Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

domingo, 20 de marzo de 2022

Día de reyes: EL PAÍS DE LOS REYES MAGOS, de Antonin Artaud

"El azul lejano de los horizontes en que se destacan las altas montañas mexicanas (...) ligada a la vida de los Tres Reyes Magos."

En qué parte he dicho ya que no es en Italia, sino en  México, donde los pintores anteriores al Renacimiento han tomado el azul de sus paisajes y las profundas perspectivas con que decoran sus Natividades.

En el país de los tarahumaras las leyendas más increíbles proporcionan pruebas de la realidad de su existencia. Cuando se entra en este país se miran dioses en la cima de las montañas, con un brazo trunco en el lado izquierdo y otro vacío en el derecho y cuando inclinándose se oye subir bajo sus pies el estrépito de una cascada y por encima de ella el viento que corre de cima en cima, y cuando se asciende hasta descubrir, en tomo, un círculo inmenso de cumbres, no se puede dudar de que se ha llegado a uno de esos sitios sensibles de la tierra en donde la vida ha mostrado sus primeras manifestaciones.

Los pintores italianos anteriores al Renacimiento fueron iniciados en una ciencia secreta que la cultura moderna aún no acaba de encontrar.

El azul lejano de los horizontes en que se destacan las altas montañas mexicanas evoca formas precisas e ideas, imponiendo al espíritu el recuerdo de una ciencia íntimamente ligada a la vida de los Tres Reyes Magos.

No fue sólo movidos por un espíritu religioso por lo que los Piero della Francesca, los Lúea de Leyde, los Fra Angélico, los Piero di Cosimo y los Mantegna pintaron sus Natividades. Fue por una preocupación tradicional de lo esencial, por un deseo de investigación de los secretos de la vida y a causa de esa obsesión de los grandes espíritus por el cómo y el porqué de los principios y de las explosiones primitivas de la naturaleza por lo que se ha manifestado la leyenda pagana de Noel.

Si la religión se ha apoderado de estos principios y si los pueblos se han desviado de ellos para adorar la religión, tanto peor para estos fanatizados, pero no para los principios. En la montaña tarahumara todo habla de lo esencial; es decir, de los principios según los cuales se ha formado la naturaleza. Y todo vive por obra de estos principios: el hombre, las tempestades, el viento, los silencios, el sol.

Nos hallamos lejos de la actualidad guerrera y civilizada del mundo moderno, no tanto civilizado por guerrero, sino guerrero por civilizado; es así como piensan los tarahumaras. Y sus leyendas, mejor dicho sus tradiciones (porque aquí no hay leyendas, es decir, fábulas ilusorias, sino tradiciones increíbles quizás, cuyas sabias páginas muestran poco a poco la realidad) narran el paso en las tribus tarahumaras de una raza de hombres conductores de fuego que obedecían a tres amos o a tres reyes y se encaminaban hacia la Estrella Polar.

Ahora bien, si la ciencia tiene sus grandes hombres como New ton, Darwin, Kepler, Lavoisier, etcétera, también las tiene la civilización desde un punto de vista moral y social: Odin, Rama, Fos-Hi, Lao-Tse, Zoroástro, Confucio y Kukulkán; y parece que la leyenda de los Tres Reyes Magos oculta, en la línea geográfica, el tránsito de la gran tradición solar, donde quiera que el culto científico del sol ha levantado pirámides y altares matemáticamente orientados, de tres civilizadores iniciados en una astronomía trascendente cuyas leyes fueron paralelas a las de los mayas.

Antonin Artaud (Francia, 1896-1948).

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