Regresa la primavera a Vancouver.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Venecia: LOS NIÑOS, de Edith Wharton

"... podían acercarse hasta la Piazza para tomar un helado en el Florian y dar luego una vuelta por el Canal..."

(Fragmento del capítulo VI)

Los tres amigos se sentaron después de cenar en la terraza del apartamento de los Wheater, sobre el Gran Canal repleto de góndolas y salpicado de luces, aba- rrotado de veloces lanchas a motor que dejaban una estela de ondas y volutas de cristal. No había nada que hacer en Venecia al principio de la temporada, según Cliffe; la ciudad estaba muerta como una tumba. Pero les venía bien para reunirse con los niños y pasar unos días con ellos antes de mandarlos a Engadine o a Leysin. Además, los Wheater iban a recoger su nuevo yate a vapor; el Niña Bonita: una auténtica preciosidad. Tenían pensado hacer un breve crucero antes de salir para Cowes, y Venecia era un buen lugar para recoger la embarcación. Por cierto, si a Boyne le apetecía, podían acercarse hasta la Piazza para tomar un helado en Florian y dar luego una vuelta por el Canal… No era un plan apasionante, pero Cliffe no podía proponer nada mejor, dadas las circunstancias. Sin embargo, Boyne dijo que podían quedarse donde estaban; y Joyce, encogiéndose de hombros y haciendo resbalar el tirante del vestido por su hombro blanco, observó que Cliffe nunca «podía» quedarse donde estaba, pero que nadie le impedía arrasar Venecia si eso era lo que le apetecía…

¿Cómo voy a arrasar nada en esta época del año? Aquí no hay más que chicos con sus guías de viaje y solteronas que se hacen fotos dando de comer a las palomas. Los hoteles están llenos de viejas… Oye, dime una cosa, sobre el asunto del preceptor. ¿No has conocido a nadie en tus viajes que pudiera valer, Martin? ¿Algún universitario?

Martin creía que no; pero la señora Wheater, levantando el brazo para lanzar el ci- garrillo al Canal, dijo:

Yo conozco a un preceptor.

Diablos… ¿tú? -preguntó su marido con una carcajada de incredulidad-. ¿Otro cigarro, amigo? Estos Coronas no están nada mal… los hacen especialmente para mí -desprendió la vitola dorada de un cigarro y acercó el encendedor.

Conozco a un preceptor -repitió la señora Wheater-. Es la persona perfecta, si logramos convencerlo para que acepte el trabajo.

¡Hay que ver! ¿De dónde lo has sacado?

Joyce guardó silencio un instante, antes de decir:

He recorrido los museos con él. Es la primera vez que vengo a Venecia. Fanny Tradeschi lo trajo de Inglaterra como preceptor de sus hijos, pero como se aburría mucho aquí se marchó corriendo a París y lo dejó tirado. Se llama Ormerod… Gerald Ormerod. Será todo un privilegio para Terry, si logramos convencerlo…


Edith Wharton (estadounidense fallecida en Francia, 1862-1937).

(Traducido al español por Catalina Martínez Muñoz).

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