"Lo arrojó con espanto: El espejo reflejaba una calavera."
En un año las dolencias de Kia Yui se agravaron. La imagen de la inaccesible señora Fénix gastaba sus días; las
pesadillas y el insomnio, sus noches.
Una tarde un mendigo taoísta pedía limosna en la calle, proclamando que podía curar las enfermedades del alma. Kia Yui lo hizo llamar. El mendigo le dijo:
- Con medicinas no se cura su mal. Tengo un tesoro que lo sanará si sigue mis órdenes.
De su manga sacó un espejo bruñido de ambos lados; el espejo tenía la inscripción: Precioso Espejo de Viento y Luna. Agregó:
- Este espejo viene del Palacio del Hada del Terrible
Despertar y tiene la virtud de curar los males causados por los pensamientos
impuros. Pero guárdese de mirar el anverso. Sólo mire el reverso. Mañana
volveré a buscar el espejo y a felicitarlo por su mejoría.
Se fue sin aceptar las monedas que le
ofrecieron.
Kia Yui tomó el espejo y miró según le había
indicado el mendigo. Lo arrojó con espanto: El espejo reflejaba una calavera.
Maldijo al mendigo; irritado, quiso ver el anverso. Empuñó el espejo y miró:
Desde su fondo, la señora Fénix, espléndidamente vestida, le hacía señas. Kia
Yui se sintió arrebatado por el espejo y atravesó el metal y cumplió el acto de
amor. Después, Fénix lo acompañó hasta la salida. Cuando Kia Yui se despertó,
el espejo estaba al revés y le mostraba, de nuevo, la calavera. Agotado por la
delicia del lado falaz del espejo, Kia Yui no resistió, sin embargo, a la
tentación de mirarlo una vez más. De nuevo Fénix le hizo señas, de nuevo
penetró en el espejo y satisficieron su amor. Esto ocurrió unas cuantas veces.
La última, dos hombres lo apresaron al salir y lo encadenaron.
- Los seguiré -murmuró- pero déjenme llevar el espejo.
Fueron sus últimas palabras. Lo hallaron
muerto, sobre la sábana manchada.
Tsao Hsue-Kin (China, 1715-1763)
Este relato forma parte de Sueño del aposento rojo.
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