"Ningún viajero del tren de Tampico olvida la primera vez que, a indicaciones del conductor, se asomó al boquete, casi bajo la vía..."
(Fragmentos)
En provincia
Sin reflexión había
aceptado aquel cargo de funcionario en provincia. La primera decepción fue que
me enviaban a Durango, ciudad cómoda, buen clima y poco trabajo, pero sueldo
escaso. Hubiera preferido a Tampico, infestado de paludismo, pero con sueldo de
primera categoría.
El nuevo embajador
Durante las dos semanas
que fuimos sus huéspedes nos hizo disfrutar los encantos de la vida campestre.
Tenía en sus potreros caballos finos tan briosos que no hubiéramos podido
montarlos. De España había importado para sementales potros magníficos y un
burro famoso en la comarca. Además de las vacas finas del establo, poseía
ganado corriente en abundancia y vaqueros dedicados al alzo del mostrenco. Situada
su hacienda a trescientos metros, más o menos, sobre el mar y a dos horas de
Tampico por ferrocarril, la temperatura excesiva en verano se volvía muy grata
en invierno. A nosotros nos tocaba una primavera calurosa, pero agradable, que
incitaba al baño a descubierto en el río.
(...)
Estaba dispuesto en uno
de los sitios más estupendamente bellos del planeta. Ningún viajero del tren de
Tampico olvida la primera vez que, a indicaciones del conductor, se asomó al
boquete, casi bajo la vía, donde a mil metros de profundidad se percibe un
claro de luz sobre agua de oro al fondo de una caverna; allí penetrábamos después
de trepar a una abertura en la roca entre boscajes y helechos y descender por
el interior de la caverna. Deslumbrado el ojo por la refulgencia exterior, sólo
lentamente descubre la escala natural que baja y la nave irregular rota a un
extremo por la abertura que se divisa desde el ferrocarril.
Política y
negocios
A veces, algún negocio
de escaso rendimiento, pero de apariencia vasta, me sacaba de la rutina,
entusiasmándome con perspectivas constructoras. Estuvimos a punto de formalizar
un sindicato que hubiera construido una ciudad moderna frente a Tampico,
precisamente en los días anteriores al alza de precios provocada por el auge
del petróleo. Mi cuenta en efectivo aumentaba en el Banco. Una buena parte se
gastaba, otra quedaba en depósito. Bien sabía yo la manera de hacer una fortuna
sólida sin riesgos de ningún género.
El averno
Mi contacto frecuente con
zonas distintas de diversos Estados afirmaba mi optimismo. Por todas partes se pensaba
en trabajar al amparo de una administración reconocida como honesta. Y la gente
disfrutaba su libertad. Así que partí sin preocupaciones para Tampico al
desempeño de una gestión profesional: la autorización para una nueva refinería.
Tan ajeno estaba a lo que iba a ocurrir, que por primera vez decidí llevar a
Adriana. No es que lo pensara tampoco; se cometen tales imprudencias por imperativo
de la pasión. Hay en el amor un instante exaltado en que los amantes subirían a
una torre para abrazarse a la vista del mundo. El delirio que los transfigura
reclama el estruendo. No fue esta ocasión una torre, sino el reservado del
coche dormitorio, donde se abrigó nuestro escándalo. Asomados a la misma
ventana mirábamos el escenario prodigioso de los montes, escala de gigantes al
costado del abismo vegetal. Parecía que ver aquello juntos nos ligaba para la
eternidad.
(...)
"Sonó el teléfono horas después de amanecido el día. Únicamente mi colega tampiqueño conocía mi encierro..."
De cena nos dieron la
especialidad de la costa. Sopa de jaibas reparadora, si se toma en la juventud,
y entramos en la noche con renovado ahínco de ahondar en la posesión.
Sonó el teléfono horas
después de amanecido el día. Únicamente mi colega tampiqueño conocía mi
encierro y en él me comunicaba la noticia tremenda: El general Reyes, poco
después de ser libertado, había sido muerto en combate. Madero estaba preso en Chapultepec.
Tampico estaba en calma, lo mismo que todo el resto del país.
José Vasconcelos (México, 1882-1959).
La ilustración superior corresponde al puente en el ferrocarril de Tampico a San Luis Potosí,
en un tramo cercano a Ciudad Valles.
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