga que simbolizaron su nacimiento.

Alzó un dedo y su voz se hizo baja y misteriosa.

- El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo. Incluso aquellos animales parecían saber que formaban parte de un gran acontecimiento.

- Pero ¿no había nadie allí que asistiera a la madre en su nacimiento?

- Su marido José le ayudó, pero Dios permitió que el niño naciera sin dolor.

- Sin embargo -pregunté-, ¿por qué estaban en el pesebre?

- Tal fue la profecía del buey y el asno -dijo- aunque indudablemente no había habitación en la posada, pues muchos habían venido a empadronarse en el lugar de su nacimiento.

Por tanto, ¿también José era de Judea?

- De la Casa de David, como María.

- ¿Hubo alguien más allí?

- Los tres sabios, que eran astrólogos, familiarizados con las conjunciones peculiares que anunciaban su nacimiento, también habían seguido la estrella gloriosa, y llegaron poco después que yo. Pero no se demoraron en partir pues temían que Herodes el Grande les descubriera y destruyera al niño del que decía la profecía que crecería y llegaría a ser el Rey de Reyes.

Gaspar, Melchor y Baltasar habían mirado en la cuna fabricada por el artesano y se habían quedado convencidos de que éste era el niño Prometido en las Escrituras. y Gaspar, arrodillándose a orar, había murmurado solemnemente:

- Surgirá una estrella de Jacob, y un cetro surgirá en Israel.

Taylor Caldwell
(Estadounidense nacida en Inglaterra, 1900-1985).

domingo, 20 de marzo de 2022

Día de reyes: EL PAÍS DE LOS REYES MAGOS, de Antonin Artaud

"El azul lejano de los horizontes en que se destacan las altas montañas mexicanas (...) ligada a la vida de los Tres Reyes Magos."

En qué parte he dicho ya que no es en Italia, sino en  México, donde los pintores anteriores al Renacimiento han tomado el azul de sus paisajes y las profundas perspectivas con que decoran sus Natividades.

En el país de los tarahumaras las leyendas más increíbles proporcionan pruebas de la realidad de su existencia. Cuando se entra en este país se miran dioses en la cima de las montañas, con un brazo trunco en el lado izquierdo y otro vacío en el derecho y cuando inclinándose se oye subir bajo sus pies el estrépito de una cascada y por encima de ella el viento que corre de cima en cima, y cuando se asciende hasta descubrir, en tomo, un círculo inmenso de cumbres, no se puede dudar de que se ha llegado a uno de esos sitios sensibles de la tierra en donde la vida ha mostrado sus primeras manifestaciones.

Los pintores italianos anteriores al Renacimiento fueron iniciados en una ciencia secreta que la cultura moderna aún no acaba de encontrar.

El azul lejano de los horizontes en que se destacan las altas montañas mexicanas evoca formas precisas e ideas, imponiendo al espíritu el recuerdo de una ciencia íntimamente ligada a la vida de los Tres Reyes Magos.

No fue sólo movidos por un espíritu religioso por lo que los Piero della Francesca, los Lúea de Leyde, los Fra Angélico, los Piero di Cosimo y los Mantegna pintaron sus Natividades. Fue por una preocupación tradicional de lo esencial, por un deseo de investigación de los secretos de la vida y a causa de esa obsesión de los grandes espíritus por el cómo y el porqué de los principios y de las explosiones primitivas de la naturaleza por lo que se ha manifestado la leyenda pagana de Noel.

Si la religión se ha apoderado de estos principios y si los pueblos se han desviado de ellos para adorar la religión, tanto peor para estos fanatizados, pero no para los principios. En la montaña tarahumara todo habla de lo esencial; es decir, de los principios según los cuales se ha formado la naturaleza. Y todo vive por obra de estos principios: el hombre, las tempestades, el viento, los silencios, el sol.

Nos hallamos lejos de la actualidad guerrera y civilizada del mundo moderno, no tanto civilizado por guerrero, sino guerrero por civilizado; es así como piensan los tarahumaras. Y sus leyendas, mejor dicho sus tradiciones (porque aquí no hay leyendas, es decir, fábulas ilusorias, sino tradiciones increíbles quizás, cuyas sabias páginas muestran poco a poco la realidad) narran el paso en las tribus tarahumaras de una raza de hombres conductores de fuego que obedecían a tres amos o a tres reyes y se encaminaban hacia la Estrella Polar.

Ahora bien, si la ciencia tiene sus grandes hombres como New ton, Darwin, Kepler, Lavoisier, etcétera, también las tiene la civilización desde un punto de vista moral y social: Odin, Rama, Fos-Hi, Lao-Tse, Zoroástro, Confucio y Kukulkán; y parece que la leyenda de los Tres Reyes Magos oculta, en la línea geográfica, el tránsito de la gran tradición solar, donde quiera que el culto científico del sol ha levantado pirámides y altares matemáticamente orientados, de tres civilizadores iniciados en una astronomía trascendente cuyas leyes fueron paralelas a las de los mayas.

Antonin Artaud (Francia, 1896-1948).

sábado, 19 de marzo de 2022

Día de reyes: 1919, de John Dos Passos

"... y entonces sacaba Veinte mil leguas de viaje submarino, un libro que guardaba debajo del colchón..."

(Fragmento de Richard Ellsworth Savage)

Al pensar en aquello recordaba el sol y el viento; Dick se cansaba y se sentía mal cuando trataba de recordar cómo había sido todo aquello y no conseguía estudiar las lecciones de mañana y entonces sacaba Veinte mil leguas de viaje submarino, un libro que guardaba debajo del colchón porque su madre le quitaba los libros que no fueran estrictamente para estudiar, y leyendo enseguida se olvidaba de todo, con sólo leer un poco le bastaba, y entonces no se sabía la lección al día siguiente.

A pesar de eso, se lo pasaba muy bien en la escuela y a los maestros les gustaba, en especial a la señorita Teazle, la profesora de inglés, porque hacía y decía cosas sin importancia que, sin llegar a ser atrevidas la hacían reír. La señorita Teazle dijo que demostraba una auténtica disposición para la redacción. Una Navidad, Dick le mandó unos versos que había escrito sobre el Niño Jesús y los Reyes Magos, y ella declaró que tenía grandes dotes.

John Dos Passos (Estados Unidos, 1896-1970). 

viernes, 18 de marzo de 2022

Día de reyes: DOS TEXTOS ALUSIVOS de José Bergamín


(De El cohete y la estrella)

... Herodes recibió a los tres reyes magos en su palacio, con gran solemnidad y ceremonia; los agasajó y los sentó a su mesa, y luego les habló de este modo:

- Sé que vuestro saber ha profundizado todas las ciencias y las artes. ¿Queréis enseñarme vuestros secretos?

Entonces ellos pasaron aquel día mostrándole asombrosos juegos de prestidigitación y por la noche prepararon una gran fiesta pirotécnica, que iluminó la ciudad alegremente. Un poco antes del amanecer reunieron su cortejo y, dejando en puertas y ventanas los juguetes para los niños, partió su caravana melancólica.

Herodes, que no se había quedado satisfecho, les detuvo en el camino y les dijo: «Me habéis engañado ocultándome vuestro secreto más importante. ¿Dónde está la estre- lla que os guía?».

Y ellos sonrieron sin contestar.

- Si no me lo decís -insistió Herodes-, mandaré mataros.

Y ellos volvieron a sonreír y a no contestar.

Entonces, Herodes, irritado, les gritó:

- ¡Os digo que tenéis la vida pendiente de un hilo mientras no me descubráis vuestra estrella maravillosa!

Y el rey negro, que era más astuto que los otros y algo burlón, explicó: «Lo que tenemos pendiente de un hilo, señor, es la estrella maravillosa». Y dejando asomar por su ropón unos grandes picos dorados, añadía: «La lleva siempre el que va delan- te de nosotros».

Así dejó Herodes marchar a los tres reyes profesionales del ocultismo, quedándose muy pensativo porque su corazón rebosaba pena y sentía una inmensa piedad hacia todas las cosas.

Aquel mismo día ordenó la degollación de los niños, que murieron con los primeros juguetes de su inocencia.

(De La decadencia del analfabetismo)

En los Nacimientos de Nochebuena la representación poética se ha reducido y como paralizado en un instante: tiene por eso mismo más intensiadad comprensiva, más ingenuidad y más coherencia: trascendiendo poéticamente la incoherencia literal; sobre todo si en el Nacimiento se figuran trenes y aviones y los Reyes Magos viajan en automóvil y el Palacio de Herodes se ilumina elécrticamente: cuando hay tendida por el monte una extensa red de comunicaciones telegráficas y telefónicas para que un solo ángel pueda avisar a todos los pastores al mismo tiempo y el Rey Herodes pueda ordenar más rápidamente, pot telégrafo, y en comunicación cifrada, para hacerla todavía más literal, la degollación de los inocentes.

José Bergamín (España, 1895-1983).

jueves, 17 de marzo de 2022

Día de reyes: REY JESÚS, de Robert Graves

"... y vistieron sus más ricas ropas ceremoniales, de modo que parecían reyes."

(Fragmento del capítulo La huida a Egipto)

Los tres hombres de Damasco escuchaban en silencio. Cuando se alejó, le siguieron de prisa y miraron, desde lejos, adónde iba. Luego regresaron a su campamento en busca de los dones sagrados que habían traído, se lavaron, se perfumaron y vistieron sus más ricas ropas ceremoniales, de modo que parecían reyes.

María daba el pecho a su hijo cuando aparecieron en la puerta del cobertizo. Alzó la vista alarmada. Pero hicieron el signo de la paz y, postrándose en el piso de tierra apisonada, cuidadosamante barrido por María, rindieron silencioso homenaje al niño. Uno de ellos puso a sus pies una corona de oro de doce puntas, con una joya distinta en cada punta; la que correspondía a cada una de las doce tribus. Y susurró:

- En prenda de tu soberanía, Grande.

El siguiente depositó a la izquierda de la corona una vasija de alabastro que contenía mirra y dijo:

- En prenda de tu amor, Grande.

Y el tercero puso a la derecha de la corona una caja de marfil con incienso olíbano y dijo:

- En prenda de tu inmortalidad, Grande.

María, con los ojos húmedos de lágrimas, dijo con gravedad:

- Doy las gracias en nombre de mi hijo, señores. Sus dones han sido justamente otorgados. Vayan con la bendición del Señor.

Robert Graves
(Inglés fallecido en España, 1895-1985).

(Traducido al español por Carlos Peralta).

miércoles, 16 de marzo de 2022

Día de reyes: FÁBULA, de Vicente Huidobro

"Sabe que la estrella de los Reyes Magos era un perro de ciego."

El perro que había mordido su sombra
Sangraba en el arroyo

El viento
quitó de su cabeza
algunas lágrimas de pájaro

Lamiendo su sombra
Él mira a veces los astros enevejecidos
donde revolotean mariposas

Sabe que la estrella de los Reyes Magos
Era un perro de ciego

Vicente Huidobro (Chile, 1893-1948).

martes, 15 de marzo de 2022

Día de reyes: EL MAESTRO Y MARGARITA, de Mijaíl Bulgákov


(Fragmento del Libro Primero; capítulo I: No hable nunca con desconocidos)

- Tu representación, Iván -decía Berlioz-, del nacimiento de Jesús, Hijo de Dios, es justa y satírica, pero la clave está en que antes de Cristo habían nacido toda una serie de hijos de Dios; como el Adonis fenicio, el Attis de Frigia o el Mitra persa. En conclu- sión, ni nacieron ni existieron ninguno de ellos. Y Cristo, por supuesto, tampoco.

- Es necesario que tú, en vez de describir el Nacimiento o la llegada de los Reyes Magos, relates los rumores absurdos de este acontecimiento. Porque, según lo mentas tú, da toda la impresión de que Cristo pudo nacer así.

Y al llegar aquí, Desamparado hizo un intento de terminar con el hipo que le seguía atormentando y contuvo la respiración. El resultado fue un ataque más agudo y doloroso. También entonces Berlioz tuvo que interrumpir su discurso, porque el extranjero se había levantado y se dirigía hacia ellos. Los escritores le contemplaban extrañados.

- Espero que ustedes me perdonen -dijo el caballero con acento extranjero, pero sin llegar a desfigurar las palabras- por atreverme... sin haber sido previamente presenta- dos... pero el tema de su docta conversación es tan sumamente interesante que...

Mijaíl Bulgákov (Ruso nacido en Ucrania, 1891-1940).

lunes, 14 de marzo de 2022

Día de reyes: EL NACIMIENTO, de Tomás Borrás

"Entretanto, una bailarina oriental deja las babuchas, lindas como dedales, danza envuelta en la niebla..."

(Fragmento)

El séquito de los Reyes Magos vestidos con la magnificencia con que los recargó Van Dyck. Los tres sátrapas arrastran el armiño y la púrpura. Los esclavos, encontrando el sitio a propósito, crean, con alfombras, doseles, almohadones y pebeteros, un oasis de riqueza. Los Magos se detienen y la caravana de camellos cargados de fardos preciosos, de guerreros con armaduras centelleantes, de siervos vestidos como príncipes y de mujeres de rostro irreprochable rodea a los señores. Los cuales enarbolan el astrolabio, el catalejo y el compás y se ponen a hacer cálculos astronó- micos. Entretanto, una bailarina oriental deja las babuchas, lindas como dedales, danza envuelta en la niebla de sus velos y en la neblina de un braserillo humeante, al borde del cuadrilátero de la alfombra, estanque aterciopelado. Los músicos sestean somnolientos ritmos orientaíes. Presenta el Arcángel la estrella nueva. Confusión en los Magos, que se encuentran con un astro desconocido. El Arcángel les pide que le sigan, y toda la opulencia del cortejo -marfiles, sedas, oro- obedece con lentitud imperial, imantada la voluntad por un pobre lucero de hojalata.

Tomás Borrás (España, 1891-1976).

domingo, 13 de marzo de 2022

Día de reyes: PRIMAVERA NEGRA, de Henry Miller

"Dios inunda la calle de música. Es Dios quien pone la música todas las tardes, justo cuando salimos del trabajo."

(Fragmento del último capítulo: Teatro de variedades)

Esta es la ciudad y ésta es la música. De las negras cajitas surge un interminable río de romance donde lloran los cocodrilos. Todos caminan hacia la cumbre de la montaña. Todos van al paso. Desde la estación eléctrica de arriba, Dios inunda la calle de música. Es Dios quien pone la música todas las tardes, justo cuando salimos del trabajo. A algunos nos da una corteza de pan, a otros un Rolls Royce. Todos vamos hacia las Salidas y el pan duro está encerrado en los cubos de basura. ¿Qué es lo que mantiene nuestros pies al unísono, mientras vamos hacia la brillante cumbre de la montaña? Es la Canción de Amor que oyeron en el pesebre los tres reyes magos de Oriente. Un hombre sin piernas y con los ojos volados la tocaba en su flautín, mientras iba por la calle de la ciudad sagrada en su cajón con ruedas. Es esta Canción de Amor la que ahora se derrama desde millones de cajitas negras en el momento cronológico preciso, para que hasta nuestros hermanos morenos de las Filipinas puedan oírla. Es esta hermosa Canción de Amor la que nos da fuerza para construir los más altos edificios, para botar al agua los más grandes buques de guerra, para construir puentes sobre los ríos más anchos. Esta es la Canción que nos da coraje para matar a millones de hombres a la vez, con apretar sólo un botón. Es esta Canción la que nos proporciona energía para saquear la tierra y dejar todo diezmado.

Henry Miller (Estados Unidos, 1891-1980).

sábado, 12 de marzo de 2022

Día de reyes: LOS SEIS REYES MAGOS, de John Flanders

"La tripulación de La Belle Pálagie desembarcó..."

(Fragmento)

Llegó el día de Año Nuevo. La tripulación de La Belle Pélagie desembarcó, se emborra- chó en casa de Barkis y volvió con la noticia de que el misionero no volvería hasta mediados de enero... o Saint-Glin-Glin.

Pierrot se estaba consumiendo visiblemente. Sus labios azules cubiertos de ampollas solo dejaban pasar palabras incoherentes y una falta de aliento que ya sonaba como un sonajero. La tristeza del capitán Botte se convirtió en ira. No podía permitir que Dios, si lo había, dejara morir a este pobre niño, lejos de su familia, en una isla per- dida.

- Capitán... ¡Pierrot está preguntando por usted! Está muy mal, usted lo sabe.

Botte, que vagaba como un alma en pena por la cubierta, dejó caer su pipa y subió corriendo. Encontró al grumete muy tranquilo, casi sonriente, pero pálido como la tiza.

- Esta noche... el frijol... ¡los Reyes! -susurró.

- ¡Ah, diablos!... -gruñó Botte-, lo había olvidado. Hoy es 6 de enero... ¡Epifanía! Y le prometí…

Por el ojo de buey vio que el cielo se volvía malva, anunciando la rápida noche del trópico, y murmuró una maldición entre dientes.

- Está bien, pequeño -dijo, volviéndose hacia el niño-, ¡esta noche celebraremos a los Reyes!

Pierrot le dio las gracias con un ligero movimiento de cabeza y se durmió.

- ¡Aquí estoy yo teniendo que pedirles a estas momias que me echen una mano! -se quejó Botte-. Qué trabajo...

Fue a pedirle a Lou un panqueque con un frijol. Gracias a Dios no era la harina lo que faltaba a bordo. Pero, ¿y los Reyes...?

El capitán y la imaginación nunca habían deambulado juntos por la vida, y Botte se sentía muy apesadumbrado cuando de repente sus ojos se posaron en los marineros Manders, Ridge y Apeka, quienes jugaban a las cartas en cubierta.

- Por mi primera pipa, aquí están mis Reyes..."-exclamó, con gran alegría en su corazón. Manders, que era el más inteligente de los tres, recibió instrucciones muy concretas: ir a Barkis, pedirle que alquilara un oropel adecuado para los Tres Reyes Magos y volver a bordo para desempeñar ese papel.

Un momento después, Botte los oyó alejarse por el muelle, gritando una tonta salmodia marinera.

Había llegado la noche; una enorme estrella fugaz se desprendió de la bóveda celeste y se perdió en el mar.

- La estrella… -murmuró Botte-, ¡Bah, momias!

Bajó a la habitación del enfermo.

No hacía falta ser un erudito para darse cuenta de que la fiebre isleña pronto vencería a Pierrot.
***

Botte se impacientó porque sus tres marineros no regresaron.

- Los encadenaré -se quejó.

Lou había colocado un panqueque espeso y humeante junto a la cama del paciente, pero Pierrot no le prestó atención. Sus ojos abiertos de par en par parecían fijos, más allá de las cosas, en imágenes temibles.

Botte, furioso, volvió a cubierta y de repente su rostro se iluminó. En el muelle, los Reyes avanzaron, vestidos de oro y púrpura, majestuosos bajo la luna creciente. ¡Ah, Barkis lo había hecho muy bien!

Mientras se felicitaba a sí mismo, Botte se preguntó de dónde había sacado el cantinero unos abrigos tan magníficos. Tampoco podía dejar de ver a sus marineros tan dignos, tan solemnes, tan llenos de majestad.

- ¡Vamos, Manders, Ridge, Apeka! -susurró-. "¡Vengan rápidos!

Literalmente los empujó hasta la habitación de Pierrot.

- ¡Hola, Pierrot!... Aquí están tus Reyes... ¡Mira qué hermosos son!

El grumete se incorporó y soltó un gran grito de alegría.

Los Reyes Magos se arrodillaron junto a su litera.

***

- Una serpiente en una botella... oh... oh!

Las voces de borrachos subieron desde el muelle, repitiendo la canción inepta.

Botte, que ya no entendía nada, corrió hacia el puente. Tres tipos ridículos, blandien- do una estrella de oropel en la punta de un palo, se tambalearon hacia La Belle Pélagie, vestidos con sucios harapos rojos y verdes.

- Manders... Ridge... ¡qué significa esto! -tartamudeó Boot.

Manders se derrumbó borracho en el muelle, arrastrando a sus dos compañeros con él. La estrella cayó al agua.

- ¡Entonces, los Reyes! -hipó el capitán.

Abrió la puerta del dormitorio. Los Reyes ya no estaban allí, pero la luz de la lámpara suspendida del cardán, caía sobre el rostro sonriente y apacible de Pierrot.

- Dios mío, qué guapo es... -sollozó el viejo marinero.

De repente creyó entender.

- Los Reyes... los verdaderos Magos... mi dulce Señor, ¡vinieron por él!

Entonces el capitán, ese incrédulo, cayó de rodillas.

John Flanders:
Jean Raymond Marie de Kremer (Bélgica, 1867-1964).