Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

jueves, 12 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: LA DURMIENTE, de Juan Gelman

"... todos mis pensamientos te ven dormir/ se funden como cera en tu llama."

Estás dormida/estoy despierto/
como un sonámbulo doy vueltas alrededor de tu sueño/
estás dormida/cruzo la soledad de las rocas
que tiemblen con mi pena/y oscurezco la luna/
estás dormida/tu fulgor/
me roba el sueño de los ojos/
estás dormida en tu calor/
estoy despierto en la noche que tirita/
todos mis pensamientos te ven dormir/
se funden como cera en tu llama.

Juan Gelman
(Argentino fallecido en México, 1930-2014).

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: LA DURMIENTE, de Juan Gelman (sin ilustración para evitar la censura)


Estás dormida/estoy despierto/
como un sonámbulo doy vueltas alrededor de tu sueño/
estás dormida/cruzo la soledad de las rocas
que tiemblan con mi pena/y oscurezco la luna/
estás dormida/tu fulgor/
me roba el sueño de los ojos/
estás dormida en tu calor/
estoy despierto en la noche que tirita/
todos mis pensamientos te ven dormir/
se funden como cera en tu llama.

Juan Gelman
(Argentino fallecido en México, 1930-2014).

lunes, 9 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: EL RUBÍ EN EL OMBLIGO, de Barry Unsworth (versión autocensurada)

"...comencé a imaginarme esta desnudez suya, pero no llegué muy lejos. Ella era toda maravilla para mí, no carne."

(Fragmento del capítulo X)

- Buenas noches, mi señora, y que descanséis plácidamente. La vi dirigirse a las escaleras que conducían a la galería, subirlas y pasar brevemente bajo la lámpara que había sobre la puerta de su dormitorio. La puerta se abrió y se cerró, desapareció de mi vista. Me quedé allí un rato más, mirando hacia arriba, como si al no moverme pudiera prolongar de algún modo la sensación de su presencia. Me vinieron a la mente las palabras de una canción provenzal que había cantado a veces: Para consolarme por su pérdida, pienso en el lugar donde está... No oí voces desde dentro y pensé que tal vez Alicia no había querido despertar a la mujer que la atendía, que estaría durmiendo ahora. Se desnudaría y se prepararía para ir a la cama sin ayuda, y esto concordaba con lo que yo sentía que era la bondad de su naturaleza.

Debo confesar aquí, ya que estoy decidido a confesarlo todo, que durante un rato, mientras estaba allí, puse en práctica esa facultad de especulación de la que he hablado antes, estimulada en mí por Yusuf, pero creo que ya estaba allí en una medida bastante fuerte, y comencé a imaginarme esta desnudez suya, pero no llegué muy lejos. Ella era toda maravilla para mí, no carne. Era mi dama reencontrada. Y yo era su espléndido Thurstan, no un espía ni un libertino.

Barry Unsworth
(Inglés fallecido en Italia, 1930-2012).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

domingo, 8 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: EL RUBÍ EN EL OMBLIGO, de Barry Unsworth (sin ilustración para evitar la censura)

(Fragmento del capítulo X)

- Buenas noches, mi señora, y que descanséis plácidamente. La vi dirigirse a las escaleras que conducían a la galería, subirlas y pasar brevemente bajo la lámpara que había sobre la puerta de su dormitorio. La puerta se abrió y se cerró, desapareció de mi vista. Me quedé allí un rato más, mirando hacia arriba, como si al no moverme pudiera prolongar de algún modo la sensación de su presencia. Me vinieron a la mente las palabras de una canción provenzal que había cantado a veces: Para consolarme por su pérdida, pienso en el lugar donde está... No oí voces desde dentro y pensé que tal vez Alicia no había querido despertar a la mujer que la atendía, que estaría durmiendo ahora. Se desnudaría y se prepararía para ir a la cama sin ayuda, y esto concordaba con lo que yo sentía que era la bondad de su naturaleza.

Debo confesar aquí, ya que estoy decidido a confesarlo todo, que durante un rato, mientras estaba allí, puse en práctica esa facultad de especulación de la que he hablado antes, estimulada en mí por Yusuf, pero creo que ya estaba allí en una medida bastante fuerte, y comencé a imaginarme este desnudez suya, pero no llegué muy lejos. Ella era toda maravilla para mí, no carne. Era mi dama reencontrada. Y yo era su espléndido Thurstan, no un espía ni un libertino.

Barry Unsworth
(Inglés fallecido en Italia, 1930-2012).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

sábado, 7 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: NADA POR NADA y TODO COMO ANTES, de Kjell Askildsen

"Ella se estaba haciendo la dormida, pero había dejado encendida la lámpara de la mesita del lado de él."
 
Nada por nada

(Fragmento)

Se quedó sentado, tal vez hablaran un rato antes de despedirse. Y, por cierto, ella recibiría su merecido, si es que empezaba a preocuparse por él.

Encendió un cigarrillo y pensó: No diré nada. Ella puede decir lo que quiera, no voy a contestarle.

Se levantó, bajó las escaleras y entró en el hotel. Saludó con la cabeza al recepcio- nista, ahora se lo podía permitir, ahora que llegaba último.

Ella se estaba haciendo la dormida, pero había dejado encendida la lámpara de la mesita del lado de él. Ella no sabe que yo sé a qué hora ha llegado, pensó. Ella no sabe que yo sé que no está dormida, y yo no le diré que lo sé. Se hace la dormida porque no quiere mostrar que acaba de llegar, quiere parecer mejor de lo que es.

Se desnudó, apagó la luz y se tapó con la sábana. Estuvo un rato pensando en que Ingrid se hacía la dormida, y en la mujer alemana. La veía con toda claridad en su mente.

A la mañana siguiente se levantó antes que Ingrid, como de costumbre. No la desper- tó. Se vistió y salió.

"Nina dormía. Se había quitado la sábana con los pies. Cercano al hombro izquierdo tenía un moretón tan grande como un puño."

Todo como antes

(Fragmento)

Se fumó otros tres cigarrillos y supuso que ella se había dormido. Entró sin hacer ruido, se desnudó, echó la cortina, tanteó para encontrar la cama y se tapó con la sábana. Nina se movió. «¿Acaso he hecho algo malo?», preguntó. Él no contestó. «Qué sádico eres, coño». Él se quedó un rato pensando en lo peor que podía decir, y dijo: «Una vez me contaste que una amiga tuya solía ir por ahí exhibiendo el coño. Observándote esta noche he entendido de repente lo que querías decir. Deberías...».

En ese instante ella se lanzó encima de él, totalmente por sorpresa, Carl notó cómo los dedos de ella se cerraban alrededor de su cuello y la oyó resoplar: «Te voy a matar». Sus manos no apretaban fuerte, pero a él le entró pánico y se defendió a golpes. Ella aflojó los dedos, pero siguió forcejeando. Él le dio un empujón y salió de entre la sábana y de la cama. Ella seguía tumbada intentando recobrar el aliento. Él descorrió la cortina y salió al balcón, luego volvió a entrar por la ropa y el tabaco. Era la una y media.

A las dos y cuarto entró a acostarse. Nina estaba dormida. A las nueve y media se despertó y se levantó sin hacer ruido. Nina dormía. Se había quitado la sábana con los pies. Cercano al hombro izquierdo tenía un moretón tan grande como un puño. Por un instante le sobrevino un repentino ataque de ternura, pero enseguida recordó todo. Salió de la habitación sin hacer ruido.

Kjell Askildsen (Noruega, 1929-2021).

(Traducido al español por Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo).

viernes, 6 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: LA SOLUCIÓN, de Julio Ramón Ribeyro

"Armando observó sus rubios cabellos extendidos sobre la almohada, su perfil, su delicioso cuello, sus formas que respiraban bajo el edredón. "

(Fragmento)
- Se diría un tiro -dijo Óscar.

Berta fue la primera en precipitarse por el corredor, justo cuando Armando reaparecía llevando un bolso, una bufanda, un abrigo. Estaba pálido.

- ¡Curioso! -dijo-. Éstas son las coincidencias que a uno lo desconciertan. Al buscar una pastilla en mi mesa de noche desplacé mi revólver y no sé cómo salió un tiro. Atravesó el cajón de la mesa y rebotó contra la pared.

- ¡Buen susto nos has dado! -dijo Óscar-. Es así como ocurren los accidentes. Es por eso que yo jamás tengo armas a la mano. Pon un poco más de atención otra vez.

- ¡Va! -dijo Armando-. Tampoco hay que exagerar. Después de todo no ha pasado nada. Los acompaño hasta la puerta.

El malecón seguía brumoso. Armando esperó que los autos arrancaran y entrando a la casa corrió el picaporte y regresó a la sala. Berta llevaba a la cocina los ceniceros sucios.

- Ya mañana la muchacha pondrá orden aquí. Estoy muy cansada ahora.

- Yo en cambio no tengo sueño. La conversación me ha dado nuevas ideas. Voy a trabajar un momento en mi relato. No me has dicho qué te pareció…

- Por favor, Armando, te digo que estoy cansada. Mañana hablaremos de eso.

Berta se retiró y Armando se dirigió a su escritorio. Largo rato estuvo revisando su manuscrito, tarjando, añadiendo, corrigiendo. Al fin apagó la luz y pasó al dormitorio. Berta dormida de lado, su lámpara del velador encendida. Armando observó sus rubios cabellos extendidos sobre la almohada, su perfil, su delicioso cuello, sus formas que respiraban bajo el edredón. Abriendo el cajón de su mesa de noche sacó su revólver y estirando el brazo le disparó un tiro en la nuca.

Julio Ramón Ribeyro (Perú, 1929-1994).

La lectura del relato completo es posible en Ciudad Seva.

jueves, 5 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: LA HISTORIA INTERMINABLE, de Michael Ende

 "Xayide sonrió entre sueños."

(Fragmento del capítulo La mano vidente)

- ¿Por qué? ¿Qué comarca es ésta?

- Este bosque de orquídeas carnívoras, señor, se llama el jardín de Oglais y pertenece al castillo encantado de Hórok, llamado también la Mano Vidente. En él vive la maga más poderosa y perversa de toda Fantasia. Su nombre es Xayide.

(Fragmento del capítulo La batalla de la torre de marfil)

Se dirigió a la litera de coral de Xayide. Ella estaba profundamente dormida y sólo los cinco gigantes, con sus negras corazas de insecto, permanecían erguidos e inmóviles a su alrededor. En la oscuridad parecían cinco bloques de piedra.

- Deseo que me obedezcáis -dijo Bastián en voz baja. Inmediatamente, los cinco volvieron hacia él sus negras caras de hierro.

- Mándanos, Señor de nuestra Señora -respondió uno con voz metálica.

- ¿Creéis que podríais dominar a Fújur, el dragón de la suerte? -quiso saber Bastián. -Eso depende, señor, de tu voluntad que nos guía -contestó la voz metálica.

- Es mi voluntad -dijo Bastián.

- Entonces podemos dominar a cualquiera -fue la respuesta.

- Está bien, acercaos a él... -señaló con la mano la dirección-. En cuanto Atreyu lo deje, icoged a Fújur prisionero! Pero quedaos con él allí. Ya os avisaré cuando tengáis que traerlo.

- Lo haremos de buena gana -fue la respuesta de la voz metálica. Los cinco negros se pusieron en movimiento silenciosamente y todos al mismo paso. Xayide sonrió entre sueños.

Michael Ende (Alemania, 1929-1995).

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: TRES TRISTES TIGRES, de Guillermo Cabrera Infante

"Bela con una vela (...) detrás de una telaraña romántica, bajando los barrocos escalones..."

(Fragmento del capítulo XII)

... porque me olvidé de Arsenietsche Cué para recordar al Conde Drácula, al inolvidable Bela Lugosi, a quien reconocí en el batir del gran manto del obispo y en su cara extranjera y lívida y en la obsesión de viajar entre la luz espectacular y las sombras, y vi a la bella y fatídica Carol Borland en La Marca del Vampiro, junto al viejo Bela (Bela con una vela, diría Bustrófedon) detrás de una telaraña romántica, bajando los barrocos escalones hasta llegar ante una plácida ventana gótica y observar por un instante a la víctima propiciamente dormida entre cortinas románticas en un sofá art nouveau y sin pensar en el delirio de estilos (Drácula no es decorador interior aunque lo parezca) lanzarse a toda bela sobre el cuello tentador: carne de promisión, banco de sangre que camina, objeto de amor y dolor que haría las delicias del Abuelo Divino sentado enorme y fofo y ávido, comiendo rositas de hígado y bebiendo sangría en su luneta con clavos del cine Charenton...

Guillermo Cabrera Infante
(Cubano nacionalizado inglés, 1929-2005).

martes, 3 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: LA INSOPORTA- BLE LEVEDAD DEL SER, de Milan Kundera

"... por no despertarla, y con mucho cuidado se dio media vuelta hasta apoyarse en un costado para poder observarla mejor."

Primera parte: La levedad y el peso

(Fragmento del capítulo 4)

Ese era el motivo por el cual no tenía en su casa más que una cama. A pesar de que era una cama bastante ancha, Tomás les decía a todas sus amantes que era incapaz de dormir si compartía la cama con alguien y las llevaba a todas a medianoche a sus casas. Por lo demás, la primera vez que Teresa se quedó en su casa con la gripe, nunca durmió con ella. La primera noche él la pasó en un sofá grande y la noche siguiente se marchó al hospital, donde tenía su despacho y en él una camilla que utilizaba durante las guardias.

Pero esta vez se durmió a su lado. Por la mañana se despertó y comprobó que Teresa, que aún dormía, lo tenía cogido de la mano. ¿Habrían estado así durante toda la noche? Le parecía difícil creerlo.

Ella respiraba profundamente entre sueños, apretaba su mano (con fuerza, no fue capaz de lograr que se la soltara), y la maleta enormemente pesada estaba a su lado, junto a la cama. 

Temía intentar que le soltara la mano, por no despertarla, y con mucho cuidado se dio media vuelta hasta apoyarse en un costado para poder observarla mejor.

"Una vez, mientras la adormecía y ella no había pasado aún de la primera antesala del sueño..."

Capítulo 6

El acuerdo tácito sobre la amistad erótica presuponía que Tomás dejaba el amor fuera de su vida. En cuanto incumpliese esta condición, sus demás amantes se encontra- rían en una posición secundaria y se rebelarían.

Por eso buscó para Teresa un piso de alquiler al que ella tuvo que llevar su pesada maleta. Quería velar por ella, defenderla, disfrutar de su presencia, pero no sentía necesidad de cambiar su estilo de vida. Por eso no quería que se supiera que Teresa dormía en su casa. Dormir juntos era, en realidad, el corpus delicti del amor.

Nunca dormía con las demás amantes. Cuando iba a verlas a sus casas, la cuestión era sencilla, podía irse cuando quería. Peor era cuando ellas estaban en casa de él y había que explicarles que a medianoche debía llevarlas a sus casas porque tenía problemas de insomnio y era incapaz de dormir en la inmediata proximidad de otra persona. Aquello no estaba muy lejos de la verdad, pero la causa principal era peor y no se atrevía a contársela: en el mismo momento en que terminaba el acto amoroso sentía un deseo insuperable de quedarse solo; despertarse en medio de la noche junto a una persona extraña le desagradaba; levantarse por la mañana junto con alguien le producía rechazo; no tenía ganas de que nadie oyese cómo se limpiaba los dientes en el cuarto de baño y la intimidad del desayuno para dos no le atraía.

Por eso se sorprendió tanto cuando se despertó y Teresa cogía con fuerza su mano. La miraba y no podía entender qué había pasado. Se acordaba de las horas que acababan de pasar y le parecía que de ellas se desprendía el perfume de quién sabe qué felicidad desconocida.

Desde entonces los dos disfrutaban durmiendo juntos. Diría casi que el objetivo del acto amoroso no era para ellos el placer sino el sueño que venía después de aquél. Ella, en particular, no podía dormir sin él. Cuando alguna vez se quedaba sola en su piso alquilado (que iba convirtiéndose cada vez más en una simple tapadera), no podía conciliar el sueño en toda la noche. En sus brazos se dormía por más excitada que estuviera. Él le susurraba al oído historias que inventaba para ella, cosas sin sentido, palabras que repetía monótonamente, consoladoras o chistosas. Aquellas palabras se convertían en visiones confusas que la transportaban hasta el primer sueño. Tenía el sueño de ella totalmente en su poder y ella se dormía en el instante que él elegía.

Cuando dormían, se aferraba a él como la primera noche: se cogía con fuerza de su muñeca, de su dedo, de su tobillo. Si quería alejarse sin despertarla, debía utilizar algún truco. Liberaba el dedo (la muñeca, el tobillo) de su encierro, lo cual siempre la despertaba a medias, porque ni aun dormida dejaba de vigilar atentamente lo que él hacía. Se calmaba cuando en lugar de su muñeca ponía en su mano algún objeto (un pijama retorcido, un zapato, un libro) que ella luego apretaba firmemente como si fuera parte del cuerpo de él.

Una vez, mientras la adormecía y ella no había pasado aún de la primera antesala del sueño, de modo que todavía era capaz de responder a sus preguntas, le dijo: «Bueno. Yo ahora me voy». «¿Adonde?», le preguntó. «Me voy», dijo con voz severa. «¡Voy contigo!», dijo y se incorporó. «No, no puedes. Me voy para siempre», dijo y salió de la habitación al vestíbulo. Ella se levantó y con los ojos entrecerrados fue tras él. No llevaba más que un camisón corto, sin nada debajo. Su cara permanecía impasible, inexpresiva, pero sus movimientos eran enérgicos. El salió del vestíbulo al pasillo (el pasillo común del edificio) y cerró la puerta. Ella la abrió bruscamente y fue tras él, convencida en su sueño de que quería irse para siempre y de que debía detenerlo. El bajó las escaleras hasta el primer descansillo y allí la esperó. Ella llegó hasta él, lo cogió de la mano y se lo llevó de regreso a la cama.

Tomás se decía: hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer).

Milan Kundera
(Checo nacionalizado francés, 1929-2023).

(Traducido al español por Fernando Valenzuela).

lunes, 2 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: GRINGO VIEJO, de Carlos Fuentes

"El viejo se quedó mirando un rato el rostro durmiente de la hermosa mujer, le acarició la cabellera castaña y luminosa..."

(Fragmento del capítulo VIII)

El viejo no vio motivo para sonreír. El tiempo había llegado y Pancho Villa andaba lejos. Dijo que estaría listo en cinco minutos y fue al final del carro de ferrocarril, donde la mujer con cara de luna dormía sobre el piso. Le había dejado la cama a la señorita Winslow. La mexicana despertó al entrar el viejo. El le pidió silencio con un gesto. La mujer no se alarmó; cerró de vuelta los ojos. El viejo se quedó mirando un rato el rostro durmiente de la hermosa mujer, le acarició la cabellera castaña y luminosa, le tapó con el sarape el seno descubierto, pequeño y redondo y suave- mente le rozó la mejilla cálida con los labios. Quizás la mujer con la cara de luna entendía la ternura (deseó el gringo viejo). El sueño es nuestro mito personal, se dijo el gringo viejo cuando besó a Harriet dormida y pidió que ese sueño se prolongara más que la guerra, venciera a la propia guerra para que al regresar de ella, vivo o muerto, ella lo recibiera en este sueño ininterrumpido que él, a fuerza de desear y de inducir con el deseo, llegó a ver y comprender en los escasos minutos que dura un sueño que, más tarde, la memoria o el olvido restaurarán como un argumento largo, poblado de detalles, de arquitecturas y de incidentes. Quería invitarla, quizás, a su propio sueño; pero éste era un sueño de la muerte que no podía compartir con nadie: en cambio, mientras vivieran ambos, por más separados que estuviesen, podían penetrar sus sueños respectivos, compartirlos; hizo un esfuerzo gigantesco, como si éste pudiese ser el último acto de su vida, y en un instante soñó con los ojos abiertos y los labios apretados el sueño entero de Harriet, todo, el padre ausente, la madre prisionera de las sombras, el paso de la luz estable sobre una mesa a la luz fugitiva dentro de una casa abandonada.

Carlos Fuentes
(Mexicano nacido en Panamá, 1928-2012).

domingo, 1 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: UN IDILIO EN INVIERNO, de William Trevor

"... ella debió 
haberse quedado dormida mientras esperaba en el sofá. No recordaba haber subido a la cama."

(Fragmento inicial)

Mary Bella no recordaba cuándo se despertó y luego lo hizo: él no había llegado. El tren se había retrasado y Woods había llamado desde la estación. Eran casi las diez y ella debió haberse quedado dormida mientras esperaba en el sofá. No recordaba haber subido a la cama.

Era muy temprano, se dio cuenta por la luz. El aire que entraba por la ventana entreabierta era frío y subió las sábanas. Si él hubiera venido, estaría en la habitación que ella había ayudado a preparar para él, con las prímulas que había recogido en el florero que había sobre el tocador. Se preguntó si él lo habría hecho.

Cuando volvió a dormirse, soñó que no había sido así, que el tren se había retrasado, que Woods había vuelto solo y había dicho que no se había bajado ningún extraño del tren. Pero cuando bajó al comedor y escuchó en la puerta, oyó una voz que no conocía. «¡Ahora sí que puedo adivinar quién es!», dijo cuando entró y le tendió la mano para que se la estrechara. Después, en el aula, le dijo que tenían todo el verano. Tenían mucho por hacer.

William Trevor
(Irlandés fallecido en Inglaterra, 1928-2016).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

sábado, 31 de agosto de 2024

Mirándolas dormir: LA LEY DE HERODES, de Jorge Ibargüengoitia

"Nos tomamos una botella de ron Potrero sentados en una cama..."

La vela perpetua

(Fragmento)

Una estudiante americana, que nos conoció el primer año, vino a fines del segundo y me preguntó impaciente:

- ¿Todavía no te has liberado de ésa?

Pero yo no quería liberarme. No podía vivir sin ella, creía yo. Hubo dos viajes en los que ocurrieron cosas que determinaron el curso de la historia.

El primero fue un viaje. . . de estudio, digamos. No importa qué clase de estudio, ni a dónde fue; lo que importa es que los hombres estábamos en un cuarto y ella, que era la única mujer, estaba en otro. Cuando la encontré lavándose los dientes y ella me miró y se rió con la boca enjabonada, comprendí que la relación de confesionario que estábamos teniendo en esa época iba a dar un salto. Dicho y hecho. Una tarde, después de dos días de investigaciones fructíferas pero bastante aburridas, se fueron los demás al cine y nos dejaron solos en el hotel. Nos tomamos una botella de ron Potrero sentados en una cama y después, recostados en la misma, hicimos actos previos bastantes para una vida de coitos. Pero cada vez que yo, con gran timidez quería llegar a mayores, ella me decía: "No, no", y yo la obedecía. Después, se levantó y se fue a acostar en su cuarto, porque todo esto había pasado en el mío. Aquí quisiera contar que cuando se fue, esperé un rato y después la seguí a su cuarto y la encontré dormida, pero la verdad es que me quedé un rato pensando qué hacer y antes de decidir nada, me dormí.

No vaya a pensarse que ella pasó horas retorciéndose en la cama. Lo más probable es que se haya dormido inmediatamente. Y si las pasó, muy su culpa, porque antes me dijo tantos "noes" como para acabar con las ganas de otro más apasionado que yo.

Jorge Ibargüengoitia (Mexicano fallecido en España, 1928-1983).

viernes, 30 de agosto de 2024

Mirándolas dormir: UNA MIRADA A LA OSCURIDAD y GESTARESCALA, de Philip K. Dick

"Sorprendido, Bob se quedó mirando a la mujer dormida junto a él, a Donna."

Una mirada a la oscuridad

(Fragmento final del capítulo X)

Si todo se reducía a un simple corte en la cinta, pensó Fred, habría una secuencia en la que Arctor estaría en la cama con una chica con la que probablemente no se había acostado, ni se acostaría, jamás en su vida. Pero no era un corte, sino un cambio paulatino.

O quizá sea una interrupción visual, un fallo electrónico, meditó Fred. Lo que los técnicos denominan impresión. Holoimpresión: una parte de la grabación que se confunde, se mezcla con otra. Supongamos que en un principio hubo un fallo en el avance de la cinta o que el factor de ampliación fuera muy elevado... En tal caso, se producirían sobreimpresiones. ¡Jo!, pensó Fred. Tal vez Donna había estado en el cuarto de estar y su imagen se hubiera confundido con otra escena anterior o poste- rior.

Me gustaría poseer más conocimientos técnicos sobre el proceso, se dijo Fred. No puedo hacer nada antes de documentarme. ¿Y si hubiera otra emisora de onda normal que interfiriera...?

Diafonía, pensó, algo accidental.

Como una imagen secundaria en una pantalla de televisión. Un problema operacional, un funcionamiento defectuoso. Un transductor momentáneamente disparado.

Volvió a pasar la cinta. Connie de nuevo, inalterada. Y un momento más tarde... Fred vio por segunda vez cómo el rostro de Donna iba apareciendo poco a poco. El hombre que había junto a la chica, Bob Arctor, se despertó al cabo de un instante y se sentó bruscamente en la cama. Arctor quiso encender la luz de la mesita de noche, pero sólo consiguió tirarla al suelo. Sorprendido, Bob se quedó mirando a la mujer dormida junto a él, a Donna.

La cara de Connie volvió a surgir de repente. Arctor se tranquilizó, se tumbó de nuevo y siguió durmiendo, aunque sin cesar de revolverse en la cama.

Bien, concluyó Fred, esto elimina la posibilidad de una «interferencia técnica». No es una sobreimpresión ni tampoco un fenómeno de diafonía. Arctor también lo ha visto. Se despertó, vio a Donna, la miró fijamente... y todo volvió a la normalidad.

Esto es demasiado para mí, pensó Fred. Desconectó la batería de monitores.

"Después de mirar todo el departamento, Joe acostó a Mali, quien se durmió inmediatamente."

Gestarescala

(Fragmento del capítulo 3)

Después de ajustarse el cinturón y de permitir que le pusieran el casco de presión sobre la cabeza, logró girar un poco para mirar a su compañero de vuelo, sentado a su lado.

Mali Joyez, decía la tarjeta. De reojo pudo ver que era una chica, extraterrestre pero humanoide.

En ese momento los cohetes impulsores se encendieron y la nave comenzó a elevarse.

(Fragmentos del capítulo 9)

- Spelux nos confinó a nuestras habitaciones -explicó el bivalvo-. Hicimos dos cosas. Uno: leímos todos los documentos referentes a la historia de Gestarescala. Dos: observamos a través de un vídeo a los sensores automáticos mientras recorrían la catedral hundida una y otra vez. Hemos visto a Gestarescala miles de veces en nuestras pantallas. Pero ahora podremos tocarla.

- Quiero dormir -dijo Mali, y apoyó la cabeza sobre el hombro de Joe y se recostó sobre él-. Despiértenme cuando lleguemos.

(...)

El camión seguía su viaje, saltando y brincando sobre baches y piedras, sacudiendo a los pasajeros con su vaivén. Mali ya se había dormido totalmente. Tenía razón acerca de las habilidades del chófer operador; el camión se precipitaba a través de la noche a una velocidad impresionante.

(...)

- Willis -dijo Joe- ¿Hay algún lugar de vivienda aquí para nosotros? Por ejemplo, una habitación privada para la Srta. Joyez? Está cansada y quiere dormir.

- Un departamento de tres ambientes está a disposición de la Srta. Joyez y usted -respondió Willis-. Es su vivienda particular.

- ¿Qué? -exclamó Joe.

- Un departamento de tres ambientes…

- ¿Quieres decir que tendremos todo un departamento y no una simple habitación?

- Un departamento de tres ambientes .repitió Willis con paciencia robótica.

- Llévanos hasta él -dijo Joe.

- No -replicó Willís; tiene que decir "Willis, llévanos hasta él".

- Willis, llévanos hasta él.

- Por supuesto, Sr. Fernwright.

El robot los condujo a través del vestíbulo hasta los ascensores. Después de mirar todo el departamento, Joe acostó a Mali, quien se durmió inmediatamente. Hasta la cama era grande. Todo tenía un aspecto sólido y de buen gusto, aunque sin pretensiones. Y era grande. No podía creerlo. Examinó la cocina y el comedor.

Philip Kindreck Dick
(Estados Unidos, 1928-1982).

(La traducción al español de Una mirada a la oscuridad es de César Terrón,
la de Gestarescala, corresponde a Andrés Esteban Machalski).

jueves, 29 de agosto de 2024

Mirándolas dormir: LA PLAZA DEL PUERTO SANTO, de Luisa Josefina Hernández

"Florinda se fingió dormida cuando llegó Teobaldo. Durmió unas horas y volvió a fingirse dormida..."

(Fragmento del capítulo VIII)

Florinda se fingió dormida cuando llegó Teobaldo. Durmió unas horas y volvió a fingir- se dormida cuando él salió de su casa para el Palacio Municipal.

Mientras tanto, pensaba que lo mejor no era decírselo a Teobaldo sino a algunas otras personas, porque Teobaldo pudiera sentirse acobardado o sin ganas de hacer lo que iba a pedirle.

Últimamente trataba de hacer lo contrario de lo que ella le decía, como para sacudirse de un dominio invisible y ganar una independencia grotesca apoyada en un absurdo. Esto lo demostraba en las cosas más pequeñas. Si ella le aconsejaba que sacara a la calle su capa de hule porque iba a llover, consultaba al cielo y le respondía que estaba loca. Luego regresaba empapado y de muy mal humor. Si le indicaba que tomara unas cucharadas para esa tos que aumentaba cada día, Teobaldo permitía que le diera bronquitis y trataba de toser bastante en el Palacio Municipal, para no llamar la atención en su casa y así por el estilo.

Luisa Josefina Hernández
(México, 1928-2023).

miércoles, 28 de agosto de 2024

Mirándolas dormir: ¿QUIÉN LE TEME A VIRGINIA WOOLF?, de Edward Albee

"Acabo de ver a su esposa desde el pasillo (...) Profundamente dormida... y con el pulgar en la boca."

(Fragmento del acto segundo)

Walpurgisnacht

Jorge (a Nico, que estâ en el mueble bar): Ya veo que te estás sirviendo, muy bien... bien. Le doy el brevaje a Marta y estamos listos.

Marta (sospechosa): ¿Listos para qué?

Jorge (pausa... se lo piensa): Pues, no sé. ¿Con algo tenemos que divertimos, no? (a Nico, que se aleja del mueblebar) Acabo de ver a su esposa desde el pasillo. Estâ en el baño. Tranquila... muy tranquila. Profundamente dormida... y con el pulgar en la boca.

Marta: ¡Ooooh!

Jorge: Enrollada como un feto, chupândose el dedo.

Nico (un poco incômodo): Supongo que estâ bien.

Jorge (expansivo): jPues claro que estâ bien! (Le da la copa a Marta) Toma.

Marta (aún en guardia): Gracias.

Edward Albee (Estados Unidos, 1928-2016).

(Traducido del inglés por Mario Juan Serrano).

martes, 27 de agosto de 2024

Mirándolas dormir: LA INCREÍBLE Y TRISTE HISTORIA DE LA CÁNDIDA ERÉNDIRA Y SU ABUELA DESAL- MADA, de Gabriel García Márquez

"Ulises permaneció contemplándola un largo rato sin despertarla, pero la contempló con tanta intensidad que Eréndira despertó."
 
(
Fragmento)

En esa ocasión, Ulises no tuvo que preguntarle a nadie por el rumbo de Eréndira. Atravesó el desierto escondido en camiones de paso, robando para comer y para dormir, y robando muchas veces por el puro placer del riesgo, hasta que encontró la carpa en otro pueblo de mar, desde el cual se veían los edificios de vidrio de una ciudad iluminada, y donde resonaban los adioses nocturnos de los buques que zarpaban para la isla de Aruba. Eréndira estaba dormida, encadenada al travesaño, y en la misma posición de ahogado a la deriva, en que lo había llamado. Ulises perma- neció contemplándola un largo rato sin despertarla, pero la contempló con tanta intensidad que Eréndira despertó. Entonces se besaron en la oscuridad, se acariciaron sin prisa, se desnudaron hasta la fatiga, con una ternura callada y una dicha recóndita que se parecieron más que nunca al amor.

Cien años de soledad

Tras el éxito inusitado que obtuvo su primera edición en 1967, García Márquez permaneció un tiempo bloqueado y no volvió a escribir sino hasta 1972, la novela breve -noveleta sería el término preciso- sobre el personaje de la cándida Eréndira, misma que apareció publicada un par de años más tarde. El siguiente párrafo, debió dar origen al mencionado relato tal y como ahora se le conoce.

(Fragmento del capítulo III)

Aureliano ansiaba que aquella operación no terminara nunca. Conocía la mecánica teórica del amor, pero no podía tenerse en pie a causa del desaliento de sus rodillas, y aunque tenía la piel erizada y ardiente no podía resistir a la urgencia de expulsar el peso de las tripas. Cuando la muchacha acabó de arreglar la cama y le ordenó que se desvistiera, él le hizo una explicación atolondrada: «Me hicieron entrar. Me dijeron que echara veinte centavos en la alcancía y que no me demorara.» La muchacha comprendió su ofuscación. «Si echas otros veinte centavos a la salida, puedes demorarte un poca más», dijo suavemente. Aureliano se desvistió, atormentado por el pudor, sin poder quitarse la idea de que su desnudez no resistía la comparación can su hermano. A pesar de los esfuerzas de la muchacha, él se sintió cada vez más indiferente, y terriblemente solo. «Echaré otros veinte centavos», dijo con voz desolada. La muchacha se lo agradeció en silencio. Tenía la espalda en carne viva. Tenía el pellejo pegado a las costillas y la respiración alterada por un agotamiento insondable. Dos años antes, muy lejos de allí, se había quedado dormida sin apagar la vela y había despertado cercada por el fuego. La casa donde vivía can la abuela que la había criada quedó reducida a cenizas. Desde entonces la abuela la llevaba de pueblo en pueblo, acostándola por veinte centavos, para pagarse el valor de la casa incendiada. Según los cálculos de la muchacha, todavía la faltaban unos diez años de setenta hombres por noche, porque tenía que pagar además los gastos de viaje y alimentación de ambas y el sueldo de los indios que cargaban el mecedor. Cuando la matrona tocó la puerta por segunda vez, Aureliano salió del cuarto sin haber hecho nada, aturdido por el deseo de llorar. Esa noche no pudo dormir pensando en la muchacha, con una mezcla de deseo y conmiseración. Sentía una necesidad irresisti- ble de amarla y protegerla. Al amanecer, extenuado por el insomnio y la fiebre, tomó la serena decisión de casarse con ella para liberarla del despotismo de la abuela y disfrutar todas las noches de la satisfacción que ella le daba a setenta hombres. Pera a las diez de la mañana, cuando llegó a la tienda de Catarino, la muchacha se había ido del pueblo.

Gabriel García Márquez
(Colombiano fallecido en México, 1927-2014). Obtuvo el premio Nobel en 1982.

lunes, 26 de agosto de 2024

Mirándolas dormir: DEL DIARIO DE UN CARACOL, de Günter Grass

"Lisbeth era más hermosa cuando estaba echada. Mucha carne dormida que (...) permanecía inmóvil (...) Lisbeth, que nunca cerraba los ojos..."

(Fragmento del capítulo 19)

Lisbeth era más hermosa cuando estaba echada. Mucha carne dormida que, con su clara pelusa, permanecía inmóvil. Sobre Lisbeth, que nunca cerraba los ojos, colgaba a la izquierda de la ventana del sótano, pegado en cartón, el grabado inglés coloreado a mano de Zweifel que representaba un caracol con su casa a cuestas, y a la derecha de la ventana, igualmente sobre cartón (y entretanto con manchas de moho), la reproducción de la Melancolía. Durante mucho tiempo desacostumbrado -porque había renunciado también al onanismo-, Zweifel se acostumbró rápidamente. El paso pesado de ella en la escalera, como de arrastrar patatas, su olor a turbera: y ya respondía el miembro de él al llamamiento. Se desabrochaba mientras ella se iba despojando. (Evidentemente, Lisbeth recordaba cómo lo había hecho el ferroviario y cómo lo había recibido: se echaba sencillamente y abría las piernas). Tanta provisión y previsión. Zweifel se introducía en Lisbeth Stomma como si el sótano no fuera bastante escondite para él. No olvidaba nada. Su impulso se negaba a disminuir. Mucha ternura, curiosidad, como si hubiera cavernas todavía desconocidas. No buscaba sólo el orificio, quería liberarse de algo más que de aquel poquito. Sin embargo, Lisbeth permanecía seca y no cerraba los ojos. Yacía muda entre sus empujones, que acababan en el vacío. No lo acogía entre sus muslos, lo dejaba simplemente entrar, hasta que él había concluido y caía de lado.

Günter Grass
(Alemania, 1927-2015). Obtuvo el premio Nobel en 1999.

(Traducido al español por Miguel Sáenz).

domingo, 25 de agosto de 2024

Mirándolas dormir: SOPLOS EN LA NOCHE, de Tomás Segovia


Aquí contra mi piel el soplo
de tu respiración dormida
Y al otro lado afuera
El susurro del viento errante por la noche
Que trae de los trasfondos la efusión solitaria
Del tumulto callado de las cosas
Y entre uno y otro soplo
Con las alas abiertas cayendo por el tiempo
La extensión del abrazo
de un dichoso yo mismo de musical ausencia
Que bebe un hondo río de amor y de misterio
Cuyas dos manos son
Dos alientos disímiles.

Tomás Segovia
(Español nacionalizado mexicano, 1927-2011).

sábado, 24 de agosto de 2024

Mirándolas dormir: EJERCICIO PARA CINCO DEDOS, de Peter Shaffer


(
Fragmento de la escena II del segundo acto)

Walter: No...

Stanley: ¿Piensas que no lo sé? ¿Qué tan sensible tienes que ser para eso? Dímelo, porque no sé mucho acerca de ese tipo de cosas... (Su amargura aumenta otra vez) Yo estoy siempre demasiado ocupado haciendo dinero. (Violento) Vamos, dime. La gente sensible tiene sentimientos profundos, ¿no es así? Por eso sufren mucho.

Walter: Por favor, señor Harrington.

Stanley (con violencia): No quiero escuchar.

Walter: Discúlpeme. (Se levanta, se dirige a la puerta, la abre, y baja las escale- rasStanley se queda con la mirada fija. Entonces camina hacia la puerta de la recámara, la abre apenas lo suficiente para cerciorarse de que Pamela está dormida. Convencido de que ella no ha escuchado nada, cierra la puerta de la recámara y apaga la calefacción. También apaga las luces del aula. Cierra la puerta y sale bajando las escaleras rumbo la sala.)

Peter Shaffer
(Inglés fallecido en Irlanda, 1926-2016).

La ilustración corresponde a Jason Merrells caracterizado como Stanley Harrington
durante la puesta en escena de la obra en el teatro londinense Coronet, en 2016.