"... la mujer duerme aún y a la tenue luz de la mañana puede verla mejor: le es más desconocida que la noche anterior..."
(Fragmento del capítulo 7)
Pero ¿de qué me sirve todo eso?, es hermoso o antiguo,
helado o profundo, y hay botes y lanchas y vaporcitos, pero estoy solo y
cansado; la escoba, ni sé cómo se llama, se ha quedado dormida, me está
soplando con fuerza en la oreja; la escoba duerme, soy el escobillón; sonrió y
no supo en qué momento se quedó dormido.
Al día siguiente, cuando despierta, la mujer duerme
aún y a la tenue luz de la mañana puede verla mejor: le es más desconocida que
la noche anterior, jamás ha tenido nada que ver, ni aun pagándole, con esta
otra, de larga cara, pelo lacio de vago color, un color que recuerda el de
cierto negro desvanecido, labios duros, desdibujados, gran oreja, por lo menos
la que ve, supone que la que no ve debe ser igual. Retrocede en la cama, saca
una mano afuera y la afirma en el suelo, y luego, ayudado por los talones, sale
de la cama; la mujer no se ha movido. Ahí está su ropa, la recoge y sale de la
pieza y se viste en el salón, echa una mirada alrededor y se va, procurando no
hacer ruido.
Manuel Rojas (Chileno nacido en Argentina, 1896-1973).
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