Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

viernes, 5 de mayo de 2023

Tampico: MÉXICO, LA TIERRA DE LA INQUIETUD, de Henry Baerlein

"... un caballero británico arribó a Tampico con cincuenta gallos."

Los apostadores de México

(Fragmento)

Con respecto a los gallos, los hombres que han escrito sobre el pasado de México, se muestran inclinados a mostrar cierta decepción porque las peleas de gallos ya no son toleradas. Era pintoresco -dicen-, ver a los entendidos, tanto hombres ricos como pobres, agrupados alrededor de la gallera, todos con la ansiedad típica que provoca la expectativa de la batalla. Estaba bien ver sujetos a los dos gallos, sus picos no más lejos el uno del otro que el ancho de unos cuantos cabellos. De hecho, ¡fue un gran espectáculo! Y entonces, un hombre importante pasó en su carruaje y se detuvo para registrar una apuesta. Ahora todo ha cambiado.

Sin embargo, si esos mismos escritores omitieran acudir a la iglesia un solo domingo por la mañana, no se sentirían tan abatidos, porque la costumbre no parece estar en riesgo de abandono. Las ciudades y los pueblos de México continúan apoyándola religiosamente, como también lo hacen incluso algunos extranjeros.

Uno podría pensar, sin necesidad de documentarse en algún registro oficial, que los artículos importados de las islas británicas serían herramientas y maquinaria; pero hay una gran demanda de gallos de pelea, y ya sea por consejo consular o inspirado por particulares, de cualquier manera, un caballero británico arribó a Tampico con cincuenta gallos. Debió estar repleto de prudencia, porque no planeaba vivir en el campo; para poder sostenerse llevaba cientos de productos con la marca de los señores Fortnum y Mason. Este señor probablemente no requería ser exhortado por cónsul alguno para andar por el mundo con los ojos bien abiertos.

La pelea de gallos no es, en sí misma, tan atractiva, pues se trata sólo de una cuestión que dura unos cuantos segundos. Cuando un ave vuela sobra la otra, pone en juego el temible espolón metálico atado a su pata. Una masa de plumas cae y muchos pesos cambian de dueño.

La gente que no se opone al juego, sino a las apuestas tontas, puede señalar la temeridad de este tipo de apostador, ya que la primera aparición de un gallo en combate es muy probable que también sea la última, de tal manera que uno apenas habrá tenido oportunidad de apreciar sus cualidades. Sin embargo, este no fue el caso, los gallos fueron sometidos a pruebas antes de arrojarlos a la gallera, y algunos sobrevivieron a la batalla con traje de gala.

Henry Baerlein (Inglaterra, 1875-1960).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

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