Vancouver: el invierno a plenitud en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne)

lunes, 18 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL HALCÓN MALTÉS, de Dashiell Hammett

"... la suave respiración de Brigid O'Shaugnessy tenía la regularidad del sueño profundo."

(
Párrafo inicial del capítulo X: El diván del Belvedere)

El día naciente había convertido a la noche en una sutil humareda cuando Spade se incorporó. Junto a él, el tenue respirar de Brigid O’Shaughnessy tenía la regularidad de un sueño profundo. Spade no hizo ruido al dejar la cama y la alcoba ni al cerrar la puerta de la habitación. Se vistió en el cuarto de baño. Luego examinó la ropa de la muchacha dormida, encontró en el bolsillo del abrigo una llave plana, la cogió y salió.

(Traducido al español, sin crédito, por Fernando Calleja).

El día que se iniciaba había reducido la noche a una neblina fina cuando Spade se incorporó. A su lado, la suave respiración de Brigid O’Shaughnessy tenía la regulari- dad del sueño profundo. Spade no hizo ruido al levantarse de la cama, dejar la habitación y cerrar la puerta. Se vistió en el cuarto de baño. Examinando luego la ropa de la chica dormida, cogió una llave plana de bronce que ella tenía en el abrigo y salió.
(Traducido al español por Francisco Páez de la Cadena).

Dashiell Hammett (Estados Unidos, 1894-1961).
Hammett nació el 27 de mayo, misma fecha que Louis Ferdinand Céline. Ambos fallecieron en 1961.

domingo, 17 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: DUERMES y AMOR DORMIDO, de Jorge Guillén

"Mi mano toca sueño. Duermes. Gozo de tu inocencia confiada (...) que hace tan suya con amor la mano."

Duermes

Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implícita forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.

Te siento dormir sin verte,
serenísima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y oponiéndote a la nada
triunfar como piedra inerte.

La delicada masa de tu sueño
se espesa junto a mí, sin paz nocturna,
que así convive con la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la súbita inmersión en nuestra dicha.

Sumido en un calor de dos, el sueño
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el día aún isleño.
Calor, amor.
La historia tras la puerta.

Amor dormido

Dormías, los brazos me tendiste y por sorpresa
rodeaste mi insomnio. ¿Apartabas así
la noche desvelada, bajo la luna presa?
tu soñar me envolvía, soñado me sentí.


Jorge Guillén (España, 1893-1984).

sábado, 16 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: SERENATA, de James M. Cain

"... y nos dieron un cuarto con ducha, así que ella estaba feliz. Después de que salpicó el agua suficiente..."

(Párraf
o inicial del capítulo VI)

Encontramos un pequeño hotel, un tugurio de dos dólares en la calle Primavera, y no tuvimos ningún problema. Era exactamente lo que podía esperarse, pero después de México parecía un palacio, y nos dieron un cuarto con ducha, así que ella estaba feliz. Después de que salpicó el agua suficiente para saciar su antojo, vino a caer en mis brazos, y ahí me quedé yo pensando en que estábamos por empezar una vida juntos en mi propio país, y le quería decir algo al respecto, pero de lo siguiente que vine a enterarme es que ella se había quedado dormida junto a mí.


(Fragmento del capítulo XI)

Entonces nos quedamos platicando y le dije a ella mucho más del asunto hasta que al fin lo saqué todo de mi pecho y ya no me quedaba nada más por decir. Una vez que dejé de mentirle, ella no pareció sorprendida, o escandalizada, ni nada por el estilo. Me miraba con sus grandes ojos negros y asentía con un movimiento de su cabeza, otras veces decía algo que me llevaba a pensar que ella comprendía ciertas cosas mejor que yo, o que los doctores. Entonces la abrazaba y después nos dormíamos, y yo sentía una paz que no había tenido por años. Todos esos horribles escalofríos de las últimas semanas se habían ido y algunas veces, cuando ella estaba dormida y yo no, la miraba pensando en la iglesia y en la confesión. Todo lo que puede significar para quienes llevan cargando algo muy pesado en su alma.


James Mallahan Cain (Estados Unidos, 1892-1977).

viernes, 15 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: MI HERMANA, de Alfonsina Storni

"Haced como esa estrella que de noche la mira filtrando el ojo por un cristalino velo."

Son las diez de la noche; 
en el cuarto en penumbra
Mi hermana está dormida, las manos sobre el pecho;
Es muy blanca su cara y es muy blanco su lecho,
Como si comprendiera, la luz casi no alumbra.

En el lecho se hunde a modo de los frutos
Rosados, en el hondo colchón de suave pasto.
Entra el aire a su pecho y levántalo casto
Con su ritmo midiendo los fugaces minutos.

La arropo dulcemente con las blancas cubiertas
Y protejo del aire sus dos manos divinas;
Caminando en puntillas cierro todas las puertas,
Entorno los postigos y corro las cortinas.

Hay mucho ruido afuera, ahoga tanto ruido.
Los hombres se querellan, murmuran las mujeres,
Suben palabras de odio, gritos de mercaderes:
Oh, voces, deteneos. No entréis hasta su nido.

Mi hermana está tejiendo como un hábil gusano
Su capullo de seda: su capullo es un sueño.
Ella con hilo de oro teje el copo sedeño:
Primavera es su vida. Yo ya soy el verano.

Cuenta sólo con quince octubres en los ojos,
Y por eso los ojos son tan limpios y claros;
Cree que las cigueñas, desde países raros,
Bajan con rubios niños de piececitos rojos.

¿Quién quiere entrar ahora? Oh ¿eres tú, buen viento?
¿Quieres mirarla? Pasa. Pero antes, en mi frente
Entíbiate un instante; no vayas de repente
A enfriar el manso sueño que en la suya presiento.

Como tú, bien quisieran entrar ellos y estarse
Mirando esa blancura, esas pulcras mejillas,
Esas finas ojeras, esas líneas sencillas.
Tú los verías, viento, llorar y arrodillarse.

Ah, si la amáis un día sed buenos, porque huye
De la luz si la hiere. Cuidad vuestra palabra,
Y la intención. Su alma, como cera se labra,
Pero como a la cera el roce la destruye.

Haced como esa estrella que de noche la mira
Filtrando el ojo por un cristalino velo:
Esa estrella le roza las pestañas y gira,
Para no despertarla, silenciosa en el cielo.

Volad si os es posible por su nevado huerto:
¡Piedad para su alma! Ella es inmaculada.
¡Piedad para su alma! Yo lo sé todo, es cierto.
Pero ella es como el cielo: ella no sabe nada.

Alfonsina Storni
(Argentina nacida en Suiza, 1892-1938).

jueves, 14 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: ORGULLO DE CORAZÓN, de Pearl S. Buck

"Susan dormía como no lo había hecho desde niña, pero la voz de su marido la arrancó del profundo sueño..."

(
Fragmento del capítulo III)

- ¡Susan, Susan!

El día se iniciaba con la voz de Blake. Susan dormía como no lo había hecho desde niña, pero la voz de su marido la arrancó del profundo sueño en que se hallaba sumida.

- ¡Estás tan bella cuando duermes que necesito despertarte para decírtelo! -dijo Blake. La joven abrió los ojos y el camarote se llenó del fresco aire del mar, de la luz del sol y del sonido de la voz de su marido, sintiéndose una mujer bella bajo la acariciadora mirada de BlakeSí, ella era una mujer hermosa. Nada más, pero bastaba-. Susan, ¿te acuerdas de anoche? -continuó Blake-. Al despertarte, cada mañana tus ojos miran como si no recordases nada.

Susan hizo tímidos y rápidos gestos de afirmación. Se acordaba de todo. Bajo las completas y profundas caricias que Blake había prodigado a su cuerpo, Susan se sintió a sí misma como si ella fuese mármol y él la estuviera esculpiendo, como si ella fuese barro y él estuviera dándole forma. Las manos de Blake, al tocarla, la definían. Ella no se había sentido a sí misma antes.

Pearl Sydenstricker Buck: Sai Zhenzhu
(Estados Unidos, 1892-1973). Obtuvo el premio Nobel en 1938.

(Traducido al español por Enrique de Juan).

miércoles, 13 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: ALGO FLOTA SOBRE EL AGUA, de Lajos Zilahy

"... en una tenue y opaca media luz. Su rostro brillaba sobre la almohada, listada a rayas..."

(
Fragmento inicial del capítulo III)

Yacía tendida en la cama, sobre las almohadas que olían a manzanas y en la penumbra del cuarto, porque las ventanas bajas y el techo con anchos puntales, igualmente bajo, mantenían la estancia en una tenue y opaca media luz.

Su rostro brillaba sobre la almohada, listada a rayas, como una suave mascarilla de yeso.

Así permanecía desde la tarde anterior y todavía no había recobrado el sentido. Pero ya se podía colegir, por el lento movimiento de su pecho, que dormía profunda e inconscientemente. El señor Samson frotó las extremidades de la enferma, la fría espalda, sus senos y su vientre con un líquido fuerte y de punzante olor, y declaró que volvería en sí, recomendando que la dejasen dormir tranquila.

Lajos Zilahy
(Húngaro nacido en Rumania y fallecido en Serbia, 1891-1974).

martes, 12 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: TRÓPICO DE CÁNCER, de Henry Miller

"Despierto de un sueño profundo para mirarla. Una pálida luz se filtra en la habitación."

(Fragmento)

El baúl está abierto y sus cosas tiradas por todas partes como antes. Está acostada en la cama con la ropa puesta. Una, dos, tres, cuatro veces... temo que se vuelva loca... En la cama, bajo las sábanas, ¡qué placer sentir su cuerpo de nuevo! Pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Durará esta vez? Ya tengo el presentimiento de que no.

Me habla febrilmente... como si no fuese a haber mañana. «¡Calla, Mona! Mírame solamente... ¡no hables!» Por fin, se queda dormida y retiro el brazo de debajo de ella. Se me cierran los ojos. Su cuerpo está ahí, a mi lado... va a estar ahí hasta mañana, seguramente... Fue en febrero cuando zarpé del puerto, con una ventisca cegadora. La última visión que tuve de ella fue en la ventana diciéndome adiós con la mano. Un hombre parado al otro lado de la calle, en la esquina, con el sombrero calado sobre los ojos, con la boca hundida entre las solapas. Un feto mirándome. Un feto con un puro en la boca. Mona en la ventana diciéndome adiós. Rostro blanco y triste, con los cabellos ondeando desordenados. Y ahora es un dormitorio triste, su respiración acompasada por la boca, savia que le rezuma todavía entre las piernas, un olor cálido y felino y su cabello en mi boca. Tengo los ojos cerrados. Respiramos nuestro cálido aliento uno en la boca del otro. Muy juntos, América a cinco mil kilómetros de distancia. No quiero volverla a ver. Tenerla aquí en la cama conmigo, respirándome en la piel, con su cabello en mi boca... lo considero como una especie de milagro. Ahora nada puede ocurrir hasta mañana...

Despierto de un sueño profundo para mirarla. Una pálida luz se filtra en la habitación.

Henry Miller (Estados Unidos, 1891-1980).

(Traducido al español por Carlos Manzano).

lunes, 11 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: ASESINATO EN EL EXPRESO DE ORIENTE y EL INFERIOR, de Agatha Christie

"Pasaron por mi imaginación todos los crímenes que se han cometido en los trenes..."

Asesinato en el expreso de Oriente

(Fragmento del capítulo IV: Declaración de la dama norteamericana)

- Lo que tengo que decir es exactamente esto: anoche hubo un asesinato en el tren, y el asesino estuvo en mi mismo compartimiento.

Hizo una pausa para dar un énfasis dramático a sus palabras.

- ¿Está usted segura de eso, señora?

- ¡Claro que estoy segura! ¡Qué pregunta! Sé lo que digo. Escuchen cómo sucedió. Me había metido en la cama y empezaba a quedarme dormida, cuando me desperté de pronto, rodeada de tinieblas, y me di cuenta de que había un hombre en mi cabina. Fue tal mi espanto que ni siquiera pude gritar. Quedé inmóvil, pensando: «Dios mío, me van a matar». No puedo describirles lo que sentí en aquellos momentos. Pasaron por mi imaginación todos los crímenes que se han cometido en los trenes y me dije: «Bueno, de todos modos, no me robarán mis joyas, porque la he escondido en una media y he metido ésta bajo la almohada. Que sea lo que Dios quiera». ¿Qué es lo que iba diciendo?

- Que se dio cuenta usted de que había un hombre en su cabina.

- ¡Ah, sí! Estaba tendida en la cama con los ojos cerrados y pensaba: «Bueno, tengo que dar gracias a Dios de que mi hija no esté enterada del peligro en que me encuentro». Y de pronto me sentí serena, extendí a tientas la mano y oprimí el timbre para llamar al encargado. Lo oprimí una y otra vez, pero nadie acudió, y crean ustedes que pensé que se me paralizaba el corazón. «Quizá -me dije yo-, hayan asesinado a todos los que van en este tren.» Éste se encontraba parado y flotaba en el aire un extraño silencio. Pero yo seguí tocando el timbre y, ¡oh, qué alivio cuando sentí unos pasos apresurados por el pasillo y que alguien llamaba a mi
puerta! «¡Entre!», grité, y di la luz al mismo tiempo. Y les asombrará a ustedes, pero no había un alma allí. 

Esto le pareció a mistress Hubbard el climax del dramatismo y esperó  para ver el efecto causado.

"... la figura tendida en el sofá respondió en voz baja..."

El inferior

(Fragmento)

- ¿Nerviosa yo? -exclamó lady Astwell-. ¡Quisiera ver quién es el guapo que se atreve a hipnotizarme en contra de mi voluntad!

El doctor Cazalet le dirigió una amplia sonrisa.

- Si consiente no será en contra de su voluntad, ¿comprende? -replicó alegremente-. Bien, apague esa luz, ¿quiere, monsieur Poirot? Y usted, lady Astwell, dispóngase a echar un sueñecito. El doctor varió levemente de postura.

- Se hace tarde..., usted tiene sueño..., tiene sueño. Le pesan los párpados..., ya se cierran..., ya se cierran... Pronto quedará profundamente dormida.

La voz del doctor se asemejaba a un zumbido apagado, monótono, tranquilizador. Poco después se inclinaba para volver con suavidad un párpado de lady Astwell. A continuación se volvió a Poirot y le hizo una seña visiblemente satisfecho.

- Ya está -dijo en voz baja-. ¿Prosigo?

- Sí, por favor. La voz del doctor asumió ahora un tono vivo y muy autoritario.

- Duerme usted, lady Astwell, pero me oye y puede responder a mis preguntas -dijo. Sin moverse, sin agitar un párpado siquiera, la figura tendida en el sofá respondió en voz baja e inexpresiva:

- Le oigo. Puedo responder a sus preguntas.

- Hablemos de la noche en que asesinaron a su marido. ¿La recuerda?

- Sí. -Usted está sentada a la mesa. Es la hora de cenar. Descríbame lo que vio, lo que sentía.

La figura tendida en el sofá se agitó con desasosiego.

- Estoy muy disgustada. Me preocupa Lily.

- Ya lo sabemos. Cuéntenos lo que vio.

Agatha Christie (Inglaterra, 1890-1976).

domingo, 10 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: DOCTOR ZHIVAGO, de Boris Pasternak

"... la cabeza de ella dormida, con las pestañas cerradas en el sueño, ignorante de que la estaban mirando..."

(
Fragmento del capítulo 13)

Sentía una gran necesidad de ella, pero no había modo de verla aquel domingo, y se agitaba como una fiera enjaulada, sin hallar paz.

Una criatura extraordinaria, con su gracia enteramente espiritual. Sus manos eran sorprendentes y despertaban la misma admiración que un pensamiento elevado. Sobre la tapicería de aquella habitación de hotel la sombra de ella parecía la imagen de su pureza. La camisa le ceñía el pecho con la naturalidad de un trozo de tela en torno a los dedos.

Komarovski tamborileaba en el cristal de la ventana al ritmo de los cascos de los caballos, que resonaban cadenciosos sobre el asfalto de la calle.

- Lara -murmuró, y cerrando los ojos volvió a ver entre sus brazos la cabeza de ella dormida, con las pestañas cerradas en el sueño, ignorante de que la estaban mirando desde hacía horas. Esparcida en desorden su cabellera sobre la almohada, el halo de su belleza le atenazaba la mirada y penetraba en su alma.

Boris Pasternak (Rusia, 1890-1960).
Obtuvo el premio Nobel en 1958.

(Traducido al español por Fernando Gutiérrez). 

sábado, 9 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL SEÑOR Y LA SEÑORA PALOMO, de Katherine Mansfield

"Era de noche. Anne estaba sentada en una silla y dormía."

(
Fragmento)

Y a pesar de la posición de Anne, a pesar de la fortuna de su padre, de ser hija única y, con mucho, la muchacha más popular de todo su círculo de relación; a pesar de su belleza y de su inteligencia. -¡Inteligencia!-, en realidad era mucho más que eso, la verdad es que no había nada que no hiciese a la perfección; a pesar de que Reggie creía que, si hubiese sido necesario, Anne podía llegar a ser un genio en cualquier cosa; a pesar de que sus padres la adoraban, y ella a sus padres, y no estarían dispuestos a permitir que se fuese tan lejos… A pesar de absolutamente todas las cosas en las que uno fuese capaz de pensar, su amor por ella era tan intenso que no podía por menos de abrigar algo de esperanza. Bueno, ¿era aquello esperanza? ¿O tal vez aquel extraño y tímido anhelo por tener la oportunidad de cuidar de ella, por tomar sobre sus hombros la responsabilidad de que nada le faltase, de que jamás se acercase a ella algo que no fuese absolutamente perfecto…, era, simplemente, amor? ¡La amaba, amaba! Se apretó contra la cómoda murmurando: «La quiero, la quiero». Y durante aquellos segundos le pareció viajar con ella camino de Umtali. Era de noche. Anne estaba sentada en una silla, y dormía. Su delicada barbilla se apoyaba en su dulce pecho, sus doradas pestañas descansaban sobre sus ojos. Su mente resiguió con fruición su esbelta naricilla, sus labios perfectos, su orejita infantil casi tapada por un rizo broncíneo. Estaban atravesando la jungla. Era de noche y se hallaba lejos, en un clima caluroso. Y ella se despertó y preguntó: «¿Me he dormi- do?» Y él respondió: «Sí. ¿Te encuentras bien? Déjame que te…» Y se inclinó para… Se inclinó hacia ella. La felicidad de aquel gesto era tanta que no pudo seguir soñando. Pero le dio la valentía necesaria para descender rápidamente a la planta baja, tomar el panamá del vestíbulo, y murmurar mientras cerraba la puerta de la casa:

- Bueno, no puedo hacer otra cosa que probar suerte, eso es todo.

Katherine Mansfield (Neozelandesa fallecida en Francia, 1888-1923).

(Traducido al español por Francesc Parcerisas).

viernes, 8 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL SUEÑO ETERNO, EL LARGO ADIÓS y PLAYBACK, de Raymond Chandler (8 de marzo)


El sueño eterno

(Fragmento del capítulo 7)

Volví con el llavero al cuarto de estar y examiné el contenido del escritorio. Encontré una caja fuerte en el cajón más profundo. Utilicé una de las llaves para abrirla. Dentro sólo había una libreta encuadernada en piel azul con un índice y muchas cosas escritas en clave; la letra inclinada era la misma de la nota enviada al general Sternwood. Me guardé la libreta en el bolsillo, limpié los sitios donde había tocado con los dedos la caja fuerte, cerré los cajones del escritorio, me guardé las llaves, apagué el gas que daba realismo a los falsos troncos de la chimenea, me puse la gabardina y traté de despertar a la señorita Sternwood. No hubo manera. Le encasqueté el sombrero de ala ancha, la envolví en su abrigo y la saqué hasta su coche. Luego volví a la casa, apagué todas las luces, cerré la puerta principal, encontré las llaves que mi dormida acompañante llevaba en el bolso y puse en marcha el Packard. Descendi- mos colina abajo sin encender los faros. El trayecto hasta Alta Brea Crescent fueron menos de diez minutos. Carmen los empleó en roncar y en echarme éter a la cara. Imposible que me quitase la cabeza del hombro. Era la única solución para evitar que acabara en mi regazo.

"Dormida de costado sin hacer ruido. Las rodillas dobladas. Demasiado inmóvil, me pareció."

El largo adiós

(Fragmento del capítulo 28)

Dormida de costado sin hacer ruido. Las rodillas dobladas. Demasiado inmóvil, me pareció. Siempre se hace algo de ruido cuando se duerme. Quizá no dormida, quizá sólo tratando de dormir. Si me acercase más lo sabría. También podría caerme. Abrió un ojo, ¿o no fue así? ¿Me miró o no me miró? No. Se habría incorporado y habría dicho: ¿No te encuentras bien, cariño? No, no me encuentro bien, cariño. Pero que no te quite el sueño, cariño, porque este malestar es mi malestar y no el tuyo, así que duerme con sosiego y encantadoramente y sin recuerdos y sin que te lleguen mis babas ni se acerque a ti nada que sea sombrío, gris y feo.

(Fragmento del capítulo 50)

Serví un poco más de champán en su copa y me reí de ella. Linda se lo bebió despacio, luego se volvió del otro lado y apoyó la cabeza en mis rodillas.

- Estoy cansada -dijo-. Esta vez tendrás que llevarme en brazos. Al cabo de un rato se durmió.

Por la mañana aún seguía dormida cuando me levanté y preparé el café. Me duché, me afeité y me vestí. Se despertó entonces. Desayunamos juntos. Llamé un taxi y bajé los escalones de secuoya con su bolso de viaje.

"Seguía profundamente dormida. Y roncaba (...) Después suspiró y cambió la cabeza de posición en la almohada."

Playback

(Fragmentos del capítulo 10)

- Sí, sí -contestó-, pero no me importa nada.

- No es usted quien habla; es el somnífero.

Se desplomó hacia delante, pero logré sostenerla a tiempo y la conduje hacia la cama. Se dejó caer de cualquier manera. Le quité los zapatos y la tapé con una manta, arropándola bien. Se quedó dormida inmediatamente. Empezó a roncar. Fui al cuarto de baño y, a tientas, encontré un frasco de Nembutal en el estante. Estaba casi lleno. Había un letrero con el número de la receta y una fecha. La fecha era de un mes antes, y la farmacia era de Baltimore. Vacié el frasco de píldoras amarillas en mi mano y las conté. Había cuarenta y siete y casi llenaban la botella. Cuando las toman para suicidarse las toman todas, menos las que se caen al suelo, que casi siempre se les cae alguna. Volví a meter las pastillas en el frasco y me metí éste en un bolsillo. Volví a la habitación y contemplé a la chica. Hacía frío. Conecté el radiador y lo ajusté a una temperatura no muy alta. Finalmente, abrí uno de los ventanales y salí a la terraza. Hacía tanto frío como en el Polo Norte.

(...)

Seguía profundamente dormida. Y roncaba. Le rocé la mejilla con la palma de la mano. Estaba húmeda. Se movió un poco y refunfuñó. Después suspiró y cambió la cabeza de posición en la almohada. Nada de estertores, ni estupor profundo, ni coma y, por tanto, nada de sobredosis. En eso no me había engañado, no como en casi todo lo demás.

(Fragmento del capítulo 23)

- Pero no había… quiero decir que seguramente fue un sueño.

- Señorita, usted vino aquí a las tres de la madrugada en un estado de gran excitación. Me describió exactamente dónde estaba y qué posición ocupaba en la silla de su terraza. Así que la acompañé y subí por la escalera de incendios, con las infinitas precauciones por las que mi profesión se ha hecho famosa. Ni rastro de Mitchell y, por si eso fuera poco, usted se deja arrullar por una pastillita y se queda dormida en su camita.

- Siga con su actuación -me espetó con rabia-; ya veo que le encanta. ¿Por qué no se encargó usted de arrullarme? De este modo no habría necesitado un somnífero… quizá.

- Vayamos por partes, si no le molesta. Y lo primero es que usted decía la verdad cuando llegó aquí. Mitchell estaba muerto en su terraza. Pero alguien se llevó su cadáver mientras usted estaba aquí haciéndome toda clase de proposiciones. Y alguien lo bajó a su coche, hizo sus maletas y también las bajó. Todo esto requirió tiempo; requirió algo más que tiempo: un importantísimo motivo. Ahora bien, ¿quién haría una cosa así… sólo para ahorrarle el mal trago de notificar a la policía el hallazgo de un cadáver en su terraza?

- ¡Oh, cállese! -apuró su copa y la dejó en la mesa-. Estoy cansada. ¿Le importa que me acueste en su cama?

- Si se desnuda, no.

- De acuerdo… me desnudaré. Esto es lo que ha estado persiguiendo, ¿verdad?


Raymond Chandler (Estados Unidos, 1888-1957).

jueves, 7 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: DIARIO DE UN VIEJO LOCO, de Jun'ichirô Tanizaki

"Comí sin hacer ruido para no turbar el sueño de Satsuko. Cuando acabé de desayunar aún seguía dormida."

(
Fragmento del 16 de noviembre)

Satsuko se había puesto una bata azul acolchada sobre el salto de cama, y chinelas a juego de raso azul con una flor rosa. Traía su almohada. Despreciando la cama de la señorita Sasaki, se tumbó en el sofá, se echó sobre las piernas una vieja bata mía de tela escocesa y se dispuso a seguir durmiendo: cerró los ojos con la nariz apuntanto al techo y haciendo caso omiso de mí. No sé si es que todavía tenía sueño por haber trasnochado en el cabaré o si simplemente fingía para que no la aburriera con mi conversación.

Yo me levanté de la cama, me lavé, pedí té verde y me puse a comer pasteles de arroz. Tres me bastaron como desayuno. Comí sin hacer ruido para no turbar el sueño de Satsuko. Cuando acabé de desayunar aún seguía dormida.

Jun'ichirô Tanizaki (Japòn, 1886-1965).

(Traducido al español por María Luisa Balserio).

miércoles, 6 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: MUJERES ENAMORADAS, de D. H. Lawrence

"Minette seguía dormida, infantil y patéticamente (...) La miró de nuevo. Pero sería demasiado cruel despertarla."

(
Fragmento del capítulo 7: Tótem)

Gerald se despertó tarde por la mañana. Había dormido profundamente. Minette seguía dormida, infantil y patéticamente. Había algo pequeño, contraído e indefenso en ella que despertaba una llama de pasión insatisfecha en la sangre del joven, una piedad árida, devoradora. La miró de nuevo. Pero sería demasiado cruel despertarla. Se reprimió y salió del cuarto.

(Descripción del personaje de Minette en el capítulo previo)

Gerald la contempló comiendo las ostras. Era delicada y educada en su modo de comer; sus dedos eran bellos y parecían muy sensibles en las yemas, por lo cual separaba su comida con movimientos bellos y pequeños; comía cuidadosa, delicadamente. Le gustaba mucho verla e irritaba a Birkin. Estaban todos bebiendo champagne. Maxim, el ruso joven y peripuesto con el rostro suave, de color pálido, y el pelo negro aceitado era el único que parecía perfectamente tranquilo y sobrio. Birkin parecía blanco y abstracto, artificial. Gerald estaba sonriendo con una luz fría, brillante y divertida en sus ojos, inclinándose algo protectoramente hacia Minette, que era muy bonita y suave, abierta como alguna hermosa flor del norte en pavorosa desnudez de florecimiento, entregada ahora a la vanagloria, arrebatada con el vino y la excitación de los hombres. Halliday parecía atontado. Un vaso de vino bastó para ponerle borracho y risueño. Sin embargo, había siempre una ingenuidad agradable y cálida a su alrededor que le hacía atractivo.

David Herbert Lawrence
(Inglés fallecido en Francia, 1885-1930).

martes, 5 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: NUDO DE VÍBORAS, de François Mauriac

"Te volviste de espaldas. Dormías bajo tus largos cabellos."

(
Fragmento del capìtulo tercero)

No hablaste más. Contemplaba el nacimiento de aquel nuevo día, de aquel día de mi nueva vida. Las golondrinas gritaban en los tejados. Un hombre cruzaba el patio arrastrando los zuecos. Todo lo que escucho ahora, desde hace cuarenta y cinco años, lo escuchaba entonces: los gallos, las campanas, un tren de mercancías al cruzar el puente... Y todo lo que respiraba lo respiro aún: ese perfume que amo, ese olor de cenizas que trae el viento por la parte del mar, desde los eriales incendiados. De pronto, me incorporé a medias.

- Isa, la noche en que lloraste, la noche en que nos hallábamos sentados en un recodo de Superbagnéres, ¿lloraste por él?

Como no me contestabas, cogí tu brazo, que retiraste con un gruñido casi animal. Te volviste de espaldas. Dormías bajo tus largos cabellos. Al sentir el frescor del alba, echaste las sábanas en desorden sobre tu cuerpo encogido, aovillado, como duermen los animales jóvenes. ¿Por qué despertarte de ese sueño de niño? Lo que yo quería saber por ti misma, ¿no lo sabía ya?

Me levanté sin ruido. Fui descalzo hasta el espejo del armario, donde me contemplé como si hubiese sido otro, o, mejor dicho, como si hubiera vuelto a mí mismo: el hombre a quien no habían amado, aquel por quien nadie en el mundo había sufrido. Tuve lástima de mi juventud; mi gruesa mano de campesino resbaló a lo largo de mi mejilla sin afeitar, ya ensombrecida por una barba dura de rojizos reflejos.

François Mauriac (Francia, 1885-1970).
Obtuvo el premio Nobel en 1952.

(Traducido al español por Fernando Gutièrrez).

lunes, 4 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: LA INUNDACIÓN DE NORDERNEY, de Isak Dinesen

"Su joven marido estuvo observando su sueño unos momentos..."

(
Fragmento)

Esta noche había vivido como jamás había vivido. Se había enfrentado con la muerte y se había arrojado noblemente a las fauces del peligro por sus semejantes. Había sido el centro de un círculo luminoso; incluso se había casado. No quería perder un solo instante de estas horas intensas. Pero durante los diez últimos minutos se adormilaba una y otra vez, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse despierta, y su joven cabeza daba sacudidas adelante y atrás.

Finalmente consintió acostarse a descansar un poco, y su marido le arregló un lecho en el heno, se quitó la chaqueta y se la echó a ella por encima. Cogida a la mano de él, se quedó dormida, y pareció, en el suelo oscuro, una bellísima imagen en mármol del ángel de la muerte. El perro, que había estado a su lado durante la última hora, la siguió inmediatamente y se aovilló, pegado a ella, con la cabeza en sus rodillas. Su joven marido estuvo observando su sueño unos momentos; pero incapaz de mantenerse despierto más tiempo, se echó, un poco apartado de ella, aunque lo bastante cerca para seguir con su mano cogida. Durante un rato no durmió, sino que unas veces miraba a su esposa y otras a las figuras erguidas de la señorita Malin y el cardenal. Cuando finalmente se durmió, hizo en sueños un movimiento brusco, hacia adelante, de manera que su cabeza casi rozó la de la muchacha, y se entremezclaron sus cabellos sobre la almohada de heno. Un instante después se sumió en el mismo sueño que ella.

Isak Dinesen: Karen Blixen (Dinamarca, 1885-1962).

(Traducido al español por Francisco Torres Oliver y Alejandro Villafranca del Castillo). 

domingo, 3 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: LOS MUERTOS, de James Joyce

"Se detuvo, ahogada en llanto, y, sobrecogida por la emoción, se tiró en la cama bocabajo a sollozar..."

(
Fragmento)

Se detuvo, ahogada en llanto, y, sobrecogida por la emoción, se tiró en la cama bocabajo, a sollozar sobre la colcha. Gabriel sostuvo su mano durante un rato, sin saber qué hacer, y luego, temeroso de entrometerse en su pena, la dejó caer gentilmente y se fue, quedo, a la ventana.

Ella dormía profundamente.

Gabriel, apoyado en un codo, miró por un rato y sin resentimiento su pelo revuelto y su boca entreabierta, oyendo su respiración profunda. De manera que ella tuvo un amor así en la vida: un hombre había muerto por su causa. Apenas le dolía ahora pensar en la pobre parte que él, su marido, había jugado en su vida. La miró mientras dormía como si ella y él nunca hubieran sido marido y mujer. Sus ojos curiosos se posaron un gran rato en su cara y su pelo: y, mientras pensaba cómo habría sido ella entonces, por el tiempo de su primera belleza lozana, una extraña y amistosa lástima por ella penetró en su alma. No quería decirse a sí mismo que ya no era bella, pero sabía que su cara no era la cara por la que Michael Furey desafió la muerte.

James Joyce (Irlandés fallecido en Suiza, 1882-1941).

(Traducido al español por Guillermo Cabrera Infante).

sábado, 2 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL SOLITARIO, de Horacio Quiroga

"Contempló un rato el seno casi descubierto, y con una descolorida sonrisa apartó un poco más el camisón desprendido."

(
Fragmento)

María se levantó a comer, y Kassim tuvo la solicitud de siempre con ella. Al final de la cena su mujer lo miró de frente.

Es mentira, Kassim -le dijo.

¡Oh! -repuso Kassim sonriendo-. No es nada.

¡Te juro que es mentira! -insistió ella.

Kassim sonrió de nuevo, tocándole con torpe caricia la mano, y se levantó a proseguir su tarea. Su mujer, con las mejillas entre las manos, lo siguió con la vista.

Y no me dice más que eso... –murmuró. Y con una honda náusea por aquello pegajoso, fofo e inerte que era su marido, se fue a su cuarto.

No durmió bien. Despertó, tarde ya, y vio luz en el taller; su marido continuaba traba- jando. Una hora después Kassim oyó un alarido.

¡Dámelo!

Sí, es para ti; falta poco, María -repuso presuroso, levantándose. Pero su mujer, tras ese grito de pesadilla, dormía de nuevo. A las dos de la madrugada Kassim pudo dar por terminada su tarea: el brillante resplandecía firme y varonil en su engarce. Con paso silencioso fue al dormitorio y encendió la veladora. María dormía de espaldas, en la blancura helada de su pecho y su camisón.

Fue al taller y volvió de nuevo. Contempló un rato el seno casi descubierto, y con una descolorida sonrisa apartó un poco más el camisón desprendido.

Su mujer no lo sintió.

No había mucha luz. El rostro de Kassim adquirió de pronto una dureza de piedra, y suspendiendo un instante la joya a flor del seno desnudo, hundió, firme y perpendicu- lar como un clavo, el alfiler entero en el corazón de su mujer.

Hubo una brusca abertura de ojos, seguida de una lenta caída de párpados. Los de- dos se arquearon, y nada más.

Horacio Quiroga (Uruguayo fallecido en Argentina, 1878-1937).

El texto íntegro se puede leer con este vínculo: Ciudad Seva.

viernes, 1 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL ÚLTIMO VERANO DE KLINGSOR, de Hermann Hesse

"... y vio como dormía la muchacha del cabello dorado."

(
Fragmento del capítulo 5)

Observó con mucha atención el rostro de la durmiente, los hombros, el pecho, el pelo rubio. Todo esto le había embelesado, le había engañado, le había seducido, todo le había hecho creer en el placer y la felicidad. Ahora todo había acabado, ahora saldarían cuentas. Había entrado en el teatro Wagner y había descubierto por qué todos los rostros, una vez disipado el engaño, eran tan desfigurados e insoportables.

Klein se levantó de la cama y fue en busca de un cuchillo. Al pasar junto a Teresina rozó sus largas medias marrón claro; en un santiamén recordó cuando la vio por primera vez en el parque y cómo le habían seducido su manera de andar, sus zapatos y sus medias ceñidas. Rió en voz baja, maliciosamente, y cogió la ropa de Teresina, pieza a pieza, la manoseó y la dejó caer al suelo. Luego volvió a buscar, olvidando el qué por momentos. Su sombrero estaba sobre la mesa, lo cogió distraído, lo hizo girar, notó que estaba mojado y se lo puso. Estaba de pie junto a la ventana, miraba la oscuridad exterior, oía cantar la lluvia. Parecía el sonido de tiempos perdidos. ¿Qué querían de él la ventana, la noche, la lluvia?, ¿qué le importaban las viejas imágenes de su infancia?
(Traducido al español por Ester Berenguer).

Súbitamente saltó en una tremenda sacudida y corrió a la cama. Se inclinó sobre la almohada y vio cómo dormía la muchacha del cabello dorado. Aún vivía. Aún no lo había hecho. Quedó helado de espanto. Dios mío, había llegado el momento, y había sucedido lo que una y otra vez había visto venir en sus horas más terribles. Había llegado el momento. Allí estaba él, Wagner, al pie del lecho de una durmiente, y buscaba un cuchillo… No, no quería. No, no estaba loco. Gracias a Dios, no estaba loco.

Todo estaba bien. Recobró la paz. Se vistió despacio: los pantalones, la chaqueta, los zapatos. Todo estaba bien.

Cuando quiso acercarse otra vez a la cama, sintió algo blando bajo los pies. Allí yacían por el suelo las ropas de Teresina, las medias y el vestido gris claro. Los levantó cuidadosamente del suelo y los colocó sobre la silla. Apagó la luz y salió de la habitación. Delante de la casa caía una lluvia mansa y fría; no se veía un alma, ni se oía un ruido, sólo la lluvia. Volvió la cara arriba y dejó que la lluvia corriera sobre la frente y las mejillas. No se veía el cielo. Qué oscuridad. Le hubiera gustado ver una estrella…
(Traducido al español por Manuel Olasagasti).

Hermann Hesse (Alemán nacionalizado suizo y fallecido en Suiza 1877-1962).
Obtuvo el premio Nobel en 1946.

jueves, 29 de febrero de 2024

Mirándolas dormir: LA OTRA MUJER, de Sherwood Anderson

"Esta noche habrá luna, y cuando hay luna, largos rayos de luz caen sobre su cama."

(
Fragmento)

Y ahora ves que estoy casado y todo está bien. Mi matrimonio es para mí un hecho muy hermoso. Si dijeras que mi matrimonio no es feliz, podría llamarte mentiroso y estaría diciendo la verdad absoluta. He tratado de hablarte de esta otra mujer. Siento una especie de alivio al hablar de ella. Nunca lo había hecho antes. Me pregunto por qué fui tan tonto como para tener miedo de dar la impresión de que no estoy enamorado de mi esposa. Si no hubiera confiado instintivamente en su comprensión, no habría hablado. Tal como están las cosas, me he agitado un poco. Esta noche pensaré en la otra mujer. Eso ocurre a veces. Sucederá después de acostarme. Mi esposa duerme en la habitación contigua a la mía y su puerta siempre está abierta. Esta noche habrá luna, y cuando hay luna, largos rayos de luz caen sobre su cama. Despertaré a medianoche y ella estará acostada durmiendo con un brazo sobre su cabeza.

(And now you see I am married and everything is all right. My marriage is to me a very beautiful fact. If you were to say that my marriage is not a happy one I could call you a liar and be speaking the absolute truth. I have tried to tell you about this other woman. There is a kind of relief in speaking of her. I have never done it before. I wonder why I was so silly as to be afraid that I would give you the impression I am not in love with my wife. If I did not instinctively trust your understanding I would not have spoken. As the matter stands I have a little stirred myself up. Tonight I shall think of the other woman. That sometimes occurs. It will happen after I have gone to bed. My wife sleeps in the next room to mine and the door is always left open. There will be a moon tonight, and when there is a moon long streaks of light fall on her bed. I shall awake at midnight tonight. She will be lying asleep with one arm thrown over her head.)

Sherwood Anderson
(Estadounidense fallecido en Panamá, 1876-1941).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).