Vancouver: el invierno a plenitud en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne)

jueves, 4 de mayo de 2017

Carnaval: EL SEÑOR DEL CARNAVAL, de Craig Russell

"... y también era tradición que, si veían a un hombre llevando corbata, se la podían cortar por la mitad..."
 
(Fragmento del capítulo 9)

Lo que le llamó de inmediato la atención a Fabel fue que el informe no hablaba solamente de asesinatos que ya habían ocurrido: también se refería a un asesinato esperado. Estaba claro que eso es algo que ocurre siempre cuando hay sospecha de un asesino en serie, pero en este caso la Policía de Colonia no sólo esperaba otro asesinato, sino que incluso tenía una idea bastante clara del día en el que iba a producirse.
 
La gran fiesta de Colonia era el Karneval, la desenfrenada celebración que tenía lugar cada año antes de la Cuaresma. A Fabel, como protestante germano del norte, el carnaval le resultaba algo ajeno. Sabía en qué consistía, por supuesto, pero nunca lo había experimentado más que en los reportajes que había visto por televisión. Incluso Colonia le resultaba una ciudad poco familiar: había estado en ella sólo un par de veces, y nunca demasiado tiempo. A medida que se adentraba más en el caso se encontraba perdido en un entorno de monumentos desconocidos. Pensó en lo difícil que sería para una unidad como la que proponían Van Heiden y Wagner funcionar eficazmente por todo el territorio alemán. Un país, un conjunto de culturas distintas; y si se tenían en cuenta el Este y el Oeste, hasta dos historias distintas.
 
El carnaval de Colonia era algo único. Más al sur había las formas más tradicionales de Fasching y Fastnacht. En Dusseldorf, la eterna rival de Colonia, o en Mainz, el carnaval adoptaba una forma similar pero no alcanzaba nunca la exuberancia anárquica del de Colonia. Esta celebración era mucho más que una fecha en el calendario: formaba parte de la personalidad de la ciudad, definía lo que significa ser de Colonia.

Fabel ya había oído hablar del caso; como todos los crímenes de este tipo, los tres asesinatos presentaban todos los ingredientes de un buen titular morboso: el asesino que buscaba la Policía de Colonia atacaba sólo por carnaval. Sólo había dos víctimas: una el año anterior, la primera el año antes, pero el agente al frente de la investigación —el Seniorkommissar Benni Scholz— había reconocido el modus operandi del asesino nada más llegar a la segunda escena del crimen, y había advertido a sus superiores de que dentro de la misma temporada de carnaval podía haber otro asesinato, pues temía una escalada de la actuación en serie del criminal. No hubo más crímenes, pero Fabel estaba de acuerdo con el comisario sin rostro en que el asesino volvería a actuar: este año, durante el próximo carnaval.
 
Fabel puso los informes del caso sobre la mesita. Las dos víctimas tenían casi treinta años, eran mujeres y solteras. Sus historiales tenían poco en común: Sabine Jordanski era peluquera; Melissa Schenker trabajaba en casa en algo parecido al diseño de software. Si Jordanski era la alegría de la fiesta, Schenker, en cambio, fue una persona reservada, tranquila y casi de vida recluida. Jordanski era natural de Colonia, nacida y criada en la ciudad; Schenker provenía de Kassel y llevaba tres años viviendo allí. Durante la investigación no se les descubrieron ni amigos ni conocidos comunes, ningún vínculo aparte de la manera en que se tropezaron con la muerte.

Ambas mujeres habían sido estranguladas; había pruebas de estrangulación manual y del uso posterior de una ligadura: las corbatas masculinas que había dejado en sus cuellos como firma el asesino. Scholz había explicado el posible significado de esta firma: el Weiberfastnacht era una fecha clave en el calendario del carnaval de Colonia, se celebraba siempre el último jueves antes de Cuaresma y era la noche del carnaval de las Mujeres, cuando ellas mandaban. Todas las féminas de Colonia tenían derecho a exigirle un beso a cualquier hombre, y también era tradición que, si veían a un hombre llevando corbata, se la podían cortar por la mitad, así se invertía la tradicional autoridad de los hombres sobre las mujeres. En los ambientes más ilustrados e igualitarios, la costumbre no pasaba de cierta diversión, pero el Kommissar Scholz expresó su sospecha de que para el asesino significara mucho más. Sospechó que el asesino podía estar motivado por una misoginia psicótica o por un resentimiento de tipo sexual contra las mujeres. Scholz presentía claramente que este punto de vista explicaba la desfiguración post mortem de los cuerpos: aproximadamente medio kilo de carne había sido extraído de la nalga derecha de ambas víctimas. Fabel podía ver la lógica del agente de Colonia, pero la consideraba prematura. Sospechaba que en ese asesino había más de lo que se adivinaba.
 

Craig Russell (Inglaterra, 1956)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario