"... y aquella vez en Tampico, al caer la tarde sobre el río Pánuco, La Chata recostada sobre el balcón, el cuerpo desnudo bajo una bata ligera y las piernas levemente entreabiertas..."
(Fragmento)
La Chata aparecía ante sus ojos, jocunda,
bestial, con sus muslos cuyas líneas, en lugar de juntarse para incidir en la
cuna del sexo, cuando ella unía las piernas, aún dejaban por el contrario un
pequeño hueco separado entre las dos paredes de piel sólida, tensa, joven,
estremecedora. Si era visto a través del vestido, a contraluz -y aquí sobrevenía
una nostalgia concreta-, de cuando Polonio andaba libre: los cuartos de hotel
olorosos a desinfectantes, las sábanas limpias pero no muy blancas en los
hoteles de medio pelo, La Chata y él de un lado a otro del país o fuera, San
Antonio Texas, Guatemala, y aquella vez en Tampico, al caer de la tarde sobre
el río Pánuco, La Chata recostada sobre el balcón, de espaldas, el cuerpo desnudo
bajo una bata ligera y las piernas levemente entreabiertas, el monte de Venus como
un capitel de vello sobre las dos columnas de los muslos -aquello
resultaba imposible de resistir y Polonio, con las mismas sensaciones de estar
poseído por un trance religioso, se arrodillaba temblando para besarlo y hundir
sus labios entre sus labios-.
José Revueltas (México, 1914-1976).
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