Regresa la primavera a Vancouver.

sábado, 9 de marzo de 2024

Mirándolas dormir: EL SEÑOR Y LA SEÑORA PALOMO, de Katherine Mansfield

"Era de noche. Anne estaba sentada en una silla y dormía."

(
Fragmento)

Y a pesar de la posición de Anne, a pesar de la fortuna de su padre, de ser hija única y, con mucho, la muchacha más popular de todo su círculo de relación; a pesar de su belleza y de su inteligencia. -¡Inteligencia!-, en realidad era mucho más que eso, la verdad es que no había nada que no hiciese a la perfección; a pesar de que Reggie creía que, si hubiese sido necesario, Anne podía llegar a ser un genio en cualquier cosa; a pesar de que sus padres la adoraban, y ella a sus padres, y no estarían dispuestos a permitir que se fuese tan lejos… A pesar de absolutamente todas las cosas en las que uno fuese capaz de pensar, su amor por ella era tan intenso que no podía por menos de abrigar algo de esperanza. Bueno, ¿era aquello esperanza? ¿O tal vez aquel extraño y tímido anhelo por tener la oportunidad de cuidar de ella, por tomar sobre sus hombros la responsabilidad de que nada le faltase, de que jamás se acercase a ella algo que no fuese absolutamente perfecto…, era, simplemente, amor? ¡La amaba, amaba! Se apretó contra la cómoda murmurando: «La quiero, la quiero». Y durante aquellos segundos le pareció viajar con ella camino de Umtali. Era de noche. Anne estaba sentada en una silla, y dormía. Su delicada barbilla se apoyaba en su dulce pecho, sus doradas pestañas descansaban sobre sus ojos. Su mente resiguió con fruición su esbelta naricilla, sus labios perfectos, su orejita infantil casi tapada por un rizo broncíneo. Estaban atravesando la jungla. Era de noche y se hallaba lejos, en un clima caluroso. Y ella se despertó y preguntó: «¿Me he dormi- do?» Y él respondió: «Sí. ¿Te encuentras bien? Déjame que te…» Y se inclinó para… Se inclinó hacia ella. La felicidad de aquel gesto era tanta que no pudo seguir soñando. Pero le dio la valentía necesaria para descender rápidamente a la planta baja, tomar el panamá del vestíbulo, y murmurar mientras cerraba la puerta de la casa:

- Bueno, no puedo hacer otra cosa que probar suerte, eso es todo.

Katherine Mansfield (Neozelandesa fallecida en Francia, 1888-1923).

(Traducido al español por Francesc Parcerisas).

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