Regresa la primavera a Vancouver.

lunes, 8 de mayo de 2023

Tampico: ULISES CRIOLLO, de José Vasconcelos

"Ningún viajero del tren de Tampico olvida la primera vez que, a indicaciones del conductor, se asomó al boquete, casi bajo la vía..."

(
Fragmentos)

En provincia

Sin reflexión había aceptado aquel cargo de funcionario en provincia. La primera decepción fue que me enviaban a Durango, ciudad cómoda, buen clima y poco trabajo, pero sueldo escaso. Hubiera preferido a Tampico, infestado de paludismo, pero con sueldo de primera categoría.

El nuevo embajador

Durante las dos semanas que fuimos sus huéspedes nos hizo disfrutar los encantos de la vida campestre. Tenía en sus potreros caballos finos tan briosos que no hubiéramos podido montarlos. De España había importado para sementales potros magníficos y un burro famoso en la comarca. Además de las vacas finas del establo, poseía ganado corriente en abundancia y vaqueros dedicados al alzo del mostrenco. Situada su hacienda a trescientos metros, más o menos, sobre el mar y a dos horas de Tampico por ferrocarril, la temperatura excesiva en verano se volvía muy grata en invierno. A nosotros nos tocaba una primavera calurosa, pero agradable, que incitaba al baño a descubierto en el río.

(...)

Estaba dispuesto en uno de los sitios más estupendamente bellos del planeta. Ningún viajero del tren de Tampico olvida la primera vez que, a indicaciones del conductor, se asomó al boquete, casi bajo la vía, donde a mil metros de profundidad se percibe un claro de luz sobre agua de oro al fondo de una caverna; allí penetrábamos después de trepar a una abertura en la roca entre boscajes y helechos y descender por el interior de la caverna. Deslumbrado el ojo por la refulgencia exterior, sólo lentamente descubre la escala natural que baja y la nave irregular rota a un extremo por la abertura que se divisa desde el ferrocarril.

Política y negocios

A veces, algún negocio de escaso rendimiento, pero de apariencia vasta, me sacaba de la rutina, entusiasmándome con perspectivas constructoras. Estuvimos a punto de formalizar un sindicato que hubiera construido una ciudad moderna frente a Tampico, precisamente en los días anteriores al alza de precios provocada por el auge del petróleo. Mi cuenta en efectivo aumentaba en el Banco. Una buena parte se gastaba, otra quedaba en depósito. Bien sabía yo la manera de hacer una fortuna sólida sin riesgos de ningún género.

El averno

Mi contacto frecuente con zonas distintas de diversos Estados afirmaba mi optimismo. Por todas partes se pensaba en trabajar al amparo de una administración reconocida como honesta. Y la gente disfrutaba su libertad. Así que partí sin preocupaciones para Tampico al desempeño de una gestión profesional: la autorización para una nueva refinería. Tan ajeno estaba a lo que iba a ocurrir, que por primera vez decidí llevar a Adriana. No es que lo pensara tampoco; se cometen tales imprudencias por imperativo de la pasión. Hay en el amor un instante exaltado en que los amantes subirían a una torre para abrazarse a la vista del mundo. El delirio que los transfigura reclama el estruendo. No fue esta ocasión una torre, sino el reservado del coche dormitorio, donde se abrigó nuestro escándalo. Asomados a la misma ventana mirábamos el escenario prodigioso de los montes, escala de gigantes al costado del abismo vegetal. Parecía que ver aquello juntos nos ligaba para la eternidad.

(...)

"Sonó el teléfono horas después de amanecido el día. Únicamente mi colega tampiqueño conocía mi encierro..."

Unas cuantas casas desocupadas había en lo que hoy es Balneario de Tampico y el hotelillo rústico que nos tenía de huéspedes. Una inmersión por la mañana y otra al atardecer nos dejaban penetrados en energía marinera. Una tarde prolongamos el baño hasta el anochecer. Por el lado de tierra se metió el sol. Por el mar avanzaron las sombras; levemente subía, bajaba la superficie de las aguas con ritmos de respiración. La arena fina era un lecho blando. Pronto en el cielo alumbraron las mismas estrellas que contemplaron Eva y Adán desnudos en las noches del Paraíso. Hoy en su abandono, con mayor afán, buscan los cuerpos el consuelo de la posesión y la compañía. Pasó un buen rato sin más preocupación que los dedos que entrelazan las manos, al aire los cuerpos tendidos, extenuados. El frío de la noche nos obligó a levantar el campo.

De cena nos dieron la especialidad de la costa. Sopa de jaibas reparadora, si se toma en la juventud, y entramos en la noche con renovado ahínco de ahondar en la posesión.

Sonó el teléfono horas después de amanecido el día. Únicamente mi colega tampiqueño conocía mi encierro y en él me comunicaba la noticia tremenda: El general Reyes, poco después de ser libertado, había sido muerto en combate. Madero estaba preso en Chapultepec. Tampico estaba en calma, lo mismo que todo el resto del país.

José Vasconcelos (México, 1882-1959).

La ilustración superior corresponde al puente en el ferrocarril de Tampico a San Luis Potosí,
en un tramo cercano a Ciudad Valles.

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