Regresa la primavera a Vancouver.

domingo, 14 de enero de 2024

Mirándolas dormir: LAS AMISTADES PELIGROSAS, de Choderlos de Laclos

"Ayer, el señor Valmont se sirvió de esta llave para entrar en mi cuarto, cuando estaba yo durmiendo..."

(
Fragmento de la carta XCVII)

Cecilia Volanges a la condesa de Merteuil

Sabrá que el señor Valmont, que hasta aquí me ha entregado las cartas del señor Danceny, halló de repente mucha dificultad en eso, y quiso tener una llave de mi cuarto. Puedo asegurarle que yo no quería; pero él llegó hasta escribir a Danceny, y éste consintió; y como a mí me cuesta tanto trabajo el negarle la más ligera cosa, especialmente después de que mi ausencia le ha hecho tan desgraciado, acabé por acceder a ello. No preveía yo la desgracia que podía sucederme. Ayer, el señor Valmont se sirvió de esta llave para entrar en mi cuarto, cuando yo estaba durmiendo, y tan lejos de esperarle, que al despertar me causó mucho miedo; pero como me habló inmediatamente, lo reconocí, y no grité; además se me ocurrió, de pronto, que quizá vendría a traerme alguna carta de Danceny. Estaba él bien distante de eso. Un momento después quiso abrazarme; y mientras yo me defendía, como era natural, se manejó tan bien, que yo no hubiera querido por todas las cosas de este mundo...

Pero él quería antes un beso. Fue necesario condescender. ¿Qué había de hacer? tanto más cuanto que, tratando de tocar la campanilla, no sólo no pude, sino que él tuvo buen cuidado de decirme que si venía alguno, sabría bien echarme la culpa de todo; y, en efecto, era muy fácil, a causa de esta llave.

Después no se retiró ya. Quiso un segundo; pero éste, que no sabía yo lo que era, me turbó enteramente. Y después, era todavía peor que antes. ¡Oh! ciertamente que es una maldad. En fin, después... Usted me eximirá de contarle lo demás; pero yo soy la mujer más infeliz de mundo. Lo que más echo en cara, y lo que es necesario, sin embargo, referir a usted, es que tengo miedo de no haberme defendido tanto como podía. Le aseguro que yo no sé cómo sucedió, porque no quiero a Valmont; antes bien, lo detesto; y hubo momentos, no obstante, en que estuve como si le amase. Usted puede juzgar bien que esto no me impedía decirle siempre que no; pero yo conocía que no obraba como decía; y esto era como a pesar mío; y además, ¡yo estaba tan turbada! ¡Si es siempre tan difícil defenderse como esto, es necesario estar bien acostumbrarlo a ello!... Es verdad que Valmont tiene un modo de insinuarse, que no supe qué hacer para contestarle. En fin, ¿creerá que casi sentí que se fuese, y que tuve la debilidad de consentir en que volviese esta noche, lo que me desconsuela también más que lo restante? ¡Oh! a pesar de esto, prometo a usted que le impediré que venga. Apenas había salido, cuando conocí que había hecho muy mal en prometérselo; por esta razón he estado llorando sin cesar. ¡Danceny, en especial, es el que me causaba más pena! Todas las veces que pensaba en él, mis lágrimas se redoblaban hasta el punto de sofocarme; y pensaba siempre... y aún ahora ve usted el efecto en mi carta empapada en lágrimas. No; no me consolaré jamás, aunque no fuese más que por él... En fin, ya no podía dormir, y, por consiguiente, no pegué los ojos en toda la noche. Y esta mañana cuando me levanté y me miré al espejo, daba miedo; tan demudada estaba.

Pierre Choderlos de Laclos
(Francés fallecido en Italia, 1841-1903).

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