Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

martes, 29 de julio de 2014

Espejos (89): MUNDO ESPEJO, de William Gibson

 
 Capítulo 1: La página web de la noche terrible
 
(Fragmento)

El mundo espejo. Los enchufes de los aparatos eléctricos son enormes, de tres clavijas, para una clase de corriente que en América sólo alimenta las sillas eléctricas. Los coches están al revés por dentro, la izquierda a la derecha; los auriculares de los teléfonos tienen un peso distinto, un equilibrio distinto, las portadas de las ediciones en rústica parecen dinero australiano.
 
Con las pupilas dolorosamente contraídas frente al halógeno brillante como el sol, se mira con ojos entrecerrados un espejo de verdad, apoyado en ángulo contra una pared gris, esperando que lo cuelguen. Ve en él una marioneta desarticulada de piernas negras, con el pelo de recién levantada, erizado como una escobilla de excusado. Le hace una mueca al reflejo, pensando por algún motivo en un novio que se empeñaba en compararla con un retrato de Helmut Newton de Jane Birkin desnuda.
 
En la cocina hace correr el agua del grifo por un filtro alemán y llena una olla eléctrica italiana. Se enreda con los interruptores, uno en la cacerola, otro en el enchufe, otro en la toma de corriente. Inspecciona con mirada vacía la extensión color amarillo canario de armarios laminados mientras hierve el agua.
 
Una bolsita de un sucedáneo de té importado de California en un gran tazón blanco. Echa el agua hirviendo. En la habitación principal del apartamento descubre que el fiel Cubo de Damien está encendido, pero dormido, con el resplandor de mariposa nocturna de sus interruptores estáticos latiendo suavemente. Aquí se ve la ambivalencia de Damien hacia el diseño: no permitirá a un decorador pasar de la puerta a menos que acceda, básicamente, a no hacer precisamente lo que sabe hacer, pero se aferra a ese Mac porque puedes volverlo al revés y sacarle las tripas con un pequeño tirador mágico de aluminio. Como los genitales de una de las chicas robot de su vídeo, ahora que lo piensa.
 
Se acomoda en la silla de respaldo alto de la terminal de trabajo de Damien y hace clic en el ratón transparente. Balbuceo de los infrarrojos sobre la madera pálida de la larga mesa de caballete. Aparece el navegador. Teclea Fetiche: Metraje: Foro, que Damien, decidido a evitar la contaminación, nunca agregará a favoritos.
 
Se abre la primera página, Tan familiar como el salón de un amigo. Un fotograma del n.° 48 sirve de fondo, oscuro y casi monocromo, sin ningún personaje a la vista. Esa es una de las secuencias que producen comparaciones con Tarkovsky. En realidad, ella sólo conoce a Tarkovsky por algunos fotogramas, aunque es cierto que una ves se quedó dormida durante la proyección de Stalker, hundiéndose en una panorámica interminable, con la cámara apuntando directamente hacia abajo, en primer plano, a un charco sobre un destrozado suelo de mosaico. Pero ella no está entre los que creen que puede llegarse muy lejos analizando las supuestas influencias del creador. El culto al metraje está plagado de sub-cultos que reivindican cualquier influencia imaginable. Truffaut, Peckinpah… Los seguidores de Peckinpah, incluso los más moderados, siguen esperando que saquen las pistolas.
 
 
William Gibson (Estadounidense nacionalizado canadiense, 1948)

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