"... y nos dieron un cuarto con ducha, así que ella estaba feliz. Después de que salpicó el agua suficiente..."
(Párrafo inicial del capítulo VI)
Encontramos un pequeño hotel, un tugurio de dos dólares en la calle Primavera, y no tuvimos ningún problema. Era exactamente lo que podía esperarse, pero después de México parecía un palacio, y nos dieron un cuarto con ducha, así que ella estaba feliz. Después de que salpicó el agua suficiente para saciar su antojo, vino a caer en mis brazos, y ahí me quedé yo pensando en que estábamos por empezar una vida juntos en mi propio país, y le quería decir algo al respecto, pero de lo siguiente que vine a enterarme es que ella se había quedado dormida junto a mí.
Entonces nos quedamos platicando y le dije a ella mucho más del asunto hasta que al fin lo saqué todo de mi pecho y ya no me quedaba nada más por decir. Una vez que dejé de mentirle, ella no pareció sorprendida, o escandalizada, ni nada por el estilo. Me miraba con sus grandes ojos negros y asentía con un movimiento de su cabeza, otras veces decía algo que me llevaba a pensar que ella comprendía ciertas cosas mejor que yo, o que los doctores. Entonces la abrazaba y después nos dormíamos, y yo sentía una paz que no había tenido por años. Todos esos horribles escalofríos de las últimas semanas se habían ido y algunas veces, cuando ella estaba dormida y yo no, la miraba pensando en la iglesia y en la confesión. Todo lo que puede significar para quienes llevan cargando algo muy pesado en su alma.
James Mallahan Cain
(Estados Unidos, 1892-1977).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario