(Fragmento final del capítulo 20 y último)
- Estás cansada -me dijo, y me volvió a cubrir.
- Sí -le dije-. Estoy agotada. Ha sido demasiado para mí. Me gustaría dormir. Nunu, querida, por favor: léeme estas tres cartas.
Sacó las gafas de montura de metal del bolsillo de su delantal y examinó las cartar con mucha atención.
- Las ha escrito Lajos -constató.
- ¿Has reconocido su letra?
- Sí. ¿Las has recibido ahora?
- Ahora mismo.
- ¿Cuándo las escribió?
- Hace veinte años.
- ¿Se debe a un error del correp el que no las hayas recibido hasta ahora? -me preguntó con curiosidad y recelo.
- No, no es por el correo -le dije sonriendo.
- Entonces, ¿por qué?
- Por Vilma.
- ¿Te las robó?...
- Así es.
- Claro -dijo, suspirando-. Que descanse en paz. Nunca la quise.
"... se inclinó hacia la llama y empezó a leer una de las cartas, con una voz melodiosa, como de colegiala."
Se ajustó las gafas, se inclinó hacia la llama y empezó a leer una de las cartas, con una voz melodiosa, como de colegiala:
- «Amor mío -empezaba la carta-, la vida juega con nosotros de una manera maravillosa. No tengo más esperanza que haberte encontrado a ti para siempre»...
Dejó de leer, se puso las gafas sobre la frente, me miró con ojos brillantes y me dijo, emocionada y entusiasmada:
- ¡Qué cartas más maravillosas sabía escribir!
- Es verdad, escribía unas cartas maravillosas. Sigue leyendo.
Sin embargo, el viento, aquel viento de finales de septiembre que estaba merodeando alrededor de la casa, abrió los postigos de la ventana con un empujón, agitó las cortinas y, como si trahera alguna noticia de algún lugar, tocó y removió todo en mi habitación. Luego, apagó la vela. Eso es lo último que recuerdo. Y de alguna manera imprecisa, también recuerdo que Nunu volvió a cerrar la ventana y que yo me quedé dormida.
Sándor Márai (Húngaro nacionalizado estadounidense, 1900-1989).
(Traducido del húngaro al español por Judit Xantus Szervas),
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