"El azul lejano de los horizontes en que se destacan las altas montañas mexicanas (...) ligada a la vida de los Tres Reyes Magos."
En qué parte he dicho ya que no es en Italia, sino en México, donde los pintores anteriores al
Renacimiento han tomado el azul de sus paisajes y las profundas perspectivas
con que decoran sus Natividades.
En el país de los tarahumaras las leyendas más
increíbles proporcionan pruebas de la realidad de su existencia. Cuando se
entra en este país se miran dioses en la cima de las montañas, con un brazo
trunco en el lado izquierdo y otro vacío en el derecho y cuando inclinándose se
oye subir bajo sus pies el estrépito de una cascada y por encima de ella el
viento que corre de cima en cima, y cuando se asciende hasta descubrir, en tomo,
un círculo inmenso de cumbres, no se puede dudar de que se ha llegado a uno de
esos sitios sensibles de la tierra en donde la vida ha mostrado sus primeras manifestaciones.
Los pintores italianos anteriores al Renacimiento
fueron iniciados en una ciencia secreta que la cultura moderna aún no acaba de
encontrar.
El azul lejano de los horizontes en que se destacan las
altas montañas mexicanas evoca formas precisas e ideas, imponiendo al espíritu
el recuerdo de una ciencia íntimamente ligada a la vida de los Tres Reyes
Magos.
No fue sólo movidos por un espíritu religioso por lo que
los Piero della Francesca, los Lúea de Leyde, los Fra Angélico, los Piero di
Cosimo y los Mantegna pintaron sus Natividades. Fue por una preocupación
tradicional de lo esencial, por un deseo de investigación de los secretos de la
vida y a causa de esa obsesión de los grandes espíritus por el cómo y el porqué
de los principios y de las explosiones primitivas de la naturaleza por lo que
se ha manifestado la leyenda pagana de Noel.
Si la religión se ha apoderado de estos principios y si
los pueblos se han desviado de ellos para adorar la religión, tanto peor para
estos fanatizados, pero no para los principios. En la montaña tarahumara todo
habla de lo esencial; es decir, de los principios según los cuales se ha
formado la naturaleza. Y todo vive por obra de estos principios: el hombre, las
tempestades, el viento, los silencios, el sol.
Nos hallamos lejos de la actualidad guerrera y
civilizada del mundo moderno, no tanto civilizado por guerrero, sino guerrero
por civilizado; es así como piensan los tarahumaras. Y sus leyendas, mejor
dicho sus tradiciones (porque aquí no hay leyendas, es decir, fábulas ilusorias,
sino tradiciones increíbles quizás, cuyas sabias páginas muestran poco a poco
la realidad) narran el paso en las tribus tarahumaras de una raza de hombres conductores
de fuego que obedecían a tres amos o a tres reyes y se encaminaban hacia la
Estrella Polar.
Ahora bien, si la ciencia tiene sus grandes hombres como
New ton, Darwin, Kepler, Lavoisier, etcétera, también las tiene la civilización
desde un punto de vista moral y social: Odin, Rama, Fos-Hi, Lao-Tse, Zoroástro,
Confucio y Kukulkán; y parece que la leyenda de los Tres Reyes Magos oculta, en
la línea geográfica, el tránsito de la gran tradición solar, donde quiera que
el culto científico del sol ha levantado pirámides y altares matemáticamente
orientados, de tres civilizadores iniciados en una astronomía trascendente
cuyas leyes fueron paralelas a las de los mayas.
Antonin Artaud (Francia, 1896-1948).
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