Vancouver: el invierno a plenitud en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne)

lunes, 30 de septiembre de 2013

Exilio: SOSTIENE PEREIRA, de Antonio Tabucchi


(Fragmento de la nota a la décima edición)

El señor Pereira me visitó por primera vez una noche de septiembre de 1992. En aquella época no se llamaba todavía Pereira, no poseía trazos definidos, era una presencia vaga, huidiza y difuminada, pero que deseaba ya ser protagonista de un libro. Era sólo un personaje en busca de autor. No sé por qué me eligió precisamente a mí para ser narrado. Una hipótesis posible es que el mes anterior, en un tórrido día de agosto en Lisboa, hice una visita. Recuerdo con nitidez aquel día. Por la mañana compré un diario de la ciudad y leí la noticia de que un viejo periodista había muerto en el Hospital de Santa María de Lisboa y que sus restos mortales estaban expuestos para el último adiós en la capilla ardiente del hospital. Por discreción no deseo revelar el nombre de esa persona. Diré únicamente que era alguien a quien había conocido fugazmente en París a finales de los años sesenta, cuando él, como exiliado portugués, escribía en un periódico parisiense. Era un hombre que había ejercido su oficio de periodista en los años cuarenta y cincuenta en Portugal, bajo la dictadura de Salazar. Y había conseguido hacerle una buena jugarreta a la dictadura salazarista publicando en un periódico portugués un feroz artículo contra el régimen. Después, naturalmente, había tenido serios problemas con la policía y se había visto obligado a escoger la vía del exilio. Yo sabía que después del setenta y cuatro, cuando Portugal recuperó la democracia, había regresado a su país, pero no había vuelto a encontrarme con él. Ya no escribía, se había jubilado, no sé a qué se dedicaba, por desgracia había sido olvidado. En aquel período, Portugal vivía la vida convulsa y agitada de un país que ha recuperado la democracia después de cincuenta años de dictadura. Era un país joven, dirigido por gente joven. Nadie se acordaba ya de un viejo periodista que se había opuesto con determinación a la dictadura de Salazar.
 
 
Antonio Tabucchi (Italia, 1943-2012)

domingo, 29 de septiembre de 2013

Páginas ajenas: EXILIO, de Álvaro Mutis

"... a las grandes noches del Tolima en donde un vasto desorden de aguas grita hasta el alba..."

Voz del exilio, voz de pozo cegado,
voz huérfana, gran voz que se levanta
como hierba furiosa o pezuña de bestia,
voz sorda del exilio,
hoy ha brotado como una espesa sangre
reclamando mansamente su lugar
en algún sitio del mundo.
Hoy ha llamado en mí
el griterío de las aves que pasan en verde algarabía
sobre los cafetales, sobre las ceremoniosas hojas del banano,
sobre las heladas espumas que bajan de los páramos,
golpeando y sonando
y arrastrando consigo la pulpa del café
y las densas flores de los cámbulos.

Hoy, algo se ha detenido dentro de mí,
un espeso remanso hace girar,
de pronto, lenta, dulcemente,
rescatados en la superficie agitada de sus aguas,
ciertos días, ciertas horas del pasado,
a los que se aferra furiosamente
la materia más secreta y eficaz de mi vida.
Flotan ahora como troncos de tierno balso,
en serena evidencia de fieles testigos
y a ellos me acojo en este largo presente de exilado.
En el café, en casa de amigos, tornan con dolor desteñido
Teruel, Jarama, Madrid, Irún, Somosierra, Valencia
y luego Perpignan, Arreglen, Dakar, Marsella.
A su rabia me uno, a su miseria
y olvido así quién soy, de dónde vengo,
hasta cuando una noche
comienza el golpeteo de la lluvia
y corre el agua por las calles en silencio
y un olor húmedo y cierto
me regresa a las grandes noches del Tolima
en donde un vasto desorden de aguas
grita hasta el alba su vocerío vegetal;
su destronado poder, entre las ramas del sombrío,
chorrea aún en la mañana
acallando el borboteo espeso de la miel
en los pulidos calderos de cobre.

Y es entonces cuando peso mi exilio
y miro la irrescatable soledad de lo perdido
por lo que de anticipada muerte me corresponde
en cada hora, en cada día de ausencia
que lleno con asuntos y con seres
cuya extranjera condición me empuja
hacia la cal definitiva
de un sueño que roerá sus propias vestiduras,
hechas de una corteza de materias
desterradas por los años y el olvido.

 
Álvaro Mutis (Colombia, 1923-2013)

La ilustración corresponde al río Magdalena en el departamento de Tolima, en Colombia.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Páginas ajenas: FÁBULA, de Octavio Paz

"Donde los labios de un solo sorbo beban El árbol, la nube, el relámpago Yo mismo y la muchacha".

a Álvaro Mutis

Edades de fuego y de aire
Mocedades de agua
Del verde al amarillo
                                            Del amarillo al rojo
Del sueño a la vigilia
                                            Del deseo al acto
Sólo había un paso que tú dabas sin esfuerzo
Los insectos eran joyas animadas
El calor reposaba al borde del estanque
La lluvia era un sauce de pelo suelto
En la palma de tu mano crecía un árbol
Aquel árbol cantaba reía y profetizaba
Sus vaticinios cubrían de alas el espacio
Había milagros sencillos llamados pájaros
Todo era de todos
                                     Todos eran todo
Sólo había una palabra inmensa y sin revés
Palabra como un sol
Un día se rompió en fragmentos diminutos
Son las palabras del lenguaje que hablamos
Fragmentos que nunca se unirán
Espejos rotos donde el mundo se mira destrozado.


Una mujer de movimiento de río
De transparentes ademanes de agua
Una muchacha de agua
Donde leer lo que pasa y no regresa
Un poco de agua donde los ojos beban
Donde los labios de un solo sorbo beban
El árbol, la nube, el relámpago
Yo mismo y la muchacha


Octavio Paz (México, 1914-1998). Obtuvo el premio Nobel en 1990.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Páginas ajenas: PARA DARLE NOMBRE A AMÉRICA, de Carlos Fuentes


(Fragmento que refiere la amistad entre Álvaro Mutis y García Márquez)

Digo con esto que al llegar a México a principios de los sesenta, Gabriel García Márquez fue recibido —en La Mansión de Drácula— por un equipo que incluía a los republicanos españoles Federico Américo, productor de la vieja CIFESA, Carlos Velo, que en España realizó un memorable documental sobre El Escorial, y Jaime Muñoz de Baena, un seductor señorito madrileño de agudo ingenio y modas británicas. A ellos se unía muy señaladamente Álvaro Mutis, el escritor colombiano, que fue quien me presentó, en Córdoba 48, al recién llegado Gabriel García Márquez, al cual yo ya conocía, desde luego, como el joven escritor de La hojarasca, un libro de apariencia rústica y entraña nobilísima, pues de él, me parece, surge el universo creador de García Márquez. Yo había editado en los años cincuenta una Revista Mexicana de Literatura que se correspondía, en Bogotá, con la mítica revista Mito, dirigida por Jorge Gaitán Durán. Entre Mutis y Gaitán, me fue dado ir publicando los cuentos de García Márquez, cada uno más maravilloso que el anterior, porque cada uno contenía al anterior y anunciaba al siguiente: «Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo» y «Un día después del sábado» conducían a El coronel no tiene quien le escriba y a La mala hora, pero también prolongaban, como el eco del mar dentro de un caracol, los inquietantes pórticos de pasados relatos de Gabo. «La tercera resignación», «Eva está dentro de su gato», «Tubal-Caín forja una estrella», «Nabo, el negro que hizo esperar a los ángeles» y «Ojos de perro azul»..., títulos que eran nombres, nombres que eran bautizos, nombres de misterio y amor que se pronosticaban a sí mismos como arte y artificio, naturaleza y natividad, profecía y advertencia, recuerdo y olvido, vigilia y sueño.


Carlos Fuentes (México, 1928-2012)
 
La ilustración corresponde a la portada de El general en su laberinto, novela que García Márquez dedicara a Álvaro Mutis. 

jueves, 26 de septiembre de 2013

Los sueños funerales de Álvaro Mutis

"Otra vez el tiempo... como el tren en la noche de los páramos."
 
Ahora con su muerte, el alud de información superficial nos inunda -valga la paradoja, en la temporada de desastres naturales que incluyen precisamente lluvias torrenciales y sus consecuentes deslaves-, ya todos sabemos la manera precipitada en que Álvaro Mutis llegó a la ciudad de México para quedarse hasta morir en ella, su cercana amistad con García Márquez y que recién había cumplido noventa años el pasado mes de agosto, también que ha sido el único poeta en nuestra lengua en obtener tanto el premio Reina Sofía de poesía iberoamericana, en 1997, como el Cervantes, en 2001. Ahora todos somos lectores de ese gaviero llamado Maqroll -a propósito y según la definición del diccionario de la Real Academia, gaviero es un "marinero a cuyo cuidado está la gavia y el registrar cuanto se pueda ver desde ella"-. Mientras que para la gran mayoría Álvaro Mutis seguirá siendo la voz del narrador en la serie televisiva Los intocables o el publicista creador del famoso lema "la chispa de la vida".

Buscando entre sus poemas alguno apropiado para la situación, me encontré con sus reflexiones sobre la muerte en El diario del Gaviero, que incluí ayer aquí mismo en Mitos y reincidencias, y recordé una frase suya que se repite en un par de poemas: "sueños funerales".

No es necesario que un poeta posea la celebridad de Mutis, basta que sea más o menos reconocido, para impedirnos el uso de ciertas expresiones. Por ejemplo, hace algunos años, al momento de concluir mi poema titulado Arrecife, me di a la tarea de buscar entre algunos autores importantes que mis metáforas y analogías no coincidieran, y así fue como corroboré que "idioma de agua" ya había sido utilizada por Pablo Neruda en su Canto General:

Nadie pudo
recordarlas después: el viento
las olvidó, el idioma del agua
fue enterrado, las claves se perdieron
o se inundaron de silencio o sangre.
 
En verdad fue una pena porque la figura se ajustaba perfecto al "idioma de agua" con el que debería cantar la sirena de mi poema:  "Hubiera querido comprender el idioma de agua de su canto y navegar en sus caderas..." Me vi entonces en la necesidad de transformarla en "la humedad de su canto", porque de otra manera no habría sido más que una copia -no le llamaría plagio puesto que fue más bien una coincidencia involuntaria- de una frase acuñada por Neruda, nada menos.

Lo mismo me sucedería con sueños funerales. Satisfecho por lo afortunado del hallazgo al verificar su paternidad me fui a encontrar con que Álvaro Mutis los había empleado no una sino hasta dos veces. Sonata pertenece a Los trabajos perdidos, volumen publicado en México por editorial Era en 1965, y Lied marino es el noveno de los Diez Lieder, que aparecieron veinte años después, en 1985. Estos son sus reiterados sueños funerales:

Sonata
 
Otra vez el tiempo te ha traído
al cerco de mis sueños funerales.
Tu piel, cierta humedad salina,
tus ojos asombrados de otros días,
con tu voz han venido con tu pelo.
El tiempo, muchacha, que trabaja
como loba que entierra a sus cachorros
como óxido en las armas de caza,
como alga en la quilla del navío,
como lengua que lame la sal de los dormidos,
como el aire que sube de las minas,
como el tren en la noche de los páramos.
De su opaco trabajo nos nutrimos
como pan de cristiano o rancia carne
que se enjuta en la fiebre de los ghettos.
A la sombra del tiempo, amiga mía,
un agua mansa de acequia me devuelve
lo que guardo de ti para ayudarme
a llegar hasta el fin de cada día.
 
 
Lied marino
 
Vine a llamarte
a los acantilados.
Lancé tu nombre
y sólo el mar me respondió
desde la leche instantánea
y voraz de sus espumas.
Por el desorden recurrente
de las aguas cruza tu nombre
como un pez que se debate y huye
hacia la vasta lejanía.
Hacia un horizonte
de menta y sombra,
viaja tu nombre
rodando por el mar del verano.
Con la noche que llega
regresan la soledad y su cortejo
de sueños funerales.
 
Jules Etienne

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Páginas ajenas: LA NIEVE DEL ALMIRANTE, de Álvaro Mutis

 
(Dos reflexiones sobre la muerte en El diario del Gaviero)
 
Abril
 
Todo lo que digamos sobre la muerte, todo lo que se quiera bordar alrededor del tema, no deja de ser una labor estéril, por entero inútil. ¿No valdría más callar para siempre y esperar? No se lo pidas a los hombres. En el fondo deben necesitar la parca, tal vez pertenezcan exclusivamente a sus dominios.
 
Junio

Pasamos los rápidos sin mayor percance, pero fue una prueba en muchos aspectos reveladora de la imagen que hasta ayer tenía del peligro y de la presencia real de la muerte. Cuando digo real me refiero a que no se trata de ese fantasma que solemos invocar con la imaginación y darle cuerpo con elementos tomados del recuerdo de quienes hemos visto morir en las más variadas circunstancias. No. Se trata de percibir con la plenitud de nuestra conciencia y de nuestros sentidos, la proximidad inmediata e irrebatible del propio perecer, de la suspensión irrevocable de la existencia. Allí, al alcance de la mano, irrecusable. Buena prueba, larga lección. Tardía, como todas las lecciones que nos atañen directa y profundamente.
 
 
Álvaro Mutis (Colombia, 1923-2013) 

martes, 24 de septiembre de 2013

Páginas ajenas: PARA SUBIR AL CIELO, de Pablo Neruda

 
 
Para subir al cielo se necesitan
dos alas,
un violín.
Y cuantas cosas
sin numerar, sin que se hayan nombrado,
certificados de ojo largo y lento,
inscripción en las uñas del almendro,
títulos en la hierba en la mañana.
 
 

Pablo Neruda: Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto (Chile, 1904-1973).
Obtuvo el premio Nobel en 1971.

lunes, 23 de septiembre de 2013

EL OTRO NERUDA: a cuarenta años de su muerte


Hace cuarenta años falleció Pablo Neruda. Así, con ese nombre que además es el que se puede leer en su tumba. Es bien sabido que su verdadero nombre era Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto y que asumió el seudónimo literario con el que se le conoce cuando era estudiante en el Liceo de Temuco y tenía apenas dieciséis años de edad -en 1920-, con el fin de evitar algún reclamo de su padre, a quien le disgustaba la actividad literaria que había emprendido.

Sin embargo, mientras los lectores se familiarizaron de inmediato con el nombre adoptivo del poeta, biógrafos y críticos se dieron a la tarea de buscar su origen. El propio Neruda en el libro que narra sus memorias, Confieso que he vivido, refiere un diálogo con el escritor checo Egon Erwin Kisch:

"Y así fue. Moriría en Praga, en medio de todos los honores que alcanzó a darle su patria liberada, pero nunca lograría investigar aquel intruso profesional por qué Neruda se llamaba Neruda.

La respuesta era demasiado simple y tan falta de maravilla que me la callaba cuidadosamente. Cuando yo tenía 14 años de edad, mi padre perseguía denodadamente mi actividad literaria. No estaba de acuerdo con tener un hijo poeta. Para encubrir la publicación de mis primeros versos me busqué un apellido que lo despistara totalmente. Encontré en una revista ese nombre checo, sin saber siquiera que se trataba de un gran escritor, venerado por todo un pueblo, autor de muy hermosas baladas y romances y con monumento erigido en el barrio Mala Strana de Praga. Apenas llegado a Checoeslovaquia, muchos años después, puse una flor a los pies de su estatua barbuda."

Todo parece factible. Lo avala su propia aseveración. Sin embargo, hay algo que no concuerda. Y es que a pesar de que Jan murió en 1891, la primera traducción al español de sus Cuentos de la Malá Strana apareció hasta el año de 1922, publicada por Espasa Calpe, cuando ya el poeta firmaba como Pablo Neruda.

Enrique Robertson, en su espléndida investigación titulada El enigma inaugural, se dio a la tarea de rastrear el origen de este seudónimo. Partiendo del supuesto de que, en efecto, Pablo Neruda no hubiese adoptado el apellido de Jan, sugiere que bien podría haber surgido como una explicación a posteriori:

También es probable que inicialmente Kisch se interesara por saber la proveniencia del apellido del poeta chileno, en el convencimiento de estar hablando con el hijo o nieto de un checo emigrado desde la maravillosa Praga -o de otro lugar de Bohemia- al sur más sur de la América del Sur. Y que por eso cuando este intruso profesional, que siempre quería estar bién informado de todo, oyó decir a Neruda que entre sus antepasados no contaba con ningún checo de ese ni de otro nombre, se sorprendiera muchísimo y quisiera satisfacer su curiosidad preguntándole: pero entonces, ¿nombróse usted Neruda...,por Jan Neruda? Comprensible pregunta -que sugería la respuesta- si se sabe que Kisch nació en Praga donde hay una calle y un monumento en memoria y honor al escritor Jan Neruda también nacido allí.

Miguel Aretche en su artículo titulado Sherlock Holmes admira a Neruda, publicado en la revista Hoy del 18 de febrero de 1981, propone otra posibilidad:

Sin embargo, la reciente relectura de un libro de Conan Doyle (Estudio en Escarlata. Pomaire, 1980), me hizo saltar de la cama y me planteó lo que en términos ajedrecísticos podría llamarse la variante herética de la Defensa Jan Neruda. En el capítulo cuarto de esta obra, Sherlock Holmes cita en dos ocasiones a una tal Norman Neruda. "Tenemos que darnos prisa -dice al doctor Watson- , porque deseo asistir al concierto del Halle para oir esta tarde a Norman Neruda". Más adelante: "Y ahora vamos a almorzar, y después a oir a Norman Neruda. La ejecución y el golpe de arco de esta mujer son maravillosos". En 1908 aparece (Litografía Universo, Santiago de Chile) Un crimen extraño, es decir, con otro título, la misma novela. Entre 1902 y aquel año circulaban en Chile varios libros de Conan Doyle, aquellos cuyo héroe es el deliciosamente infalible y morfinómano, Sherlock Holmes. (Ramón Sopena, editor). Variante herética: ¿leyó Ricardo Neftalí Reyes, antes de 1920, este libro? Y si lo leyó -siempre dijo que era admirador frenético de las novelas policiales-, ¿pasó por alto ese apellido hermoso y extraño?

Norman-Neruda no fue un personaje ficticio creado por Conan Doyle. A fines del siglo XVIII existió en realidad una violinista austríaca de nombre Guillermina -Wilma María Franzisca- Neruda, prodigiosa concertista desde su infancia, y Norman no era su nombre de pila, sino el apellido de su primer marido, el músico sueco Ludwig Norman. Como ella murió en 1911, tampoco resulta probable que el niño Ricardo Eliecer se hubiese interesado en sus virtuosas interpretaciones, pero sí en cambio, haber escuchado su nombre. Enrique Robertson parece aproximarse a la solución al darse a la tarea de buscar la relación entre el nombre Pablo y el apellido Neruda, de donde habría surgido la idea para el poeta. Y es así como encuentra que la violinista, casi al final de su carrera, acompañó al entonces joven cellista Pablo Casals en un concierto en Berlín. Ahí está pues, el nombre compuesto: Pablo Neruda. Ya sólo faltaba una última pista para confirmarlo: ¿Cómo pudieron aparecer los nombres de ambos en alguna publicación en español que el poeta adolescente hubiese leído en su natal Temuco? Es entonces que enfoca de nuevo su investigación sobre Sherlock Holmes, quien no sólo toca el violín sino que además posee un Stradivarius. Así es como surge en sus novelas el nombre de otro famoso poseedor de ese instrumento: el español Pablo de Sarasate. Ahora sólo se requería una prueba de que Pablo Neruda había visto los nombres de ambos violinistas para fusionarlos en un solo seudónimo y supuso que podría tratarse de una partitura:

Porque al echarle una despreocupada mirada a la portada de una partitura, me refiero a una de aquellos tiempos, nada tiene de raro pensar que se trata de una revista. Tanto el formato como la ilustración de la tapa pueden fácilmente inducir a ese error a cualquier persona que no se detenga a hojearla. Y esto último no es requisito para echarle una mirada a la portada. Y fijarse en los nombres impresos allí con grandes letras. Pablo Sarasate y Norman Neruda, por ejemplo. Eso es lo que debió haber sucedido el año 1920, cuando el joven Neftalí Reyes leyó esos nombres "en una revista", en la portada de una partitura que le pareció una revista. Alguien podría decir: "pero... ¿es posible sostener que en el fronterizo Temuco de los años 20 se podía encontrar una partitura de ese tipo? La respuesta es sí, sin duda alguna. En la pujante ciudad que crecía a grandes pasos aún no había un Conservatorio de Música, se fundó pocos años después. Pero no por eso era raro disfrutar allí de un concierto de música clásica. La mejor prueba de esta afirmación la proporciona el propio Neftalí Reyes. En su Cuaderno de Temuco, en poemas fechados en el mes de diciembre de 1919 hay unos versos que hablan de violines y "del alma de Chopin brumoso". Están escritos pocos meses antes de que a Neftalí Reyes "se le ocurriera" llamarse Pablo Neruda. Estos versos permiten afirmar sin temor a equivocarse que en esas fechas, en Temuco, se llevaban a efecto selectas veladas musicales.

Robertson concluye citando "las primeras palabras de Neruda en EstravagarioPara subir al cielo se necesitan dos alas, un violín...". Y allá permanece, ya que murió el 23 de septiembre de 1973, hoy se cumplen cuarenta años.

Neruda modificó la pronunciación del apellido de Jan al convertirlo en una palabra grave, cuando en checo se trata de una esdrújula. Gracias a la celebridad del premio Nobel, entre otras circunstancias, suele soslayarse la existencia del escritor checo o considerarlo "el otro Neruda", cuando debiera ser lo opuesto, le precedió en el tiempo y era su apellido auténtico. En todo caso nuestro Pablo sería "el otro Neruda".


 Jules Etienne
 
Las ilustraciones corresponden a la tumba de Pablo Neruda en Isla Negra, Chile y a la portada de la partitura musical en que aparecen los nombres de Norman-Neruda y Pablo de Sarasate.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Carlos Fuentes y la conmemoración de la Independencia


 
"También el Día del Grito de Dolores hay muertos, ¿sabes?..."
Carlos Fuentes en Cristóbal Nonato 

Todavía en plena guerra de independencia, en 1812, se celebró por primera vez el grito de Dolores, en Huichapan. Lo consignó Ignacio López Rayón en su diario de operaciones militares: "Día 16, con una descarga de artillería y vuelta general de esquilas, comienza a solemnizarse en el alba de este día el glorioso recuerdo del grito de libertad dado hace dos años en la congregación de Dolores, por los ilustres héroes y señores serenísimos Hidalgo y Allende." Al año siguiente, José María Morelos y Pavón, en sus Sentimientos de la Nación, estableció la necesidad de conmemorar anualmente esa fecha. El primero de marzo de 1822, el Congreso Constituyente declaró fiesta nacional el 16 de septiembre, señala Luis Tinajero Portes en su obra Días conmemorativos en la historia de México.

La literatura mexicana ha sido bastante más generosa con la revolución que con el llamado grito de Independencia. Carlos Fuentes siempre se manifestó apasionado por la historia de México y es frecuente encontrar a lo largo de su obra diversas alusiones de los episodios históricos. En su obra Tiempo mexicano emprende varias reflexiones:
 
"El clamoroso silencio de Sor Juana Inés de la Cruz significó una mutilación del tiempo que habría de pagarse con una independencia (de España) que no aseguró nuestra independencia ni del pasado indígena entonces desconocido o despreciado, ni del presente moderno que llenó el vacío de la mutilación hispánica con multiplicadas dependencias en los órdenes político, cultural y económico. Las promesas de la modernidad mexicana en el siglo XIX -el liberalismo y el positivismo- se cumplieron a expensas de los lazos comunitarios del derecho, de la dignidad y de la cultura de la población campesina e indígena del país." Para reconocer que: "La Independencia se propuso recuperar el tiempo perdido, digerir en unos cuantos años la experiencia europea a partir del Renacimiento, asemejarnos cuando antes a los modelos deslumbrantes del progreso: Francia, Inglaterra, los Estados Unidos. Pero -y éste es un inmenso pero- esta opción nos condujo a una nueva esquizofrenia." Lo que le conduce a la siguiente conclusión: "Al independizarnos de España, pretendimos disfrazar el progreso de utopía."
 
A su extensa novela urbana La región más transparente corresponde este párrafo en que hace referencia a la parada militar:

"Ya se había apagado el cielo. Un escuadrón de caballería que regresaba del desfile del 16 de septiembre rompió, con sus cascos cansados, el silencio de la plaza. Mercedes se puso de pie y cerró la ventana. Nuevamente los pasos de la criada corrían por su sendero habitual a anunciarle la cena. Como una lámina de lutos incomprendidos, Mercedes caminó en la oscuridad. Sus espaldas rígidas cargaban sólo aquellos instantes de revelación y amor y orgullo y redención. Después no había sucedido nada. Manuel Zamacona no había muerto estúpidamente en una cantina de Guerrero, la noche anterior. Federico Robles no había desencadenado su poder en la muerte antes de volver a encontrar la verdad ofrecida, en la semilla inicial, por Mercedes. La mujer se sentó y vació la jarra de chocolate perfumado dentro de una taza de barro tosco."
 
Y en el capítulo inmediatamente posterior, El águila reptante, retoma el festejo en su primer párrafo:
 
"No buscaba nada, no preveía nada en su caminata fría y ciega; el somero esqueleto gris de la ciudad apenas lograba rasgar su vista mientras caminaba, sin lentitud y sin prisa, acarreado por sus ojos antiguos, entre los residuos de la fiesta del Grito; los grupos de mariachis desvelados, de borrachines simpáticos, de mujeres que hacían cola frente a las lecherías de barrio..."

También en el relato El hijo de Andrés Aparicio -dedicado, por cierto, a la memoria de Pablo Neruda-, que forma parte del volumen Agua Quemada, se puede leer:

"Al principio hicieron lo que todas las parejas jóvenes y pobres. Vieron las cosas gratis como los paseos de charros en Chapultepec los domingos y los desfiles que se sucedieron durante el primer mes de sus amores, primero el desfile patriótico del día de la Independencia en septiembre..."

Más reciente es la mención que aparece en su novela La silla del águila, en la carta que Xavier Zaragoza Séneca, le escribe al presidente Lorenzo Terán:

 "No basta, señor Presidente. Hace falta algo. ¿Y sabe lo que hace falta? Falta usted. Falta que la gente lo vea a usted. Se está usted convirtiendo, como tantos de sus antecesores, en el gran solitario del Palacio, el fantasma que ocupa la Silla del Águila. Reaccione, se lo ruego. Aún es tiempo. No dé la impresión de que es el juguete de fuerzas incontrolables. Deje de mirar al horizonte como un iluminado en fechas de fasto –Grito de Independencia, Mensaje de Año Nuevo, Cinco de Mayo–. Mire a la cara de la gente, déjese mirar por la gente, pero que lo vean actuar, a usted, no a sus achichincles. Que su voz, señor Presidente, llene la plaza y llegue a cada rincón del país. La política vive en el espacio hasta donde llega la voz del Presidente. ¿Ha probado usted los límites de su voz? ¿Ha medido las fronteras entre la acción y la inacción? Un Presidente debe existir para los ciudadanos. Si no lo hace, le retiran el homenaje esperado. El alabado Dios de un día puede ser el execrado demonio de la siguiente jornada."

Jules Etienne

sábado, 14 de septiembre de 2013

1. Guillén de Lampart


Ahora con motivo de los tradicionales festejos del inicio de la guerra de independencia de la Nueva España -que en realidad se obtuvo hasta 1821-, entre los personajes que se han mencionado en diversas crónicas se cuenta uno de sus precursores en el siglo XVII: William Lamport, mejor conocido como Guillén de Lampart, considerado por algunos como el primer independentista de México. Originario de Irlanda, al igual que John Riley, quien encabezara al batallón de San Patricio en la guerra contra la invasión estadounidense, Guillén de Lampart era un personaje con dimensiones míticas de quien se dice que en su juventud fue pirata, después estudió con los jesuitas en España para más tarde convertirse en capitán de la Armada española, bajo la protección del duque de Olivares. Si todo eso no fuera suficiente para conferirle a su vida el carácter de novelesca, cuando lo enviaron a la Nueva España, falsificó documentos para hacerse pasar por hijo natural de Felipe III y así aspirar a la posición del virrey y poder coronarse rey del Anáhuac, de manera que le permitiera liberar a los indígenas, negros y mestizos de su condición de esclavitud, ya que consideraba que el territorio de la Nueva España no era una posesión legítima de la corona española. Descubierto y acusado por la Santa Inquisición, como se estilaba en aquella época, fue sentenciado a morir en la hoguera y, tras su fuga y recaptura, fue ejecutado en 1659. Se dice que no pudieron quemarlo vivo ya que logró estrangularse utilizando la soga con que lo habían atado. Por otra parte, también se ha difundido la versión de que era un mujeriego irredento y entre las mujeres que sedujo se encontraba doña Antonia Turcio, la esposa del entonces virrey Lope Diez de Armendáriz, y en cierta ocasión fue sorprendido en su alcoba. Motivo más que suficiente para ser condenado por los santos inquisidores. En sus tiempos de oropel en la corte española, en 1620, Rubens, el famoso pintor flamenco, hizo un retrato suyo que actualmente se conserva en el museo de arte Timken, de San Diego.
 
El escritor mexicano Guillermo Samperio se propuso reivindicar su figura destacando su importancia como uno de los precursores de la identidad nacional. Asegura que si bien se le ha encasillado en el terreno de los mitos, con una vida de aventuras que le valiera el apelativo de El Zorro, fueron sus anhelos de liberación y justicia para los habitantes de la Nueva España, la proximidad con los indios y su postura rebelde frente a la iglesia, lo que le llevaría al encierro y la tortura, hasta su ejecución final.
 
Dos obras contemporáneas que se ocupan del pintoresco y legendario personaje son: El Laberinto de la Mentira, de Javier Meza González; y El Mito del Zorro y la Inquisición en México. La Aventura de Guillén Lombardo, del italiano Fabio Troncarreli. En la columna de la Independencia, por órdenes de Porfirio Díaz, se incluyó una escultura de Enrique Alciati en su honor, con motivo de los festejos del primer centenario.

Jules Etienne


La ilustración corresponde al Retrato de un Joven Capitán (1620), de Peter Paul Rubens.

2. Prólogo de Vicente Riva Palacio


Es posible obtener una idea mejor documentada sobre Guillén de Lampart a través de la lectura del prólogo de la novela Memorias de un Impostor, D. Guillén de Lampart, Rey de México, que escribió Vicente Riva Palacio en el siglo XIX y fue publicada por Manuel de Villegas en 1879:

"Era yo niño, y estudiaba Filosofía en el Colegio de San Gregorio, cuando uno de mis compañeros, poco más o menos de mi edad, me contó que muchos años antes de que el cura Hidalgo hubiera proclamado la independencia de México, un hombre, de nacion (sic) irlandés, había pretendido alzarse como rey de Anáhuac, libertando a México de la dominación española; pero que la conspiración había sido descubierta, y el irlandés había muerto a manos de la justicia."

Más adelante, en las páginas VI y VII del mismo exordio, prosigue el autor: "Buscaba yo no sé qué, porque yo mismo no me lo explico nunca, algo de nuevo, algo de maravilloso, sin conocer las cosas más comunes, y expuesto como el astrónomo que por mirar al cielo cayó a un pozo, cuando encontré un muy voluminoso proceso seguido contra D. Guillén de Lampart, por astrólogo, sedicioso, hereje, etc., etc. Devoré sus páginas con ansiedad, porque aquella era la historia que yo buscaba hacía tanto tiempo: aquel era el irlandés que había querido hacer independiente a la Nueva-España; y por una providencia especial, yo, que quizá era el único que pensaba en esa historia sin encontrarla, la encontré impensadamente y sin buscarla."

Después procede a describir al personaje, que será el protagonista de su novela: "D. Guillén de Lampart era un hombre de profundos y vastos conocimientos, de una inteligencia clarísima y de una audacia poco común. Existen en su proceso composiciones suyas en prosa y verso, escritas en francés, en inglés, en alemán, en español, en latín y en italiano, y en ellas una multitud de citas en griego, escritas por él dentro de la prisión, en donde no puede ni suponerse que las hubiera podido copiar. Poseía grandes conocimientos en derecho, en teología y en todas las ciencias naturales. Por eso no se admirarán los lectores si le pinto como un sabio en el discurso de mi novela."

Riva Palacio compara la evasión de Lampart y sus circunstancias como dignas de las que cuentan los novelistas franceses, y justifica su mención de la Santa Inquisición explicando que el novelista o historiador no podía dar paso sin toparse con el Santo Tribunal, "que todo lo abarcaba y todo lo invadía".

Concluye su prólogo preguntándose: "¿Cómo teniendo datos auténticos e interesantes sobre un tan curioso hecho histórico, escribo una novela y no un libro serio?". A lo que él mismo se responde que para evitar el escollo del fastidio.

Jules Etienne

La ilustración corresponde a una fotografía de la estatua de Guillén de Lampart
que se encuentra dentro del mausoleo en la Columna de la Independencia.


Este es un vínculo a la lectura del artículo El héroe que México creó... ¡para ocultarlo!, de Gerardo de la Concha:

3. Memorias de un Impostor


La novela de Vicente Riva Palacio se encuentra dividida en cuatro libros, que es como se estilaba en aquella época: Los Misterios de Urania, El Dedo del Diablo, Diez y siete años en la Inquisición y Expiación. Incluye además un Apéndice, Sentencia y Ejecución de Don Guillén de Lampart, copiadas del proceso original, en que se le acusaba de: "sortilegio, adivino, supersticioso con pacto con el demonio, maquinista, embustero, falsario, blasfemo, sacrílego, tumultuante, sedicioso, cismático, dogmatista, alumbrado, fautor, y defensor de herejes judíos, escandaloso y gravísimamente contumalioso, Al Santo Oficio de la Inquisición, libelante famoso, hereje secuaz, de los mayores heresiarcas que se han levantado contra la iglesia católica..." Y también de "haber sido y ser hereje, apóstata, sectario, de las sectas y herejías de los malditos herejes Calvino, Pelagio, Juan Hus, V. Viclefo, y Lutero, y de los alumbrados y otros heresiarcas, dogmatista inventor de otras nuevas herejías..." (Páginas 592 a la 596).

El argumento mejor estructurado sobre los rasgos independentistas del personaje, queda plasmado en las palabras del conde de Rojas, cuando le confiere al protagonista el carácter del caudillo que habían estado esperando: "El amor a la ciencia nos reunió; pero la ciencia es la luz, y la luz es la libertad, y en la ciencia hemos visto la libertad, y la libertad comienza en la patria y no hay patria sin independencia." (Página 106) También en este capítulo XIII del primer libro se revelan los pensamientos que impulsan al grupo que habrá de encabezar Guillén, y se hace mención de Pitágoras, Arquímedes y Tolomeo, se declaran alumnos de Copérnico y explican algunas de sus teorías astronómicas, mencionando también el acoso a Galileo por parte de la iglesia y los temores de Descartes debidos a su Tratado del Mundo. Capítulo clave para comprender porqué Guillén será más tarde condenado por la Inquisición.

En el cuarto capítulo del libro tercero, cuando comparece ante el tribunal de la Santa Inquisición, describe el autor los orígenes del personaje: "Nací en Irlanda en un lugar que vosotros conoceis y llamais por Wesfordia, en donde mi familia materna tenía muy grandes posesiones." (Página 381)

Riva Palacio emprende más adelante una reflexión de las contradicciones inquisitoriales: "La grande prueba de esto es, que desde que se extinguió la Inquisición, apenas entre la gente muy ruda del campo se oye hablar ya de brujas. Ahora ya nadie cree en ellas. Antes creían en ellas los católicos, porque suponían, que si la Inquisición quemaba brujas, era porque las tales brujas existían. La religión católica prohibe creer en brujas. Y los inquisidores católicos, sin embargo, castigaron a muchísimas mujeres por brujas." (Página 511)

"... los muros de las cárceles del Santo Oficio eran como las paredes de un sepulcro. La soledad, el silencio, el aislamiento, la muerte en medio de la vida, la sombra en mitad de la luz, la noche más negra rodeada del día más claro dentro de aquel terrible edificio; la desesperación, el tormento, la agonía lenta y horrorosa: fuera la ciudad con todo su bullicio, con su alegría, con su sol resplandeciente, con sus flores y sus galas." (Página 359)

Estas son algunas frases destacadas de la novela, o por decirlo a la manera de Ricardo Garibay, sus paraderos literarios:

"Tienen razón los enamorados cuando reconcentran el mundo en su amor: pensando siempre el uno en el otro, están siempre aplaudiéndose mutuamente, y siempre contentos de sí mismos. Estos son los seres menos ofensivos. Serán quizá locos; pero es una locura mucho mejor que la de la guerra." (Página 394)

"La imaginación es el más cruel de los verdugos para los desgraciados."  (Página 425)

"Si fuese posible morir con lo que se ama, la muerte sería en verdad apetecible." (Página 427)

"El mundo es un paraíso para los hombres egoístas y sin corazón." (Página 506)

Finalmente, el carácter seductor del personaje queda expuesto en un párrafo del capítulo final del segundo libro, Un plan infernal: "- ¡Don Guillén de Lampar! -dijo:- tú has engañado a Clara jurándole amor; tú has engañado a Doña Carmen mintiéndole pasión; tú has engañado a Doña Juana haciéndote amar hasta el delirio; tú me has engañado a mí arrojándome al crimen: te perdonaría la pérdida de mi felicidad y de mi honra, pero no te perdono el engaño: hubiera sacrificado, contenta por tí, la salud de mi alma; pero no te perdono tu falsedad." (Páginas 354 y 355)

El diario español El País publicó en el año 2005, un artículo de Jordi Soler bajo el título de Los Orígenes del Zorro, en el que se establece la relación entre esta novela de Riva Palacio y La Maldición de Capistrano, escrita por Johnston McCulley en 1919, quien se apropió de varias de sus ideas y que a su vez serviría de inspiración a la película muda La Marca del Zorro, con Douglas Fairbanks. Por eso es que se considera a Guillén de Lampart, el auténtico personaje histórico que sirvió de inspiración a la extensa mitología fílmica del Zorro.

Jules Etienne

La ilustración superior es la misma que se utilizó como portada en una antigua edición de la novela y la inferior es la portada en inglés de La maldición de Capistrano.


Es posible descargar la versión íntegra en PDF de la novela solicitando en el buscador de Google: http://books.google.com.mx/, el título Memorias de un Impostor


En este blog es posible leer el artículo de El País y obtener una liga directa:

viernes, 13 de septiembre de 2013

Páginas ajenas: EL DIARIO DE ANDRÉS FAVA, de Julio Cortázar


 
(Cuando Andrés Fava lee Demian)

Leído Demian. Curioso cómo hay ciertas repulsiones previas a la lectura, corroboradas casi siempre cuando se cede a la solicitación de terceros. ¿Me parecerán Bernanos, Pritchett, Orwell, Plisnier, tan desagradables como este Hermann Hesse? Demian pudo ser exactamente todo lo que no es. Apuntes inmediatos a la lectura: 1° Presumible talento narrativo del autor -no olvidar que lo leo en español- al servicio de un relato estúpido, inverosímil (con esa inverosimilitud última, que no tiene nada que ver con el ilogismo ni la exageración ni la fantasía). Sinclair es cualquiera de nosotros cruzando la charca de la adolescencia: con los mismos chapoteos usuales. Pero Demian -su famoso "guía"- resulta la criatura más estúpida genre superman que haya dado la novela alemana (cierto que Hesse es ciudadano suizo). En cuanto a Eva, monstruo inenarrable, objeto fetiche entrando y saliendo sin que se sepa nunca what's cooking... Madre e hijo explican demasiado la confusión mental de Hesse. Elementos de este cocktail: el om, Abraxas (¡otro!), la magia, diversas demostraciones telepáticas, volitivas, etcétera, mezcladas con una sensiblería de modista (llantos, vahídos, borracheras simbólicas, sin contar el fantoche máximo después de Demian: Pistorius). 2° La tesis (to thy own self be true) cabía en menos páginas, sin contar que es más vieja que Demian -en quien supongo una especie de Ashaverus vergonzante. El hecho paralelo, la educación sentimental y moral de Sinclair, no está mal contada. Pero, hijo mío, después de Rimbaud, de Radiguet, hasta de Alain Fournier... 3° Lo de superman a la U.S.A. es deplorable. El pasaje en que Sinclair baja al jardín de Demian y lo encuentra entrenándose para pelear con un japonés, es de un ridículo digno de una película de Alan Ladd. (En el capítulo siguiente Hesse no olvida informarnos que el japonés cobró).
 
Y ahora, en serio: ¿qué es Demian? Novela perceptiblemente homosexual, ¿por qué esos disfraces esotéricos, esa no-Beatrice, no-Eva, no-nada (nonada)? Sabemos bien lo que Sinclair quería y necesitaba, lo que obtiene en la última página: que Demian lo bese en la boca.
 
Dios mío, cómo respetaría este libro si hubiese visto en su autor la valentía que alza en flor perfecta La Muerte en Venecia. Pero no, había que sacar a relucir el pajarraco alegórico, Abraxas y esas mujeres insensatas. Maniquizar al pobre Demian, figurín. Escribir con guantes de goma (y bordados, además, con los peores bordados retóricos del siglo XIX). Me pregunto si este libro repugnante tendrá un mejor equilibrio, alguna virtud secreta, en su original alemán. La verdad es que entre nosotros suena como el texto de La flauta mágica cantado con la música de Manon Lescaut.
 
Julio Cortázar (Argentino nacido en Bruselas, Bélgica en 1914; y fallecido en París, Francia en 1984).