"... y también era tradición que, si veían a un hombre llevando corbata, se la podían cortar por la mitad..."
(Fragmento del capítulo 9)
Lo que le llamó de inmediato la atención a Fabel fue
que el informe no hablaba solamente de asesinatos que ya habían ocurrido:
también se refería a un asesinato esperado. Estaba claro que eso es algo que
ocurre siempre cuando hay sospecha de un asesino en serie, pero en este caso la
Policía de Colonia no sólo esperaba otro asesinato, sino que incluso tenía una
idea bastante clara del día en el que iba a producirse.
La gran fiesta de Colonia era el Karneval, la
desenfrenada celebración que tenía lugar cada año antes de la Cuaresma. A
Fabel, como protestante germano del norte, el carnaval le resultaba algo ajeno.
Sabía en qué consistía, por supuesto, pero nunca lo había experimentado más que
en los reportajes que había visto por televisión. Incluso Colonia le resultaba
una ciudad poco familiar: había estado en ella sólo un par de veces, y nunca
demasiado tiempo. A medida que se adentraba más en el caso se encontraba
perdido en un entorno de monumentos desconocidos. Pensó en lo difícil que sería
para una unidad como la que proponían Van Heiden y Wagner funcionar eficazmente
por todo el territorio alemán. Un país, un conjunto de culturas distintas; y si
se tenían en cuenta el Este y el Oeste, hasta dos historias distintas.
El carnaval de Colonia era algo único. Más al sur
había las formas más tradicionales de Fasching y Fastnacht. En
Dusseldorf, la eterna rival de Colonia, o en Mainz, el carnaval adoptaba una
forma similar pero no alcanzaba nunca la exuberancia anárquica del de Colonia.
Esta celebración era mucho más que una fecha en el calendario: formaba parte de
la personalidad de la ciudad, definía lo que significa ser de Colonia.
Fabel ya había
oído hablar del caso; como todos los crímenes de este tipo, los tres asesinatos
presentaban todos los ingredientes de un buen titular morboso: el asesino que
buscaba la Policía de Colonia atacaba sólo por carnaval. Sólo había dos
víctimas: una el año anterior, la primera el año antes, pero el agente al
frente de la investigación —el Seniorkommissar Benni Scholz— había reconocido
el modus operandi del asesino nada más llegar a la segunda escena del
crimen, y había advertido a sus superiores de que dentro de la misma temporada
de carnaval podía haber otro asesinato, pues temía una escalada de la actuación
en serie del criminal. No hubo más crímenes, pero Fabel estaba de acuerdo con
el comisario sin rostro en que el asesino volvería a actuar: este año, durante
el próximo carnaval.
Fabel puso los
informes del caso sobre la mesita. Las dos víctimas tenían casi treinta años,
eran mujeres y solteras. Sus historiales tenían poco en común: Sabine Jordanski
era peluquera; Melissa Schenker trabajaba en casa en algo parecido al diseño de
software. Si Jordanski era la alegría de la fiesta, Schenker, en cambio, fue
una persona reservada, tranquila y casi de vida recluida. Jordanski
era natural de Colonia, nacida y criada en la ciudad; Schenker
provenía de Kassel y llevaba tres años viviendo allí. Durante la investigación
no se les descubrieron ni amigos ni conocidos comunes, ningún vínculo aparte de
la manera en que se tropezaron con la muerte.
Ambas mujeres habían
sido estranguladas; había pruebas de estrangulación manual y del uso posterior
de una ligadura: las corbatas masculinas que había dejado en sus cuellos como
firma el asesino. Scholz había explicado el posible significado de esta firma:
el Weiberfastnacht era una fecha clave en el calendario del carnaval de
Colonia, se celebraba siempre el último jueves antes de Cuaresma y era la noche
del carnaval de las Mujeres, cuando ellas mandaban. Todas las féminas de
Colonia tenían derecho a exigirle un beso a cualquier hombre, y también era
tradición que, si veían a un hombre llevando corbata, se la podían cortar por
la mitad, así se invertía la tradicional autoridad de los hombres sobre las
mujeres. En los ambientes más ilustrados e igualitarios, la costumbre no pasaba
de cierta diversión, pero el Kommissar Scholz expresó su sospecha de que para
el asesino significara mucho más. Sospechó que el asesino podía estar motivado
por una misoginia psicótica o por un resentimiento de tipo sexual contra las
mujeres. Scholz presentía claramente que este punto de vista explicaba la
desfiguración post mortem de los cuerpos: aproximadamente medio kilo de carne
había sido extraído de la nalga derecha de ambas víctimas. Fabel podía ver la
lógica del agente de Colonia, pero la consideraba prematura. Sospechaba que en
ese asesino había más de lo que se adivinaba.
Craig Russell (Inglaterra, 1956)
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