Regresa la primavera a Vancouver.

miércoles, 10 de mayo de 2023

Tampico: EL TESORO DE LA SIERRA MADRE, de B. Traven

"Por fin descubrió a un hombre vestido de blanco inmaculado que cruzaba la plaza en dirección del cine Alcázar..."

(
Fragmentos del primer capítulo)

Había que recorrer una larga distancia para llegar al río abierto. Parecía que aquel sitio era el punto de reunión de todos los holgazanes del puerto. Cuando Dobbs llegó, aquello estaba lleno de mestizos, indios y blancos de la misma condición social de Dobbs. Ninguno vestía traje de baño. Más allá, río arriba, las muchachas se bañaban, también desprovistas de ropa y en unión de algunos jóvenes para darle mayor anima- ción al acto.

En las altas colinas que formaban los bancos del río, hacia el este, se hallaba la sección residencial del puerto. Allí vivían con sus familias, en hermosos bungalows, norteamericanos, ingleses, suecos y holandeses, empleados de las compañías petroleras. La ciudad era muy baja, estaba solamente a algunos palmos sobre el nivel del mar; hacía un calor sofocante y raramente llegaba hasta ella la brisa del mar. Las colonias de los extranjeros acomodados, situadas en las colinas, recibían la fresca brisa del mar toda la tarde y durante la noche. Los bungalows en que a la hora del té y del bridge se disfrutaba mejor eran aquellos situados al borde de las colinas, desde donde era posible ver el río. Las damas que allí se reunían a la hora del té, quienes no podían mezclarse a los nadadores aun cuando bien lo deseaban, iban provistas de sus anteojos de campo para poder atisbar a los bañistas desnudos. El espectáculo era tan interesante, que ni por un momento pensaban en el bridge. Tal vez a ello se debía que la colonia se llamara «Bella Vista»

(...).

Casi cuatro kilómetros tenía que caminar Dobbs para regresar al puerto. La natación y la caminata habían despertado su hambre; así, pues, volvió a emprender la caza. Durante mu-cho tiempo ninguna ocasión se presentó a sus ojos y tuvo que tragarse muchos discursos y buenos consejos sobre los sin trabajo, muchas frases molestas sobre los extranjeros holgazanes que se dedican a importunar a los ciudadanos honestos. Pero cuando se tiene hambre no se pone atención a tales sermones y el sentimiento de que la mendicidad no se hizo para un norteamericano se olvida cuan- do hay necesidad de comer.

Por fin descubrió a un hombre vestido de blanco inmaculado que cruzaba la plaza en dirección del cine Alcázar y pensó: «Hasta ahora he tenido suerte con quienes visten de blanco; probemos con este tipo.»

Nuevamente obtuvo cincuenta centavos.

(...)


Aquella noche encontró en el hotel a otro norteamericano que también deseaba dirigirse a Tuxpan, pero que no encontraba quien lo acompañara.

Al escuchar el nombre de Tuxpan, la palabra mágica, Dobbs se alegró ante la idea de visitar en compañía de Moulton los campos petroleros, en donde sin duda habría algo que hacer.

No es fácil ir a Tuxpan sin dinero. La mitad del camino se hace por carretera, por la que raramente puede hallarse algún carro; la otra mitad la constituye un gran lago que es menester surcar en barquitas y lanchas de gasolina, en las que se ha desechado la costumbre de aceptar «moscas» y en las que necesariamente hay que pagar pasaje.

Claro que es posible rodear la laguna, pero no existe carretera alguna y la caminata duraría dos semanas; en cambio esto ofrece la ventaja de poder visitar un gran número de campos petroleros, y fue esa la razón por la que los dos hombres eligieron aquel medio.

B. Traven: Ret Marut (Alemán nacionalizado mexicano, 1882-1969).

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