(Fragmento inicial)
No se hablaría más, Enrico iría disfrazado de Zorro. Su madre Caterina había intentado por todos los medios convencerlo de que se vistiera de jeque o de monaguillo, y en ambos casos hasta le había mostrado un trozo de tela color marrón. No, Zorro y basta.
Amadeo Consonni consideraba con terror la hipótesis de tener que llevar a su nieto enmascarado, a mirar el cortejo de carros alegóricos del carnaval ambrosiano, lo que siempre le había suscitado una tristeza infinita, independientemente de sentirse atrapado en medio de una situación incómoda.
Y ahora su hija Caterina, como de costumbre, le había confiado al niño para que lo devolviera antes del almuerzo: ella volvería después de la cena, entre las nueve y las nueve y media. ¿De acuerdo? La consigna era precisa, debía llevarlo a ver el carnaval, que él disfrutaba tanto.
Francesco Recami (Italia, 1956)
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