Luz de agosto sobre la bahía en Vancouver. (Fotografía de Jules Etienne)

jueves, 21 de septiembre de 2023

Tequila: LA SERPIENTE EMPLUMADA, de D. H. Lawrence

"... o áloe, con su enorme rosetón de hojas erguidas y puntiagudas, cuyas hileras férreas cubren kilómetros y kilómetros  de suelo en el valle de México..."

(
Fragmentos del capítulo IV: Quedarse o no quedarse)

Aquellos pálidos mexicanos de la capital, políticos, artistas, profesionales y hombres de negocios, no le interesaban. Como tampoco le interesaban los hacendados y los rancheros, con sus pantalones ceñidos y sensualidad débil y blanda, pálidas víctimas de su propia falta de disciplina emocional. México seguía significando para ella la masa de silenciosos peones. Y volvió a pensar en ellos, en estos hombres silencio- sos, de espalda rígida, que conducían sus recuas de asnos por los caminos, en el polvo de la infinita sequedad de México, frente a paredes ruinosas, casas ruinosas y haciendas ruinosas, a lo largo de la interminable desolación causada por las revoluciones; frente a los vastos campos de maguey, el gigantesco cactus, o áloe, con su enorme rosetón de hojas erguidas y puntiagudas, cuyas hileras férreas cubren kilómetros y kilómetros de suelo en el valle de México, cultivado para fabricar esa maloliente bebida, el pulque. El Mediterráneo tiene la uva oscura, la vieja Europa tiene la cerveza malteada, China tiene el opio de la amapola blanca. Pero del suelo mexicano brota un ramillete de espadas negruzcas, y un gran capullo cerrado del monstruo que antes florecía empieza a horadar el cielo. Cortan el gran capullo fálico y exprimen el jugo parecido a la esperma para hacer el pulque, ¡Agua miel! ¡Pulque!

Pero hay un pulque mejor que el ardiente coñac blanco destilado del maguey: mescal, tequila, o en las tierras bajas, el horrible coñac de caña de azúcar, el aguardiente.

Y el mexicano quema su estómago con esos terribles aguardientes y cauteriza las quemaduras con el ardoroso chile. Traga un fuego infernal para extinguir el anterior.

(...)

El airoso balanceo de los enormes sombreros. Los hombros echados hacia atrás con un sarape doblado como un manto real. Y la mayoría guapos, con la piel suave y viva, entre bronce y dorada, la cabeza altiva, los cabellos negros y brillantes como plumas salvajes. Con ojos negros y brillantes que miran con curiosidad y carecen de centro. Con una sonrisa repentina y atrayente si uno les sonríe antes. Pero sin cambio en los ojos.

Sí, y también había que recordar una amplia proporción de hombres más bajos, a veces de aspecto insignificante, algunos recubiertos por escamas de suciedad, que miraban con un antagonismo glacial y fangoso mientras pasaban con movimientos felinos. Hombres venenosos, flacos y rígidos, fríos y muertos como los escorpiones e igualmente peligrosos.

Y después, las caras realmente terribles de algunos seres de la ciudad, algo hinchadas por el veneno del tequila, de ojos negros, apagados e inquietos, despren- diendo maldad pura. Kate no había visto nunca caras tan brutalmente malignas, frías y rastreras como las que podían verse en la ciudad de México.


David Herbert Lawrence (Inglés fallecido en Francia, 1885-1930).

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Tequila: JUGANDO CON BOMBAS, de B. Traven


(Fragmento)

El jurado se retira. En menos de media hora, pues sus miembros tienen asuntos que atender, regresa. El veredicto es: "No culpable".

Natalio es puesto en libertad inmediatamente. El y sus testigos, incluyendo a Filomena y a su nuevo hombre, van a la cantina más próxima a celebrar el acontecimiento con dos botellas de tequila. Las botellas pasan de boca en boca sin que ninguno haga uso de los vasos. Todos saborean un poco de sal y chupan limón. Cuando las botellas están vacías, Natalio regresa a su trabajo, pues restando algunas horas hábiles todavía, él, minero honesto, no quiere perderlas.

Como de costumbre el sábado siguiente se celebra el baile en el pueblo, al que Natalio asiste. Allí encuentra a una joven que, sabedor a de sus virtudes de hombre sobrio y trabajador, acepta su proposición para vivir con él como su mujer.


B. Traven: Ret Marut, Hal Croves o Traven Torsvan
(Escritor alemán nacionalizado mexicano; 1882-1969)

martes, 19 de septiembre de 2023

Tequila: LOS DE ABAJO, de Mariano Azuela

"... el hallazgo de un barril de tequila por uno de los oficiales fue acontecimiento de la magnitud del milagro."

(Fragmentos)

Primera parte

I

- Sargento, tráeme una botella de tequila; he decidido pasar la noche en amable compañía con esta morenita... ¿El coronel?... ¿Qué me hablas tú del coronel a estas horas?... ¡Que vaya mucho a...! Y si se enoja, pa mí... ¡plin!... Anda, sargento, dile al cabo que desensille y eche de cenar. Yo aquí me quedo... Oye, chatita, deja a mi sargento que fría los blanquillos y caliente las gordas; tú ven acá conmigo. Mira, esta carterita apretada de billetes es sólo para ti. Es mi gusto. ¡Figúrate! Ando un poco borrachito por eso, y por eso también hablo un poco ronco... ¡Como que en Guadalajara dejé la mitad de la campanilla y por el camino vengo escupiendo la otra mitad!... ¿Y qué le hace...? Es mi gusto. Sargento, mi botella, mi botella de tequila. Chata, estás muy lejos; arrímate a echar un trago. ¿Cómo que no?... ¿Le tienes miedo a tu... marido... o lo que sea?... Si está metido en algún agujero dile que salga..., pa mí ¡plin!... Te aseguro que las ratas no me estorban.

Una silueta blanca llenó de pronto la boca oscura de la puerta.

- ¡Demetrio Macías! -exclamó el sargento despavorido, dando unos pasos atrás.

El teniente se puso de pie y enmudeció, quedóse frío e inmóvil como una estatua.

- ¡Mátalos! -exclamó la mujer con la garganta seca.

- ¡Ah, dispense, amigo!... Yo no sabía... Pero yo respeto a los valientes de veras.

Segunda parte

I

Al champaña que ebulle en burbujas donde se descompone la luz de los candiles, Demetrio Macías prefiere el límpido tequila de Jalisco.

Hombres manchados de tierra, de humo y de sudor, de barbas crespas y alborotadas cabelleras, cubiertos de andrajos mugrientos, se agrupan en torno de las mesas de un restaurante.

III

- Le presento a usted, mi general Macías, a mi futura -pronunció enfático Luis Cervantes, haciendo entrar al comedor a una muchacha de rara belleza.

Todos se volvieron hacia ella, que abría sus grandes ojos azules con azoro.

Tendría apenas catorce años; su piel era fresca y suave como un pétalo de rosa; sus cabellos rubios, y la expresión de sus ojos con algo de maligna curiosidad y mucho de vago temor infantil.

Luis Cervantes reparó en que Demetrio clavaba su mirada de ave de rapiña en ella y se sintió satisfecho.

Se le abrió sitio entre el güero Margarito y Luis Cervantes, enfrente de Demetrio.

Entre los cristales, porcelanas y búcaros de flores, abundaban las botellas de tequila.

XIII

- Güero -observa la Codorniz-, a ése que va saliendo le prendió la avispa; mira cómo cojea

El güero, sin parar mientes ni volver siquiera la cara hacia el herido, afirma con entusiasmo que a treinta pasos de distancia y al descubrir le pega a un cartucho de tequila.

- A ver, amigo, párese -dice al mozo de la cantina. Luego, de la mano lo lleva a la cabecera del patio del hotel y le pone un cartucho lleno de tequila en la cabeza.

El pobre diablo resiste, quiere huir, espantado, pero el güero prepara su pistola y apunta.

- ¡A tu lugar... tasajo! O de veras te meto una calientita.

El güero se vuelve a la pared opuesta, levanta su arma y hace puntería.

El cartucho se estrella en pedazos, bañando de tequila la cara del muchacho, descolorido como un muerto.

- ¡Ahora va de veras! -clama, corriendo a la cantina por un nuevo cartucho, que vuelve a colocar sobre la cabeza del mancebo.

Torna a su sitio, da una vuelta vertiginosa sobre los pies, y al descubrir, dispara.

Sólo que ahora se ha llevado una oreja en vez del cartucho.

Y apretándose el estómago de tanto reír, dice al muchacho:

- Toma, chico, esos billetes. ¡Es cualquier cosa! Eso se quita con tantita árnica y aguardiente...

Tercera parte

II

¿Villa?... ¿Obregón?... ¿Carranza?... ¡X... Y... Z...! ¿Qué se me da a mí?... ¡Amo la revolución como amo al volcán que irrumpe! ¡Al volcán porque es volcán; a la revolución porque es revolución!... Pero las piedras que quedan arriba o abajo, después del cataclismo, ¿qué me importan a mí?...

Y como al brillo del sol de mediodía reluciera sobre su frente el reflejo de una blanca botella de tequila, volvió grupas y con el alma henchida de regocijo se lanzó hacia el portador de tamaña maravilla.

III

Aquel pueblecillo, a igual que congregaciones, haciendas y rancherías, se había vaciado en Zacatecas y Aguascalientes.

Por tanto, el hallazgo de un barril de tequila por uno de los oficiales fue aconteci- miento de la magnitud del milagro. Se guardó profunda reserva, se hizo mucho misterio para que la tropa saliera otro día, a la madrugada, al mando de Anastasio Montañés y de Venancio; y cuando Demetrio despertó al son de la música, su Estado Mayor, ahora integrado en su mayor parte por jóvenes ex federales, le dio la noticia del descubrimiento, y la Codorniz, interpretando los pensamientos de sus colegas, dijo axiomáticamente:

- Los tiempos son malos y hay que aprovechar, porque "si hay días que nada el pato, hay días que ni agua bebe".

Mariano Azuela (México, 1873-1952).

lunes, 18 de septiembre de 2023

Tequila: LA HORMA DE SU ZAPATO, de José López Portillo y Rojas

"Aquí tiene otro güen marchante, don Crisanto (...) A ver si me le va dando un trago de vino."

(
Fragmentos)

Así era, pues, como aquel desalmado parecía gozar del privilegio exclusivo del desorden, del insulto y de la violencia en Zaulán y en su cercanías. El domingo de que hablábamos, había amanecido el tal desvelado y nervioso por haberse pasado en un rancho donde hubo fandango toda la noche; y para soportar la trasnochada, había empinado el codo de lo lindo por más de doce horas consecutivas. Bien entrada la mañana, y cuando el sol estaba ya alto, fastidiado de la música serrana y del baile de los rancheros, montó su caballito moro y se dirigió al pueblo en busca de teatro más vasto y de más amplios horizontes para sus proezas. A la entrada de Zaulán se detuvo en el tendajo de don Crisanto Gómez, llamado el «Pavo», por tener en el frontis pintado un volátil de ese género, haciendo la rueda, con la cola de pintadas plumas bien elevada y extendida en forma de abanico. Luego que don Crisanto le vio venir, se puso lívido y habló por lo bajo a su mujer, que aún no era muy vieja, para que se marchase de la tienda. No bien se había puesto en cobro la amedrentada matrona, entró por la puerta del frente, sin apearse del caballo y como un torbellino, el desaforado jinete.

- ¡A la güena de Dios, don Crisanto! -gritó Patricio al hacer irrupción en el estrecho local-. ¿Qué es de su güena vida?

- Aquí pasándola, lo mesmo que siempre.

- Sólo que jaciendo muchos pesos con su comercio.

- Ansí lo quijiera Dios; pero no es ansina. Apenas me sostengo yo y mi familia.

- A ver, don Crisanto, tenga la fineza de servirme un cacho de vino.

- ¿Tequila?

- Sí, del más mejor que tenga; más que sea del viudo de la viuda del fabricante.

El tendero tomó una botella de a litro, de vidrio verde, que estaba tapada con un pedazo de olote, y puso sobre el mostrador la medida ordinaria de cristal para servir el aguardiente.

- ¡Y yo pa’ qué quero esa miseria, don Crisanto! Ese dedal sírvaselo a su señora madre; a mí deme como a los hombres -gritó el jinete.

- No te esaltes, Patricio -repuso don Crisanto poniéndose todavía más pálido-. ¿Qué tanto queres que te dé? Aquí estoy para servite.

- Pos écheme de una vez medio cuartillo, no sea tan pedido de por Dios.

El tendero cogió el vaso destinado al agua y lo llenó de aguardiente, no sin hacer ruido de campanitas al golpear con mano trémula vidrio contra vidrio. Patricio se inclinó, cogió el vaso y le apuró de un sorbo.

- Este vino no es más que una pura tarugada -dijo golpeando el mostrador con la vasija vacía-. De buena gana les diera yo una agarrada a esos fabricantes. Ya ni con una botija se puede uno emborrachar; es la viva agua.

(...)

Íbamos diciendo que el jinete hizo al Moro cejar por toda la tienda. No contento con eso, y terminado aquel escarceo, le llevó junto al viejo, mugriento y vacilante mostrador, e hincándole las espuelas, le obligó a alzar en alto las patas delanteras, y a posarlas sobre aquella armazón de madera, que se dio a temblar como si tuviera miedo.

- Aquí tiene otro güen marchante, don Crisanto -dijo con ironía refiriéndose a la bestia-. A ver si me le va dando un trago de vino.

- Patricio, me tumbas el mostrador -exclamó el tendero con angustia.

- ¡Y a mí qué diantres me importa! ¡Que se lo lleven los diablos! ¡Ponga vino pa’ mi caballo!

Don Crisanto sirvió dos vasos de tequila y los puso sobre la tabla.

- ¿Y cómo quere que lo beba el moro ansina? ¿Pos qué le ve trompa de elefante pa’ meterla en el vaso? ¡No me haga tantas y le pegue una cintareada!

- ¡Pos cómo queres!

- Pos sírvale media botija en un lebrillo pa’ que meta el hocico. Mi penco vale más que usté.

José López Portillo y Rojas (México, 1850-1923).

domingo, 17 de septiembre de 2023

Tequila: CUADROS DE COSTUMBRES, de Guillermo Prieto


(
Fragmento)

Las salvas de artillería anunciaron el "grito", y repiques, cohetes y vivas saludaron a la patria independiente.

Partieron de la plaza "gallos" en todas direcciones, encabezando el movimiento músicos, cantantes, proveedores de tlamapa y tequila, y siguiendo la comitiva de patriotas de cañaveral o hachón de brea, parejas afortunadas en el éxtasis del amor callejero.

Trabajos tuvo la aurora del 16 para meter en cintura y hacer que se retirara a sus casas la chinaca brava.

En el teatro se hicieron rajas oradores y poetas: por todas partes brillaba el regocijo.


Guillermo Prieto (1818-1897).

sábado, 16 de septiembre de 2023

El tequila como símbolo del festejo patrio


"... y podía cuando menos agradecer al tequila tal
honestidad, por breve que fuese su duración."

Malcolm Lowry en Bajo el volcán.
 
Cada año, durante esta temporada septembrina en que se acostumbra a celebrar, con desvelos y tragos, el llamado Grito de la Independencia, el fervoroso ritual gira con frecuencia en torno a una botella de tequila. En ningún momento durante el resto del año ni bajo cualquier otro pretexto, se consume tanto tequila como en estas fechas. Las estadísticas no mienten, los robos de licores se triplican y el principal objetivo suele ser el tequila, la bebida más simbólica para refrendar la condición de mexicano: euforia, patrioterismo ocasional y violencia, que exaltan su intensidad.
 
La literatura no ha sido ajena a su influjo. Tal vez la novela más emblemática sea Nieves, de José López Portillo y Rojas, no sólo porque acontece precisamente en la población de Tequila, en el estado de Jalisco, sino porque además el protagonista desciende de fabricantes de tequila. Los renglones con que da principio ya presagian el entorno en el que acontecerá la acción: "Cierto que Tequila debe su celebridad a ser el centro de producción alcohólica que lleva su nombre." Más adelante un pasaje de la obra se ocupa del proceso para su destilación y se extiende a lo largo de varias páginas. Luego de esa prolija descripción concluye con que: "El líquido que se recoge es el famoso aguardiente de Tequila, que tibio, es dulce y no quema la boca; embria- ga fácilmente y se llama tuba".

El poeta Efraín Huerta recordaba su encuentro con Pablo Neruda en 1942:
 
Tres oradores abrieron el programa, y dos poetas lo cerraron: Pablo Neruda y yo.  Poco antes de empezar el acto, Pablo me invitó a tomar una copa. Lo  que quería era leerme el poema que diría. Era el Canto a Stalingrado.  La cantina donde brindamos con tequila está allí todavía: La Castellana, en Antonio Caso e Insurgentes Centro. Yo sólo le recomendé a Pablo que cierta palabra sucia la suprimiera, o que la pusiera en francés, por sonar más belicosa. Se quedó en francés.”
 
El mismo Huerta que le recomendaría a su amigo, el peruano Hildebrando Pérez, la mejor manera de beberlo, en Para que aprenda a tomar un caballito de tequila.
 
Acerca la mano hacia la ansiosa boca, como a la distancia de más o menos veinte centímetros: abre la boca y con la mano derecha golpea los dedos –tensos– de la mano izquierda. La sal salta hacia la boca y el ritual empieza. Chupa un limón. Bebe.
Un caballito te da de cinco a seis sorbitos
”.
 
Muchos años después, el chileno Roberto Bolaño, quien viviera una larga temporada en México, escribió en su poema Para Efraín Huerta: “… mientras a tus espaldas los poetas/ bebían tequila y hablaban en voz baja.”
 
Carlos Fuentes en Cambio de piel, tras de que el mozo entra con una botella de tequila sobre una bandeja de latón y la deja sobre la mesa, advierte:
 
- Esto no me va a caer bien, Ligeia. Lo sabes de sobra. Los dos se miraron mientras sorbía lentamente el tequila.”
 
El cónsul alcohólico que protagoniza la novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, exaltaba algunas de sus cualidades: “hasta (y podía cuando menos agradecer al tequila tal honestidad, por breve que fuese su duración) de ser amado.”
 
Jack Kerouac, emblema de la generación beatnik, es autor de En el camino, donde define a México como el país de la tierra caliente y el tequila. Tom Robbins lo alude con frecuencia, por ejemplo, en También las vaqueras sienten melancolía, cuando comienza el incendio y la orquesta sigue tocando Allá en el rancho grande: “Sacó la madre a la hija del remolque como si la sacase del Club El Lagarto en llamas. (En el punto culminante del pavoroso incendio una hilera de botellas de tequila sobrecalentadas empezaron a estallar entre las llamas)". Y en Naturaleza muerta con pájaro carpintero se ocupa a su vez del tequila, como “la bebida favorita de los delincuentes” a quienes suele traicionar, y lo define como “líquido geométrico de la pasión”, un “dios majadero que copula en el aire con las almas de las vírgenes moribundas” y también “agua salvaje de la hechicería”.

Relación que viene a coincidir  con la que por su parte establece el británico D. H. Lawrence en La serpiente emplumada, cuando describe: “... las caras verdaderamente terribles de algunos tipos de la ciudad, tumefactas a causa del veneno del tequila y con los ojos un poco vidriosos y como si mirasen a través de un velo de maldad. En ninguna parte había encontrado rostros en los que se pintase el mal con tanta claridad como los que se veían en México.”

Otro inglés, como lo era Lawrence, que se ocupó de México a lo largo de su obra -con una visión a menudo acerba-, fue Graham Greene, quien menciona al tequila en sus novelas El poder y la gloria y Caminos sin ley, además del relato El billete de lotería, las cuales revisaremos en otra ocasión.
 
Debo, por supuesto, mencionar los poemas Ponderación y signo del tequila, del colombiano Álvaro Mutis y Entre la piedra y la flor, de Octavio Paz, pero mejor he optado por  incluirlos completos en los próximos días, lo mismo que las referencias hechas por José Revueltas en sus novelas Los días terrenales y Los errores, por Martín Luis Guzmán en La sombra del caudillo, y Mariano Azuela en Los de abajo, así como unos párrafos del relato Jugando con bombas, del enigmático B. Traven.

Cómo olvidar que el perro del rancho en Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, se llamaba precisamente Tequila, y que los personajes gemelos de La zona del silencio, de Homero Aridjis, llevaban por nombre Mezcal y Tequila.
 
Jules Etienne

viernes, 15 de septiembre de 2023

Septiembre: Reflexiones sobre la Independencia en EL LABERINTO DE LA SOLEDAD, de Octavio Paz

"Con ese grito, que es de rigor gritar cada 15 de septiembre, aniversario de la Independencia..."

(Fragmentos)

IV: Los hijos de la Malinche

Toda la angustiosa tensión que nos habita se expresa en una frase que nos viene a la boca cuando la cólera, la alegría o el entusiasmo nos llevan a exaltar nuestra condición de mexicanos: ¡Viva México, hijos de la Chingada! Verdadero grito de guerra, cargado de una electricidad particular, esta frase es un reto y una afirmación, un disparo, dirigido contra un enemigo imaginario, y una explosión en el aire. Nuevamente, con cierta patética y plástica fatalidad, se presenta la imagen del cohete que sube al cielo, se dispersa en chispas y cae oscuramente. O la del aullido en que terminan nuestras canciones, y que posee la misma ambigua resonancia: alegría rencorosa, desgarrada afirmación que se abre el pecho y se consume a sí misma.
 
Con ese grito, que es de rigor gritar cada 15 de septiembre, aniversario de la Indepen- dencia, nos afirmamos y afirmamos a nuestra patria, frente, contra y a pesar de los demás. ¿Y quiénes son los demás? Los demás son los "hijos de la chingada", los extranjeros, los malos mexicanos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo caso, los "otros". Esto es, todos aquellos que no son lo que nosotros somos. Y esos otros no se definen sino en cuanto hijos de una madre tan indeterminada y vaga como ellos mismos. 
 
VI. De la Independencia a la Revolución
 
La Independencia hispanoamericana, como la historia entera de nuestros pueblos, es un hecho ambiguo y de difícil interpretación porque, una vez más, las ideas enmasca- ran a la realidad en lugar de desnudarla o expresarla. Los grupos y clases que realizan la Independencia en Suramérica pertenecían a la aristocracia feudal nativa; eran los descendientes de los colonos españoles, colocados en situación de inferioridad frente a los peninsulares. La Metrópoli, empeñada en una política protec- cionista, por una parte impedía el libre comercio de las colonias y obstruía su desarrollo económico y social por medio de trabas administrativas y políticas; por la otra, cerraba el paso a los "criollos" que con toda justicia deseaban ingresar a los altos empleos y a la dirección del Estado. Así pues, la lucha por la Independencia tendía a liberar a los "criollos" de la momificada burocracia peninsular aunque, en realidad, no se proponía cambiar la estructura social de las colonias. Cierto, los programas y el lenguaje de los caudillos de la Independencia recuerdan al de los revolucionarios de la época. Eran sinceros, sin duda. Aquel lenguaje era "moderno", eco de los revolucionarios franceses y, sobre todo, de las ideas de la Independencia norteamericana. Pero en la América sajona esas ideas expresaban realmente a grupos que se proponían transformar el país conforme a una nueva filosofía política. Y aun más: con esos principios no intentaban cambiar un estado de cosas por otro sino, diferencia radical, crear una nueva nación. En efecto: los Estados Unidos son, en la historia del siglo XIX, una novedad mundial, una sociedad que crece y se extiende naturalmente. Entre nosotros, en cambio, una vez consumada la Indepen- dencia las clases dirigentes se consolidan como las herederas del viejo orden español. Rompen con España pero se muestran incapaces de crear una sociedad moderna. No podía ser de otro modo, ya que los grupos que encabezaron el movimiento de Independencia no constituían nuevas fuerzas sociales, sino la prolongación del sistema feudal. La novedad de las nuevas naciones hispanoame- ricanas es engañosa; en verdad se trata de sociedades en decadencia o en forzada inmovilidad, supervivencias y fragmentos de un todo deshecho. El Imperio español se dividió en una multitud de Repúblicas por obra de las oligarquías nativas, que en todos los casos favorecieron o impulsaron el proceso de desintegración. No debe olvidarse, además, la influencia determinante de muchos de los caudillos revolucio- narios. Algunos, más afortunados en esto que los conquistadores, su contrafigura histórica, lograron "alzarse con los reinos", como si se tratase de un botín medieval. La imagen del "dictador hispanoamericano" aparece ya, en embrión, en la del "libertador". Así, las nuevas Repúblicas fueron inventadas por necesidades políticas y militares del momento, no porque expresasen una real peculiaridad histórica. Los "rasgos nacionales" se fueron formando más tarde; en muchos casos, no son sino consecuencia de la prédica nacionalista de los gobiernos. Aún ahora, un siglo y medio después, nadie puede explicar satisfactoriamente en qué consisten las diferencias "nacionales" entre argentinos y uruguayos, peruanos y ecuatorianos, guatemaltecos y mexicanos. Nada tampoco -excepto la persistencia de las oligarquías locales, sostenidas por el imperialismo norteamericano- explica la existencia en Centroamé- rica y las Antillas de nueve repúblicas.
 
No es esto todo. Cada una de las nuevas naciones tuvo, al otro día de la Indepen- dencia, una constitución más o menos (casi siempre menos que más) liberal y democrática. En Europa y en los Estados Unidos esas leyes correspondían a una realidad histórica: eran la expresión del ascenso de la burguesía, la consecuencia de la revolución industrial y de la destrucción del antiguo régimen. En Hispanoamérica sólo servían para vestir a la moderna las supervivencias del sistema colonial. La ideología liberal y democrática, lejos de expresar nuestra situación histórica concreta, la ocultaba. La mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucional- mente. El daño moral ha sido incalculable y alcanza a zonas muy profundas de nuestro ser. Nos movemos en la mentira con naturalidad. Durante más de cien años hemos sufrido regímenes de fuerza, al servicio de las oligarquías feudales, pero que utilizan el lenguaje de la libertad. Esta situación se ha prolongado hasta nuestros días. De ahí que la lucha contra la mentira oficial y constitucional sea el primer paso de toda tentativa seria de reforma. Éste parece ser el sentido de los actuales movi- mientos latinoamericanos, cuyo objetivo común consiste en realizar de una vez por todas la Independencia. O sea: transformar nuestros países en sociedades realmente modernas y no en meras fachadas para demagogos y turistas. En esta lucha nuestros pueblos no sólo se enfrentan a la vieja herencia española (la Iglesia, el ejército y la oligarquía), sino al Dictador, al Jefe con la boca henchida de fórmulas legales y patrióticas, ahora aliado a un poder muy distinto al viejo imperialis- mo hispano: los grandes intereses del capitalismo extranjero.
  
Octavio Paz (México, 1914-1998)
Obtuvo el premio Nobel en 1990.

jueves, 14 de septiembre de 2023

Septiembre: LOS PASOS DE LÓPEZ (LOS CONSPIRADORES)*, de Jorge Ibargüengoitia

"Es urgente redactar y firmar al acta de declaración de independencia."

(Fragmento del capítulo 20)

Diego, que estaba muy bien vestido, de negro, salió del calabozo y Periñón le dio un abrazo. Diego lloró de emoción. Después, cuando fue mi turno abrazarlo, me dijo:

- No te imaginas los sufrimientos que hemos pasado.

Después fuimos por Carmen, que estaba reclusa en el convento de Santa Renegada, de las monjas cordelarias, que está en la orilla del pueblo. Periñón quiso que fuéramos en el coche adornado él, Diego, Ontananza y yo. Nos siguió un gentío. En el patio del convento nos esperaba toda la congregación. Cuando entramos, se hincaron, la monja superiora fue a besar la mano a Periñón y por más que éste quería que las monjas se levantaran no lo hicieron hasta que les dio a todas la bendición. Después nos condujeron a la celda donde estaba encerrada Carmen -era la más amplia del convento-. Ella estaba tan bella como la primera vez que la vi: muy bien peinada, muy bien vestida, con la mirada fulgurante. La superiora abrió la puerta y entramos. Carmen, emocionada, nos abrazó estrechamente primero a Ontananza, después a mí, en tercer lugar a Periñón y por último a su marido.

- Bendito sea Dios porque estás vivo -dijo cuando me abrazó.

Cuando salimos con Carmen a la calle estalló el griterío. En la emoción de aquella tarde, la gente desunció los caballos y arrastró el coche hasta la corregiduría. A pesar de la ausencia de los señores, la casa de los Aquino estaba en orden: un criado nos abrió la puerta, el perrito estaba ladrando en la escalera, etc. Cuando entramos en la sala, Carmen nos anunció:

- Lamento no poder ofrecerles nada, pero el marqués de la Hedionda cargó con todas sus botellas.

Diego hizo entrar a todos los de la Junta y dijo:

- Es urgente redactar y firmar el acta de declaración de la independencia.

Periñón, Ontananza y yo cambiamos una mirada pero no dijimos nada. En consecuencia, Diego dictó el acta y el joven Manrique escribió, mientras los demás platicábamos. Cuando el documento estuvo terminado, Diego lo leyó en voz alta. Periñón interrumpió una vez la lectura:

- Tienes un error importante, Diego: la independencia la declaré yo el quince de septiembre, no vas a declararla tú hoy. Sin oponer resistencia, Diego hizo la corrección, Periñón firmó al pie de la hoja y los demás firmamos después. Al fin de la ceremonia, Diego dijo:

- Ahora, yo delego la autoridad real que tengo en la Junta, para que la Junta pueda proceder a hacer nombramientos. Entonces Periñón intervino.

- Yo creo, Diego, que es mejor hacer la cosa de otra manera: yo soy el jefe del Ejército Libertador, la ciudad está en nuestro poder. Entonces, basando mi autoridad en esta premisa, te nombro a ti corregidor de Cañada. Espero que sigas administrándola tan bien como lo has hecho hasta ahora.

Diego aceptó el cargo sin titubear. Al día siguiente, en la mañana, nos pusimos en marcha.


Jorge Ibargüengoitia (Méxicano fallecido en España, 1928-1983).

* La novela fue publicada originalmente en España por editorial Argos Vergara en 1981 con el título de Los conspiradores. Más tarde apareció en México, publicada primero por editorial Océano y posteriormente por Joaquín Mortiz como Los pasos de López. 

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Septiembre: LA REGIÓN MÁS TRANSPARENTE, de Carlos Fuentes

"La mujer se sentó y vació la jarra de chocolate perfumado dentro de una taza de barro tosco."

(
Fragmentos)

Mercedes Zamacona

Ya se había apagado el cielo. Un escuadrón de caballería que regresaba del desfile del 16 de septiembre rompió, con sus cascos cansados, el silencio de la plaza. Mercedes se puso de pie y cerró la ventana. Nuevamente los pasos de la criada corrían por su sendero habitual a anunciarle la cena. Como una lámina de lutos incomprendidos, Mercedes caminó en la oscuridad. Sus espaldas rígidas cargaban sólo aquellos instantes de revelación y amor y orgullo y redención. Después no había sucedido nada. Manuel Zamacona no había muerto estúpidamente en una cantina de Guerrero, la noche anterior. Federico Robles no había desencadenado su poder en la muerte antes de volver a encontrar la verdad ofrecida, en la semilla inicial, por Mercedes. La mujer se sentó y vació la jarra de chocolate perfumado dentro de una taza de barro tosco.

El águila reptante

No buscaba nada, no preveía nada en su caminata fría y ciega; el somero esqueleto gris de la ciudad apenas lograba rasgar su vista mientras caminaba, sin lentitud y sin prisa, acarreado por sus ojos antiguos, entre los residuos de la fiesta del Grito; los grupos de mariachis desvelados, de borrachines simpáticos, de mujeres que hacían cola frente a las lecherías de barrio.

Carlos Fuentes (Mexicano nacido en Panamá, 1928-2012).

lunes, 11 de septiembre de 2023

Septiembre: LOS HERMANOS KARAMAZOV, de Fiódor Dostoyevski

"Una noche de septiembre clara y cálida, en que la luna brillaba en el cielo..."

Libro III: Los sensuales

Capítulo segundo: Isabel Smerdiachtchaia

(Fragmento)

Una noche de septiembre clara y cálida, en que la luna brillaba en el cielo, a una hora avanzada, un grupo de cinco o seis alegres trasnochadores embriagados regresaban del club a sus casas por el camino más corto. La callejuela que seguían estaba bordeada a ambos lados por una valla tras la cual se extendían las huertas de la: casas ribereñas. Desembocaba en un pontón tendido sobre una de esas balsas alargadas a infectas a las que en nuestro país se da el nombre de ríos. Allí durmiendo entre las ortigas, estaba Isabel Los trasnochadores la vieron, se detuvieron cerca de ella y empezaron a reír y bromear con el mayor cinismo. Un muchacho que figuraba en el grupo hizo esta singular pregunta:

-¿Se puede considerar como mujer a semejante monstruo?

Todos contestaron negativamente con un gesto de sincera aprensión. Pero Fiodor Pavlovitch, que formaba parte de la pandilla, manifestó que se podía ver en ella una mujer perfectamente, y que incluso tenía el excitante atractivo de la novedad y otras cosas parecidas. En aquella época, Fiodor Pavlovitch se complacía en desempeñar su papel de bufón y le gustaba divertir a los ricos como un verdadero payaso, aunque aparentemente era igual a ellos. Con un crespón en el sombrero, pues acababa de enterarse de la muerte de su primera esposa, llevaba una vida tan disipada, que incluso los libertinos más curtidos se sentían cohibidos ante él. La paradójica opinión de Fiodor Pavlovitch provocó la hilaridad del grupo. Uno de sus compañeros empezó a incitarle; otros mostraron una mayor aprensión todavía, aunque siempre con grandes risas. Al fin, todos siguieron su camino.

Fiódor Dostoyevski (Rusia, 1821-1881).

sábado, 9 de septiembre de 2023

Septiembre: LUCES DE SEPTIEMBRE (Trilogía de la Niebla), de Carlos Ruiz Zafón


(
Fragmento del capítulo 3: Bahía Azul)

– La gente del pueblo cree que el islote del faro está embrujado o algo así. Se dice que una mujer se ahogó allí hace mucho tiempo. Hay quien ve luces.

En fin, cada pueblo tiene sus habladurías, y éste no iba a ser menos.

– ¿Luces?

– Las luces de septiembre -dijo Ismael mientras rebasaban el islote a estribor. La leyenda, si la quieres llamar así, dice que una noche, a finales de verano, durante el baile de máscaras del pueblo, las gentes vieron cómo una mujer enmascarada tomaba un velero en el puerto y se hacía a la mar. Unos opinan que acudía a una cita secreta con su amante en el islote del faro; otros, que huía de un crimen inconfe- sable… Ya ves, todas las explicaciones son válidas porque, de hecho, nadie supo realmente quién era. Su rostro estaba cubierto por una máscara. Sin embargo, mientras cruzaba la bahía, una terrible tormenta que se desató de improviso arrastró su bote contra las rocas y lo destrozó. La mujer misteriosa y sin rostro se ahogó, o al menos nunca se encontró su cuerpo. Días más tarde, la marea devolvió su máscara, destrozada por las rocas. Desde entonces, la gente dice que, durante los últimos días del verano, al anochecer, pueden verse luces en la isla…

-El espíritu de aquella mujer…

– Ajá…, tratando de completar su viaje inacabado a la isla… Eso se dice.

-¿Y es cierto?

– Es una historia de fantasmas. O la crees o no.

Carlos Ruiz Zafón
(Español fallecido en Estados Unidos, 1964-2020).

Luces de septiembre (1995) es el tercer y último título de la denominada Trilogía de la niebla, que da principio con El príncipe de la niebla (1993) y prosigue El palacio de la medianoche (1994).

sábado, 2 de septiembre de 2023

SEPTIEMBRE 2, de Vicente Gallego

"... y sentarme en la roca frenta al mar..."

Es ahora la vida
esta extraña y frecuente sensación
de sopor y distancia,
y es también una luz que vela el mundo:
salir del caserón tras la comida,
recorrer bajo el sol la carretera
con los ojos ardientes de un verano
y sentarme en la roca frente al mar.
Abandonarme entonces
al sonido sin pausa de la tierra
mientras me vence el sueño algún instante
y me moja las sienes con su agua bendita.
Descubrir con asombro renovado
al pescador que vuelve cada tarde,
como vuelven las olas,
como vendrá la brisa con la noche.
Y esperar otra vez sobre la roca,
abrumado en el centro de la vida,
a que la sombra inunde
lentamente mi sombra.


Vicente Gallego (España, 1963).

jueves, 31 de agosto de 2023

Agosto: A MEDIANOCHE, de Jaime Sabines


A medianoche, a punto de terminar agosto, pienso con tristeza en las hojas que caen de los calendarios incesantemente. Me siento el árbol de los calendarios.

Cada día, hijo mío, que se va para siempre, me deja preguntándome: si es huérfano el que pierde un padre, si es viudo el que ha perdido a la esposa, ¿cómo se llama al que pierde un hijo? ¿cómo, el que pierde el tiempo? Y si yo mismo soy el tiempo, ¿cómo he de llamarme si me pierdo a mí mismo?

El día y la noche, no el lunes ni el martes, ni agosto ni septiembre; el día y la noche son la única medida de nuestra duración. Existir es durar, abrir los ojos y cerrarlos.

A estas horas, todas las noches, para siempre, yo soy el que ha perdido el día. (Aunque sienta que, igual que sube la fruta por las ramas del durazno, está subiendo en el corazón de estas horas, el amanecer).

Jaime Sabines (México, 1926-1999).

miércoles, 16 de agosto de 2023

Tampico: EL LARGO VUELO DEL CANARIO, de Antonio Rodríguez Simón

"... al irse acercando al muelle, sobre un hermoso edificio de ladrillo rojo que parecía recién construido..."

(
Fragmentos del capítulo I)

Se levantaron temprano al día siguiente y después de recorrer un buen trecho del muelle se metieron a una fonda. El ron seguía corriendo a borbotones por todos lados con el pretexto de la entrada del nuevo siglo; desayunaron cualquier cosa para después caminar por el muelle (el autor se refiere al muelle de La Habana). Durante el trayecto Pancho mal leía el nombre de algunos barcos: "Virginia de Churruca", "Satrústegui", "Orinoco", "Marqués de Comillas"... al llegar a la posada Juan comentó:

- ¿Qué te parece si buscamos la manera de irnos a Tampa?

- La verdad es que no tenemos más que de dos sopas: Tampa o regresar a Canarias.

- ¡Eso nunca! Mejor regresemos al muelle a ver si algún barco sale para allá.

Lo recorrieron de punta a punta y casi al final estaba un barco petrolero descargando. Pancho leyó: "Faja de oro*, Tampico, Tampa."

- ¡Mira Juan, este seguramente ha de ir para allá!

Subieron la escalerilla y le dijeron al marinero que vigilaba la entrada que tenían urgencia de hablar con el capitán, el marinero les pidió que esperaran un momento y regresó enseguida diciéndoles que el capi los esperaba en su oficina, recorrieron el pasillo y tocaron en la puerta que les indicó.

- ¡Adelante! -contestó una voz ronca.

(...)

- Allá lo que sobra es trabajo, con el asunto del petróleo -indicó el capitán.

- ¿Cuánto nos cobraría por llevarnos?

- Cuánto será bueno... cuánto será bueno... ¿qué les parece 150 dólares por cada uno?

- Hombre -refunfuñó Juan- eso vale un pasaje a España y esto es mucho más cerca. Qué tal unos cincuenta dólares por cada uno.

- No, por esa cantidad no me arriesgo a que me fastidien por andar llevando pasajeros, éste es un barco de carga.

- Bueno, que sean 150 dólares por los dos; es que realmente contamos con muy poco dinero.

El capitán miró a ambos de arriba abajo y después de pensarlo un poco les dijo:

- Esta bien ¿traen ahí la lana... quiero decir el dinero?

- No, Lo tenemos en el hotel, pero regresamos enseguida.

(...)

"... para que revueltos entre la gente pasaran por migración sin problemas."

Al amanecer del quinto día avistaron el puerto de Tampico; al irse acercando al muelle, sobre un hermoso edificio de ladrillo rojo que parecía recién construido**, estaba la leyenda que Pancho leyó en voz alta: "Bienvenidos a Tampico, Tampa, México".

Bajó atropelladamente en busca de su amigo y se topó con él en la escalera.

- Tanto que me has presumido de tus conocimientos de geografía y para que te vayas enterando, Tampa está en México.

- ¡Tú estás loco, cómo va a estar en México!

- Pues sube a cubierta para que lo veas.

- Ahí lo tienes: "Bienvenidos a Tampico, Tampa, México".

Un marinero que pasaba les dijo que se fijaran bien, que ahí no decía Tampa sino Tamps., que es la abreviatura del estado de Tamaulipas.

- ¿La abreviatura de qué?

Los dos amigos se miraron con cara de idiotas mientras el marinero se retiraba muerto de risa.

El muelle y la ciudad de Tampico continuaban todavía celebrando la entrada del nuevo siglo. El capitán les indicó que debían esperar a que empezaran a subir los amigos y familiares de los marineros, para que revueltos ente la gente pasaran por migración sin problemas.

Antonio Rodríguez Simón (España, 19¿?).

* El buque petrolero originalmente llamado Barneson fue construido en 1914 y años más tarde, en 1937, vendido a una compañía naviera italiana que lo rebautizó como Genoano; en abril de 1941, cuando se encontraba atracado en el puerto de Tampico, fue incautado por el gobierno mexicano junto con otros navíos con motivo de la segunda guerra mundial. En diciembre se le asignó el nombre Faja de Oro para que navegara con bandera mexicana. Fue hundido por un submarino alemán en mayo de 1942. El nombre del barco provenía de la región petrolera más productiva del mundo en su momento, ubicada en la huasteca y cuyo primer pozo fue perforado en 1904. La designación de Faja de Oro aconteció una década más tarde. De manera que no hay posibilidad alguna de que en el año de 1900 hubiese un buque petrolero mexicano con ese nombre atracado en los muelles de La Habana.

** La aduana marítima de Tampico comenzó su construcción en el año de 1896, bajo el gobierno de Porfirio Díaz. El edificio de ladrillo inglés color rojo fue inaugurado en octubre de 1902 por el propio presidente Díaz. 

lunes, 14 de agosto de 2023

Tampico: VIVA, de Patrick Deville

"Grúas y pontones, puntales de carga y plataformas, palmeras y cocodrilos. Y el olor a petróleo..."

En Tampico

Todo comienza y acaba con el ruido que hacen aquí los picadores de herrumbre. Los capitanes y los armadores desconfían de los marineros desocupados en los muelles. De ahí la pica, el bote de pintura y el pincel. El paisaje portuario es el de un filme de John Huston, El tesoro de la Sierra Madre. Grúas y pontones, puntales de carga y plataformas, palmeras y cocodrilos. Y el olor a petróleo y a suciedad grasiente, a brea y a alquitrán. Y una llovizna caliente que lo moja todo esta tarde, y la silueta furtiva de un hombre que no es Bogart, sino Sandino. A punto de cumplir los treinta, parece que tiene veinte; es frágil y de baja estatura. Sandino lleva atuendo de mecánico, con la llave inglesa en el bolsillo; comprueba que no le están siguiendo, se aleja de los diques rumbo al barrio de las cantinas, donde tiene lugar la reunión clandestina. Tras haber abandonado Nicaragua y corrido mundo durante bastante tiempo, el mecánico marinero Sandino deja su petate y descubre el anarcosindicalismo. Es obrero en la Huasteca Petroleum de Tampico.

Al fondo de los callejones del puerto se encienden las lámparas, los conspiradores se reúnen en la penumbra de una trastienda alrededor de Ret Marut, el más agueriido. Éste ha llegado a México como fogonero a bordo de un navío noruego. Dice ser marino polaco o alemán, un revolucionario. Bajo la gorra proletaria se ve un rostro común, con un pequeño bigote que le da aspecto de anarquista de la banda del francés Bonnot. Al término de la Primera Guerra Mundial, Ret Marut participó en el intento de insurrección de Múnich. Condenado a muerte, desapareció y cambió de nombre con frecuencia, comenzó a escribir poemas y novelas, a combatir la soledad con el lápiz y a acumular cuadernos. Muy pronto enviará a Alemania El tesoro de la Sierra Madre, cuya acción transcurre en Tampico, y que firma con uno de sus seudónimos: Traven. Utilizará decenas de ellos. Para la fotógrafa Tina Modotti, en México, él será Torsvan.

En cuanto a Sandino, sale de la cantina en plena noche, fortalecido por esos consejos polacos o alemanes, con la cabeza llena de llamas revolucionarias, y se apresura en la lluvia bajo los conos naranjas de las farolas de sodio. Bien que podríamos seguirle. Le veríamos regresar a Nicaragua, cambiar el mono de obrero de la refinería por la vestimenta de jinete, con las cartucheras cruzadas sobre el pecho y el sombrero Stetson, tomar el mando de la guerrilla y convertirse en el glorioso general Augusto César Sandino, el «general de los hombres libres», en palabras de Henri Barbusse. Le veríamos cabalgar al frente de su batallón de plebeyos que nunca será vencido, empujando hasta el mar al ejército de ocupación de los gringos y prosiguiendo la gran obra de Bolívar. La cabalgata de las tropas sandinistas levanta sobre el horizonte el polvo amarillo de la Nueva Segovia de Nicaragua. Pero no le seguiremos. En la bruma del calor, otro petrolero noruego, una gran muralla rojo y negro, atraviesa el golfo de México y se acerca al puerto de Tampico. A bordo de él, otro revolucionario escucha el ruido de los picadores de herrumbre y los gritos de las aves marinas.

De Tampico a ciudad de México

(Fragmento inicial)

Al pie de la escala de desembarco del Ruth, petrolero noruego en lastre, al proscrito Trotski le devuelven la pequeña pistola que le confiscaron al embarcar, tres semanas antes. Quien comandó a uno de los ejércitos más importantes del mundo desliza en su bolsillo toda la potencia de fuego que le queda. Es un hombre de alborotados cabellos blancos y edad madura, cincuenta y siete años, y a su lado, con el cabello gris, está su mujer: Natalia Ivánovna Sedova. Están pálidos, deslumbrados por el sol después de la penumbra del camarote.

Patrick Deville (Francia, 1957).

(Traducido al español por José Manuel Fajardo).