Regresa la primavera a Vancouver.

domingo, 9 de julio de 2023

Tampico: LOS RELÁMPAGOS DE AGOSTO, de Jorge Ibargüengoitia


(Fragmento del capítulo II)

- ¡Se nos murió el viejo, Lupe! -me dijo a través de la línea, casi sollozando. Él iba a ser Ministro de Agricultura y Fomento.

- ¿Qué hacemos?

- Ir al velorio. Allí veremos qué se puede arreglar.

Colgué. Ordené al Jefe de la Estación que llevara mis maletas al Hotel Cosmopolita y a bordo de un forcito de alquiler, me dirigí a casa de Trenza, que vivía en Santa María. Lo encontré poniéndose las botas con ayuda de Camila, su concubina. La casa a que me refiero, era en realidad lo que hoy en día se conoce vulgarmente con el nombre de "leonero". Trenza vivía en Tampico con su legítima esposa y era Jefe de la Zona Militar de Tamaulipas.

Mientras Camila le rizaba los bigotes, me explicó a grandes rasgos la situación: el fallecimiento de González dejaba a la Nación sumida en el caos; la única figura política de importancia en ese momento era Vidal Sánchez, el Presidente en funciones quien, por consiguiente, no podía reelegirse; así que urgía encontrar entre nosotros, alguien que pudiera ocupar el puesto, garantizando el respeto a los postula- dos sacrosantos de la Revolución y a las exigencias legítimas de los diferentes partidos políticos.

(Fragmento del capítulo XI)

Cuando estuvieron reunidos, les dije:

- Necesitamos el control absoluto de los ferrocarriles, de los telégrafos, y de los bancos-. Luego, expliqué que el Gobierno de Pérez H. había violado la Constitución y todo eso, y terminé diciendo:

- El que no esté de acuerdo, puede retirarse con todos los honores militares.

Nadie se movió de su asiento. Entonces, les expliqué mi plan de campaña, que como ya he dicho, estaba basado en el que habíamos preparado mis compañeros y yo desde abril. Mi misión consistía en apoderarme de Apapátaro, capital del Estado del mismo nombre, y luego, de ser posible, de Cuévano, el famoso centro ferroviario en donde pensábamos que nos íbamos a reunir todos: Artajo, que venía de Sonora; Trenza, que venía de Tamaulipas; Canalejo, que venía de Monterrey, y el Camaleón, que venía de Irapuato. Valdivia, Anastasio y Horacio Flores, se habían ido con Trenza a Tampico. Una vez establecido el contacto en Cuévano, nos lanzaríamos sobre la capital de la República y formaríamos un Gobierno Provisional que convocaría a otras elecciones.

(Fragmento del capítulo XIV)

Cuando llegó el Camaleón, nos pusimos de acuerdo y entramos en la ciudad con nuestras tropas por tres rumbos diferentes. Hubo saqueo y para las ocho de la noche ya habíamos fusilado a seis personas por diferentes crímenes, con lo que se restableció el orden y la ciudad quedó sometida a la Ley Marcial.

Al día siguiente, Trenza, como jefe de la ocupación, emitió un decreto decomisando todos los víveres que había en la plaza y los valores que había en los bancos, además de tomar veinte rehenes de las mejores familias, por lo que se pudiera ofrecer.

Esa tarde llegaron Valdivia, Ramírez y Horacio Flores, en los otros dos Curtiss de la Fuerza Aérea, con un tambache de proclamas y de manifiestos políticos, que habían impreso en Tampico y que se pegaron en las esquinas, pero que nadie leyó, porque la gente estaba muy asustada y no salía de sus casas.

Jorge Ibargüengoitia 
(Mexicano fallecido en España, 1928-1983).

La ilustración corresponde a la portada de la primera edición de la novela con el subtítulo
Memorias de un general mexicano, suprimido en versiones posteriores. 
Fue publicada por Ediciones de la Flor en 1964 y el diseño es de Oscar Smöje.

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